Capítulo 8

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Era casi medianoche. Incapaz de dormir, el Rey Thranduil pasaba las horas en su estudio leyendo un informe cuando la brisa del exterior se coló de repente por la ventana abierta. Entonces se quedó inmóvil, escuchando atentamente el mensaje que le traía el viento.

"¡Ay, Elbereth!"

Thranduil saltó de la silla y corrió hacia la puerta, y luego en dirección a la gran entrada del palacio. Los guardias nocturnos se sobresaltaron al ver a su rey tan emocionado.

"¿Ocurre algo, mi señor?" –preguntaron, perplejos.

Thranduil no les contestó, pero no perdió tiempo en abrir las puertas. Parecía esperar a alguien, pero el patio estaba vacío.

Sin embargo, Thranduil no perdió la esperanza. Avanzó hacia el patio, todavía escuchando lo que le susurraba la brisa. Creía en lo que le decía. Nunca se equivocaba.

Su hijo volvía a casa.

"¿Mi señor?"

Jaden había dejado su puesto y apareció al lado del rey de Mirkwood. El comandante se fijó en la felicidad absoluta en el rostro de Thranduil y supo al instante lo que ocurría.

"Ha vuelto."

Thranduil asintió.

"Sí."

A pesar de las miradas confundidas de los guardias, Jaden permaneció de pie al lado de Thranduil, sin dejar de mirar hacia las puertas del jardín. Poco después, se escuchó el sonido de un cuerno en medio del silencio de la noche. Casi al instante, las puertas se abrieron y revelaron una gran tropa de jinetes que se acercaba desde el bosque.

Thranduil avanzó varios pasos sin darse cuenta. Sus ojos no se apartaban de la tropa que se acercaba, buscando el rostro de alguien muy querido y preciado para él.

Finalmente, la esperada persona apareció a la vista, sentada elegantemente sobre su caballo. Su cabello dorado ondeaba al viento como una bandera y el brillo de su piel era más fuerte que el de la luna llena que se alzaba en el cielo. Y su sonrisa... su sonrisa era la de alguien que acababa de llegar al paraíso.

"Padre" –Legolas desmontó rápidamente y se lanzó a los brazos de su padre.

"¡Valar! –exclamó Thranduil, abrazando a su hijo con fuerza-. ¡Legolas! ¿Por qué no me dijiste que ibas a volver a casa?"

Legolas se separó un poco y sonrió con timidez.

"Uh... ¿Sorpresa?"

Thranduil se echó a reír y volvió a abrazarlo.

"¡Pues sí que lo ha sido! ¡Vaya sorpresa!"

Con el rostro apretado contra el cuello de su padre, Legolas sonrió con los ojos llenos de lágrimas de felicidad. Exceptuando la vez que Thranduil lo había visitado en Minas Tirith hacía un año, esta era la primera reunión de ambos tras su unión a la compañía del anillo. Y esta vez la reunión tenía más importancia para el príncipe, pues ahora sabía que su largo viaje por fin había terminado.

 Y esta vez la reunión tenía más importancia para el príncipe, pues ahora sabía que su largo viaje por fin había terminado

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