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Recuerdo

cómo me sentía, 

todas las palabras

que me abrumaban día y noche, 

todos los tormentos,

todas las personas

que de mi hablaban,

a esa persona, 

su historia.

Recuerdo las noches largas

en las que mi mente agitada

me impedía dormir, 

me impide dormir todavía. 

Recuerdo los días fríos,

oscuros y vacíos,

grises y apagados,

tal y como yo lo estaba.

Uno a uno,

todos fueron cayendo,

poco a poco

mi soledad crecía.

Volaron, 

buscando algo o a alguien

que no les dañase

como yo lo hacía,

eso creo

o quiero pensar.

El vacío fue creciendo

poco a poco,

día a día.

Busqué algo en lo que refugiarme,

arte, música, no lo sé,

y fue en la lectura

en lo que encontré

esa paz que tanto ansiaba.

Miles de vidas, 

miles de historias,

ninguna me pertenecía

pero las viví todas 

como si de la mía se tratasen,

y fue así

como conseguí olvidar

todos mis tormentos,

pero solamente por un tiempo,

pues todo lo bueno se acaba.

Llegó una nueva tormenta,

una fuerte e inesperada

que me arrasó por completo 

y que desnudó del todo mi alma.

Palabras,

de nuevo palabras, 

palabras hirientes,

como si de cuchillas se tratasen

me dañaban,

cada una más que la anterior.

Pero no eran las palabras

lo que más me dañaba, 

sino su origen.

Poco a poco

mi antigua yo,

que comenzaba a salir a flote,

se hundió,

y otra vez a empezar.

Cada noche una pesadilla,

cada día un recuerdo,

dolorosa tortura

y cruel auto-castigo.

Me alejé

tanto como pude

de esas palabras dolientes.

Egoístamente,

abandoné todo lo que me hería,

cada uno de los motivos

de mi dolor.

¿Fue un acierto?

¿Fue un error?

Cada día me lo pregunto

sin obtener respuesta.

Ahora,

solamente quedan los recuerdos

y las pesadillas,

recordándome que soy maldad,

soy dolor,

soy traición,

soy basura,

no merezco compasión,

solamente sumirme en esta tortura

y aceptarla,

pues ese es mi castigo

por ser una herida

para todo ser que se acerca.

Soledad,

no hay nada mejor que la soledad,

soledad en la que,

con suerte,

no haré daño

a nadie más que a mí, 

mas no importa,

pues es lo que merezco.

Palabras Calladas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora