Los conflictos existenciales suelen aparecer junto al hambre

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II

(...) rió cuando vio la mueca indignada que dirigía Gintoki a las lechugas en el puesto de hortalizas, tal vez deseando marchitarlas de esa manera.

—Masacrarlas telepáticamente no va a evitar que las llevemos —dijo empujándolo con suavidad para hacerse espacio y poder escoger las más frescas; lo escuchó bufar y tomó sin cuidado un par por las hojas, rasgándolas un poco.

—No entiendo para qué perder el tiempo en revisar cada centímetro si al final se van a masticar y deshacer en ácidos gástricos —Las pobres cayeron en el carrito del supermercado con un golpe seco.

—Tiene sentido —Devolvió las lechugas ya maltratadas a su lugar para reemplazarlas por otras más robustas y sanas—. Cada detalle cuenta a la hora de cocinar, hasta el color puede influir en lo apetecible que pueda ser un plato, no vengas a fingir que no lo sabes, tú cocinas cuando no lo hace Shinpachi o Kagura se empeña con el arroz y huevo —Caminó hacia la sección de tubérculos en busca de algunas papas y zanahorias. Gintoki suspiró y empujó el carrito a regañadientes; al llegar junto a ella apoyó el pecho contra la barra del mismo y observó aburrido la cuidadosa selección de ingredientes. Bostezó y apoyó la mejilla en su mano.

—No sé para qué te esfuerzas tanto, a Patsuan no le importará con tal de que no sea carbón y le empeore la vista, Kagura se tragará todo sin notar los colores siquiera y yo no soy muy quisquilloso tampoco —Se hurgó la nariz con el meñique ante su mueca de desaprobación—, además las frutas y verduras son muy costosas. Compra una caja de sopas instantáneas y leche de fresa y todos seremos felices —Las zanahorias aterrizando dentro de los suministros dieron una respuesta rápida y contundente.

—Sé que cuando lleguemos a las carnes estarás de mejor humor —Le extendió una bolsa plástica—. Mientras tanto ve por ahí y compra, no sé, unas manzanas —Rodó los ojos y la recibió, sin embargo, no se movió, en su lugar apoyó la barbilla en el brazo balanceando la bolsa con pereza.

—Ya sabes (...), no es necesario que te preocupes tanto, nos la hemos ingeniado muy bien hasta ahora.

—Deja el orgullo a un lado, Gintoki. Por supuesto que me preocupa, ¿es a base de rebanadas de viento que sobreviven los periodos de tiempo en los que no estoy? —Él resopló masajeándose las sienes.

—Arroz y huevo. Pero es comida a fin de cuentas y la Yorozuya no está pasando por una buena racha últimamente. Además no podemos gastar solo en eso, hay otras prioridades, como el alquiler de la vieja.

—O pachinko —Finalizó con seriedad—. No trates de actuar como alguien responsable ahora. Para empezar te retrasas bastante con Otose.

—Hay muchas cosas en las que de verdad hay que invertir y no es solo pachinko —Elevó un poco la voz mientras se erguía ante ella con las cejas arrugadas, incluso si le sacaba un par de centímetros, (...) permaneció impasible, escuchando lo que tuviese que decir—. ¿Tienes idea de cuánto menstrua y come un Yato joven? Enserio, no quieres saberlo.

—Gin, si es por el dinero...

—No es eso —Cortó regresando a su tono de voz habitual, rascándose la cabeza tratando de ordenar las ideas—, a veces tengo mucho dinero, otras nada, depende de cuánto trabajo tenga, a lo que quiero llegar es que no quiero que lo tomes como un deber cada vez que vienes, al principio era divertido tener la despensa llena sin esfuerzo, pero después... —Su flujo se apagó con un ligero resoplido. Bien sabía que (...) no tenía alguna crisis económica y que podía pagar lo que se le antojara echar al carrito de compras, pero no necesitaba que ella los tomara como responsabilidad por atender cada vez que regresaba de sus salidas trimestrales, eran pareja después de todo, no la buena acción de su llegada.

La vida con un cabeza permanente |Gintoki Sakata|Lectora|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora