III
—A ver, si la de la última vez fue dos, seis, cuatro, entonces la de esta será... ¿Cuatro, ocho, seis? —Mientras trataba de desbloquear la caja fuerte ubicada en la esquina del mueble de (...), Gintoki chasqueó la lengua cuando no percibió señales de haber acertado. Miró sobre su hombro la puerta deslizable, como si a través de ella fuera a materializarse un demonio—. ¿Su fecha de nacimiento, quizá? —Erró de nuevo y rodó los ojos hastiado. Joder, ¿tal vez debería llamar a Kagura para que la perforara de un puñetazo? Aunque si así fuera, lo único perforado no sería la caja fuerte cuando (...) se enterara.
—¡Santa mierda, Gintoki! —El grito emergió desde el fondo de la sala de estar, desgarrando el aire hasta llegar a sus oídos, provocando que respingara asustado y hundiera la cabeza en el filo del maldito mueble.
—¡Aagh! ¡@#$+*! —Se dejó caer hecho un ovillo, sosteniendo los costados de su cráneo a punto de abrirse como una sandía madura y puteando hasta el árbol de donde hubiese provenido la madera—. ¿Qué mierda pasa? —murmuró aún en su lecho de sufrimiento, ya sin importarle si (...) descubría su ultraje y decidía reventarle la cabeza o no. Ya lo había logrado de por sí, con tremendo alarido que lo sacó de su estado de concentración absoluta.
Ante el recóndito silencio que perduró minutos después, Gintoki se levantó, utilizando el mueble como apoyo y después de cerrarlo de un portazo, se dirigió al lugar de donde provino la exclamación, aún frotando con cuidado la zona afectada, comprobando con la yema de los dedos que no hubiera terminado con una excavación paleontológica en el cráneo, o aún peor, un parche sin cabello, así, para comenzar a competir contra Umibozu de manera oficial, con toda la equidad que merecía su brillante calvicie.
—¿Qué es, (...)? —La buscó con la mirada, no sabiendo si estar enojado con ella o aún con el responsable de una creciente migraña. De haber tenido resaca hubiese quedado inconsciente—.¿Ah? —Apenas pudo articular cuando la vio sosteniendo una escoba, sentada en el sofá, con expresión de estar pensando con mucha seriedad el significado de la vida.
—Toma —La extendió por reflejo, casi haciéndolo tropezar con la misma.
—¡¿Pero qué?!
—Mátala.
—¡¿Hah?!
—Hay una araña en la entrada. Yo saqué aquel sapo la semana pasada, te toca esta.
—Te digo que era fácil sacar a Gamabunta de aquí y nunca te han importado las alimañas, como aquella rata que casi devora la cara de Shinpachi o el nido de murciélagos que se formó en el armario donde duerme Kagura, ¿qué es esta araña? ¿Fue bañada en desechos radioactivos? ¿Tiene un super salto y se enganchará a mi rostro para comerse mis ojos? ¿Quieres salir de mí de una vez por todas y la entrenaste para que inyecte veneno corrosivo en la yugular de permanentes plateados? —Una palmada en la espalda lo hizo callar, a costa de casi sentir uno de sus pulmones colapsar.
—No pongas excusas —dijo tratando de empujarlo, pero él permanecía con los talones bien clavados en el suelo. Sin más remedio, se puso de pie y utilizó todo su cuerpo para moverlo.
—¡E-espera! —A tropezones fueron acercándose hasta llegar tras el sofá, ahí donde residía el demonio de ocho patas. Gintoki quedó de piedra apenas entró a su campo de visión. Puta, que la desgraciada era inmensa, tal vez eso de que devorara sus globos oculares no era tan descabellado después de todo. Algo nervioso y con el sudor perlando su frente miró a (...) de reojo, con una media sonrisa fingida, tratando de aparentar una sólida valentía, que los dos sabían muy bien, no tenía—. ¿Acaso le tienes miedo?
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La vida con un cabeza permanente |Gintoki Sakata|Lectora|
FanfictionLos Yorozuya se habían convertido en su amado y acogedor hogar, a pesar de las situaciones fuera de los márgenes de la lógica y eventuales escenarios de tragicomedia, estaba feliz de pertenecer a ellos; por eso, incluso si debía lidiar con el peso d...