XII

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—¿Estás muerta? —pregunto sorprendido, pero no responde.

—Stephen —escucho mi nombre y me giro, pero no hay nadie—. Stephen —siento un golpe en la cara e instintivamente cierro los ojos—. Hasta que por fin despiertas.

—¿Me golpeaste? —siento que mi mejilla izquierda arde.

—¿Tuviste otra pesadilla? —frunzo el ceño.

—¿Por qué? —me levanto de la cama.

—Sólo mírate, estás todo sudado —me paso una mano por la cada y es cierto, mi piel está cubierta de sudor y mi ropa está mojada.

No respondo, voy al baño, abro el grifo, tomo agua en mis manos y mojo mi cara con ella. Cierro los ojos un momento y tomo una larga respiración.

—¿Qué viste ahora? —doy un salto al escuchar la voz de mi hermano que está parado bajo el umbral de la puerta de mi baño.

—A la chica del bar —frunce el entrecejo.

—¿Qué?

—Lo mismo estoy preguntándome yo —me paso una mano por la boca—. Creo que todas mis pesadillas han sido reales, creo que todas esas personas que he visto morir son reales y...

—¿Y?

—Quiero averiguar si es verdad —bufa y niega.

—Yo te voy a ayudar.

—Mujer de treinta y dos años muere en incendio provocado por ella misma —mi hermano lee la noticia y yo veo la foto de la mujer, una donde se ve feliz, nada parecida a la triste y atormentada que vi yo—

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—Mujer de treinta y dos años muere en incendio provocado por ella misma —mi hermano lee la noticia y yo veo la foto de la mujer, una donde se ve feliz, nada parecida a la triste y atormentada que vi yo—. ¿Es ella? —asiento—. Esto fue hace unos días, dos para ser exacto.

—Yo tuve la pesadilla... Un día antes de que tú vinieras —me siento en el piso y me sujeto la cabeza con ambas manos—. Quizás yo pude haber hecho lago.

—Hey, cálmate —mi hermano pone una mano en mi cabeza—. Mira, tú no sabías que esto era real —de inmediato me pongo de pie.

—Necesitamos ayudar a esta chica. No puedo dejar que pase lo mismo que con esta mujer —empiezo casi a gritar.

—Está bien, pero cálmate —respiro varias veces seguidas—. Yo te voy a ayudar, hoy mismo la vamos a buscar.

—¿Pero cómo vamos a salir de acá? —me desarreglo el cabello.

—Yo me encargo.

—Sé que no deben tener mucha hambre, por eso hice hamburguesas —estamos en la cocina y mamá pone una hamburguesa frente a cada uno de nosotros

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—Sé que no deben tener mucha hambre, por eso hice hamburguesas —estamos en la cocina y mamá pone una hamburguesa frente a cada uno de nosotros.

—Gracias mamá —dice Steven y empieza a comer, papá hace lo mismo que él, pero yo no puedo, estoy tan ansioso y nervioso que mi estómago está cerrado.

Tengo miedo de lo que pueda pasar, he tenido tantas pesadillas en dónde he visto como han muerto tantas personas, que me hacen preguntarme cómo moriré yo.

¿Será que un hombre me apuñale para robarme? O ¿quizás tenga un accidente en auto, no logre salir a tiempo, el auto estalle y yo muera lentamente mientras me quemo? O ¿tal vez muera ahogado, porque alguien fue lo suficientemente cobarde para dejarme morir?

La última opción sólo es una muestra de que el karma existe.

—Stephen, come hijo —sacudo la cabeza y veo a mamá, que me ve con cara de preocupación.

—Claro —asiento y empiezo a comer. Tendré que hacerlo para no preocuparla.

Para cuando terminamos Steven y yo salimos al porche.

—¿Ya pensaste cómo vamos a irnos? —le pregunto.

—Sólo debemos esperar a que mamá se duerma, a papá le podemos decir que iremos a dar un paseo y ya, el problema es mamá.

—¿Y qué vamos a hacer mientras eso pasa?

—Tú vete a tu cuarto y has como que vas a dormir, yo mientras iré a buscar unas cosas.

—¿Qué cosas? —frunzo el ceño.

—Ya vete —ruedo los ojos y entro a la casa, papá está en la sala y mamá va subiendo las escaleras—. ¿Ya vas a dormir, mamá?

—Sí hijo, estoy muy cansada —sonrío.

—Entonces descansa —beso su mejilla.

—Tú también, mi amor —pasa una mano por mi cabello y sigue subiendo las escaleras.

Llego a mi habitación, me cambio de ropa, me pongo una playera negra, pantalón y chaqueta del mismo color. Me siento en la cama y espero ansioso a mi hermano.

Mi hermano aún no viene a buscarme y a mí el tiempo se me está haciendo eterno. Saco mi celular y empiezo a escribir un mensaje.

›¿A qué hora nos vamos?

Antes de darle enviar, tocan mi puerta y abro. Es mi hermano.

—Papá y mamá ya se quedaron dormidos, vámonos.

Pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora