Pesadillas.

X

Estoy a la orilla del río que está cerca de casa, bueno, ni tan cerca, porque está como a unas cinco millas.

—No lo sé, justamente esa es la pregunta que me estoy haciendo yo —me pongo de pie y mi hermano hace lo mismo.

—Yo estaba en el sillón, dormido.

—¿Eres sonámbulo? —niego muy seguro.

—No sé que me está pasando —me tomo la cabeza con ambas manos—. Tuve una pesadilla, otra en la que me disparaban —empiezo a hablar rápido—, creo que todo esto es una señal, tal vez me voy a morir o alguien me va a matar.

—Eso no va a pasar —Steven se ve furioso—. Yo te voy a cuidar, yo voy a estar aquí contigo.

—Estoy loco, ¿verdad?

—¿Qué? Por supuesto que no.

—Ya no lo soporto más —se me salen algunas lágrimas—. Quiero acabar con esto —Steven frunce el ceño.

—¿A qué te refieres? —pregunta serio.

—No quiero seguir viviendo, no así... Ya no más —en la última frase mi voz se quiebra por completo y mi llanto ya no se puede detener.

—¿Qué demonios pasa contigo? —Steven tiene los ojos llenos de lágrimas—. Pensé que eras más fuerte que esto —niego.

—Ya no aguanto más. Quiero morirme —me da una fuerte cachetada.

—¡No vuelvas a decir eso! ¿Acaso no piensas en mamá y en papá? ¿Acaso no piensas en mí? —unas lágrimas se escapan de sus ojos. Nunca lo había visto llorar.

—Estoy cansado. Entiéndeme, no es fácil para mí ir a dormir y ver como personas mueren, como se suicidan o son asesinadas. No es fácil despertar y escuchar sus gritos, escuchar sus lamentos.

—Yo voy a estar contigo, yo te voy a apoyar en lo que quieras, pero no vuelvas a decir que te quieres morir y menos enfrente de nuestros padres —asiento y me abraza—. Ahora volvamos a casa.

Subimos al auto de Steven y condujo hacia la casa en dónde habían más personas de lo normal.

—¿Por qué hay tantas personas? —pregunto con el entrecejo fruncido.

—Algunos de mis amigos se ofrecieron a ayudar y contando con que ellos están muy bien entrenados y acostumbrados a búsquedas de éste tipo, acepté —asiento. Los amigos de mi hermano son soldados al igual que él.

Bajamos del auto y mi madre de inmediato se abalanzó sobre mí y me abrazó. Empezó a hacerme una y mil preguntas, a las cuales no sabía como responder, porque ni yo mismo sé que pasó. Mi padre buscó la manera de que mi mamá me soltara y él me abrazó, pero a diferencia de ella, él no hizo preguntas.

—No sabes cuánto me alegra que estés bien —besa mi mejilla y me suelta. Ve a los amigos de mi hermano—. Gracias por todo —asienten y se despiden de todos.

—¿Dónde estabas? ¿Por qué te fuiste? ¿Te encuentras bien? —otra vez mi mamá empieza a atacarme con sus preguntas.

—Mamá, por favor, deja de hacerle preguntas y déjalo que descanse —dice Steven—. Es más, todos deberíamos ir a dormir, más tarde yo les contaré todo —mi madre asiente dudosa y luego de darme un beso entra a la casa, seguida por papá.

—No quiero dormir o mejor dicho no debo.

—Bien. Entonces yo me quedaré contigo —pone una mano en mi hombro.

—Por supuesto que no —niego—, tú debes descansar.

—Peores cosas  he hecho en mis misiones, desvelarme una noche no es nada —asiento y entramos a la casa.

Son las seis de la mañana el sol ya salió y yo no he dormido nada, en cambio Steven, quién se quedaría despierto conmigo, lleva una hora dormido. Cosa que no me molesta porque realmente está cansado, al igual que papá y mamá, quienes, por el silencio de la casa, sé que siguen dormidos. Estoy frente a la ventana de mi habitación, en el cristal veo mi reflejo, me veo realmente mal, mis ojeras cada vez aumentan más.

Decido dejar dormir a mi hermano y salgo de la habitación, voy a la cocina y tomo un vaso, lo lleno de agua y me la tomo toda. Me siento en la encimera y me paso ambas manos por el rostro, desearía que todo fuera como antes, desearía poder dormir como antes sin tener que ver y oír cosas.

Desearía muchas cosas, pero no puedo cambiar nada de esto, absolutamente nada.