Delution

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Rompió demasiadas promesas ese día.

Sus puños apretados tanto como su quijada eran una respuesta somática de toda la ira que mantenía en su interior. Sentía cómo perdía el control al temblar.

Su corazón no podía tener un sólo minuto de descanso, de paz. Casi creía haberla alcanzado esta vez. Pero siempre había alguien que parecía confabularse en su contra. El destino o lo que demonios fuese se burlaba de él desde el mismo día de su nacimiento.

Sus sienes escocían al recordar lo ocurrido apenas pocos días atrás.

De pronto fue como sumergirse nuevamente en ese tormentoso recuerdo que sabía bien que tardaría tiempo en superar.

Si se esforzaba apenas un poco, podía ver las luces bi tonales de la ambulancia iluminar un maltrecho cuerpo. Escuchar la sirena de una ambulancia acercarse y el tumulto de los hombres que a toda prisa se disponían a dar atención al chico al cual había prometido cuidar y ahora estaba gravemente herido, fallando lastimosamente con su misión.

Todo eso le superaba cada vez más. Y la angustia crecía al escuchar los alaridos de verdadero dolor que el otro emitía por la intervención de los paramédicos, cosa que casi detona su instinto más primitivo y violento contra aquellos que no hacían sino su trabajo, por lo que debió reprimirse.

Dentro del vehículo todo era caos y no podía pensar claramente. Sólo veía trabajar al personal, mientras se hundía más y más en la impotencia, cada instante se convencía de lo inútil que era.

No se dio cuenta del momento en que se encontró a sí mismo sollozando en silencio, consumido por la frustración.

En el hospital corrió junto a esa camilla intentando ignorar el camino de sangre que parecía atestiguar su presencia en ese sitio.

Y el trauma fue completado cuando le pidieron abandonar la zona del quirófano, pues debía ser intervenido dada la gravedad de sus heridas. La noche no hizo mas que empeorar.

Después de estar inmerso en su propia adrenalina, aturdido por los gritos, por sus propios pensamientos agobiándole y culpándole... quedó el silencio. Nunca supo cómo llegó a la sala de espera, cómo controló el temblor en su cuerpo, ni cuando las lágrimas que no abandonaban su rostro jamás simplemente fluyeron.

De pronto se sintió muy débil, y sólo deseó quedarse ahí dormido.

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Llevaba un rato andando. Caía la tarde tras de sí. Su rostro eternamente fruncido y las manos en el bolsillo.

Buscaba una casa en un distrito conflictivo. Sin lugar a dudas era una zona pobre. Los grafitis eran abundantes, así como los muchos callejones mal iluminados que no ayudaban en absoluto a la reputación del vecindario.

Podía percibir el olor a cigarrillo, y no precisamente de tabaco. Siguió caminando y se detuvo por un momento en el cual pateó una botella rota, que terminó por hacerse añicos contra la carcomida pared de ladrillo expuesto por la corrosión. Continúo tratando de ignorar los gritos de una pareja en uno de los departamentos.

Se sentía... como en casa. O al menos eso pensó con ironía.

Cuando llegó a su destino tuvo un sentimiento distinto al que estaba acostumbrado. Estaba frente a su casa pero ya no sentía miedo.

Sacó las llaves de su bolsillo.

Dio un vistazo al desvencijado exterior. No podía entender cómo pasó su niñez y adolescencia allí. Bon podía ser todo menos materialista, el problema que tenía no se debía para nada a las carencias materiales. Más al ver el lugar en el que se crió, el sentimiento de vacío en su interior no era nostalgia. Era rencor.

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