IV

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—No. Definitivamente no tengo novia.

—¿Por qué?

—Porque nunca salgo y cuando lo hago es con mamá.

—¿Qué haces tanto con mamá?

—La acompaño a hacer compras, visitar a algunas amigas y no sé cosas como esas.

—Deja de hacerlo, eso te hace parecer hijo de mami.

—Tú todo el tiempo ibas a hacer compras con papá.

—Y todos decían que era el bebé de papá, incluso tú —eleva ambas cejas.

—Buen punto.

—Stephen, cariño, ¿ya estudiaste? —mamá se asoma por la puerta que está entreabierta.

—No mamá y en este momento no voy a hacerlo estoy...

—Por tu bien es mejor que vayas a estudiar ya, te haré un examen y si no estás preparado ya sabes lo que pasará.

—Mejor hubiera vuelto a la escuela —veo a mi hermano con cara de voy a matarte y se ríe.

—Ya me voy —salgo de la habitación de mi hermano y entro a la mía.

No quiero estudiar, me aburro, me duermo y no quiero otra pesadilla. Me siento frente a mi escritorio y tomo mi libro, que aburrido es esto, pero sino lo hago mamá es capaz de cualquier cosa. Bien, voy a leer y a hacer un resumen de lo que entiendo y eso bastará. Tengo buena memoria.

Empiezo a leer y voy escribiendo mis ideas en la libreta, tan sólo he leído cuatro páginas y ya estoy aburrido. Escucho que afuera están hablando muy animados y salgo de la habitación. Papá y Steven están en el corredor.

—Está bien, vamos —mi hermano asiente.

—¿A dónde van? —me acerco a ellos.

—Oh. Hijo, iremos al campo de tiro, ¿vienes con nosotros?

—Mamá me obligó a estudiar.

—Acaba de salir, así que vámonos.

—Papá, ¿estás seguro de querer sacarme de casa cuando mamá me dijo que estudiara?

—No, pero vámonos —me encojo de hombros.

—Como digas. Tú eres el padre y yo obedezco.

—Trae tu abrigo, hijo de mami.

—Cállate bebé de papi —vuelvo a mi habitación y tomo mi abrigo, vuelvo a dónde estaban mi papá y mi hermano pero ya no están así que bajo las escaleras.

Están a fuera esperándome, cuando llego donde ellos subimos a la camioneta de papá y éste empieza a conducir hasta el campo de tiro. En el camino mi hermano y yo vamos haciéndole bromas a papá y entre nosotros mismos, queremos disfrutar mientras llegamos a casa y mamá nos regaña a los tres juntos, porque también papá pagará por sacarme de casa.

Mi mamá es muy sobre protectora con toda la familia, pero conmigo lo es un poco más, todo a raíz del bullying que sufrí en la escuela. Supongo que desde ese momento ha querido protegerme para que nadie me lastime, al menos eso creo, no soy padre aún y menos madre, así que no sé que se siente cuando sabes que a tu hijo le hacen daño física y psicológicamente como me lo hacían a mí. Aunque siento que en cierto modo me lo merecía. A pesar de que mi familia dice lo contrario.

Llegamos al campo y mi papá habla con el encargado que de inmediato nos da el equipo de seguridad y las armas, nos explica como debemos usarlas y las precauciones que debemos tener, mientras que Steven, que está detrás de él rueda los ojos y bosteza. Él no necesita nada de esto, por favor, mi hermano es un soldado.

—Que empiece la diversión —dice mi hermano cuando estamos frente a los blancos—. Y tú —me señala—. Recuerda tomar el arma como te enseñé o te lastimarás.

—Ya lo sé —Steven me ha dado clases de tiro y sé un poco.

Aunque me atrevería a decir que yo daría las indicaciones mejor que el encargado.

Los tres empezamos a disparar, hacía tiempo que no disparaba un arma y casi olvidaba lo genial que se siente tenerla en las manos y sentir ese golpe con cada disparo, con cada vez que presionas el gatillo. Steven golpea mi brazo y me quito los audífonos

—Hagamos un competencia, él que le dé a la cabeza gana y el perdedor deberá invitar las cervezas. ¿Aceptas?

—Sabes que voy a perder, tú eres un soldado y yo un chico que no sale de casa sin su mamá. Pero sí, acepto —sonríe.

—Hasta pareces un hombre —nos ponemos en posición y disparamos casi al mismo tiempo.

—Para tu información, soy un hombre —acercamos los tiros al blanco y el mío tiene un hueco justo en el punto de la cabeza, le hecho un vistazo al de mi hermano y no le dio, estuvo cerca, pero no le dio—. ¡Gane! ¿Qué? ¿Gane?

—¿Ganaste? ¿Cómo pude fallar?

—¿Fallaste o me dejaste ganar?

—No hables tonterías, yo nunca pierdo, ni siquiera por caridad.

—Entonces... ¡te gane! ¡Ja! El alumno superó al maestro —agito mis manos en su cara—. Que mi cerveza esté bien fría —le guiño.

Pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora