II

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Abro los ojos y me sorprendo al ver que es de mañana, lo que significa que las pastillas hicieron efecto y dormí toda la noche, ni una sola pesadilla. Me estiro y salgo de la cama feliz de la vida, por primera vez en un mes que puedo dormir toda la noche. Cuando voy al baño y veo mi reflejo en el espejo, noto un brillo diferente en mis ojos, estoy realmente feliz.

Ya bañado y listo para desayunar, bajo las escaleras de dos en dos y entro a la cocina en donde mis padres están conversando. Papá prepara la mesa y mamá hace el desayuno, que huele delicioso.

—Buenos días familia —ambos me ven y apuesto que mi sonrisa les dice todo, porque ambos empiezan a sonreír tanto como yo.

—Al parecer dormiste bien —papá deja los cubiertos en su lugar y se acerca a mí—. No sabes cuanto me alegra verte así —me abraza.

—Esa enorme sonrisa se te ve de maravilla, cariño —mamá también se une al abrazo.

—Las pastillas sirvieron. No tuve ni una pesadilla —empiezo a contarles mientras me siento en mi lugar para desayunar.

—Al parecer el doctor acertó con su receta —mamá pone un plato con paqueques frente a mí—. Pero desde ya te digo que no te acostumbres, en cuanto superes esto dejarás de tomarlas, porque eso no es bueno para ti.

—Tranquila, amor, él sabe muy bien que es sólo por ahora.

—¿Ya saben que Steven vendrá pronto? —cambio el tema.

—Sí y estoy muy feliz. Hace meses que no lo vemos —dice mamá entusiasmada.

—Mi hijo es todo un héroe —asiento.

Entre pláticas y risas, terminamos el desayuno. Papá hoy no irá a trabajar, no quiso decirme el por qué, pero de todas maneras me alegra que se quede. Cuando mamá sale a limpiar el jardín, él y yo aprovechamos para jugar vídeo juegos, pero en cuanto vuelve me manda a estudiar y a papá lo manda a limpiar el desastre que hizo hace unos días en la cochera.

Ahora estoy viendo mi cuaderno, sin saber por donde empezar. Si pensaron que porque estudio en casa todo es fácil, pues se equivocaron, todo es el doble de difícil cuando tu mamá te da clases y te vigila cuando estudias. Bostezo y estiro los brazos por encima de mi cabeza, tengo sueño; trato de concentrarme en lo que debo estudiar, pero es imposible y sin darme cuenta cierro los ojos y caigo sobre el escritorio.




Abro los ojos y estoy tirado en el piso de mi habitación, ¿cómo llegué al piso? Ya es de noche y no estudié nada, mi mamá me va a matar. Siento que alguien me está viendo, me giro y doy un brinco al ver a una mujer completamente desconocida para mí, veo a todos lados y mi habitación, ya no es mi habitación.

Me quedé dormido.

La mujer me ve. Yo la veo a ella. Ambos nos vemos, pero ninguno dice nada. Veo que tiene una caja de fósforos en sus manos, cerca de donde está ella hay un galón de gasolina. Olfateo el lugar y me doy cuenta que el recipiente está vacío. La mujer baja la mirada a sus pies y por impulso yo también lo hago.

Levanto la mirada, pero ella sigue viendo sus pies. Está llorando y sus lágrimas empiezan a caer como una cascada. Quiero acercarme a ella, pero no puedo mover mis pies. Siempre pasa los mismo, es como si estuviera pegado al piso.

Levanta la mirada y enciende el fósforo, ve la llama por unos segundos y de un momento a otro lo suelta, de inmediato ella y todo el lugar se encienden en llamas, éstas empiezan a acercarse a mí. Retrocedo hasta que choco contra la pared, las llamas me alcanzan y mi pie empieza a quemarse.

—No. No. ¡No! —doy un salto y me caigo.

Veo a todos lados y estoy en mi habitación, corro a la ventana y veo que es de tarde, no es una pesadilla. Estoy despierto. Suspiro y limpio mi frentfuego y veo mi pie... Está bien. Los gritos de la mujer empiezan a hacer eco en mi mente, sus gritos de dolor y desesperación.

Siempre me pasa esto, hasta que despierto escucho sus gritos que me atormentan.

Dormir sin tomar las pastillas está rotundamente prohibido para mí. Voy a enloquecer con esas pesadillas, porque son sólo eso... pesadillas.

Pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora