Apretando con desesperación las riendas del caballo Haradrim que montaba, Legolas cerró los ojos e intentó reprimir el llamado del mar causado por los graznidos de las gaviotas.
Este no es un buen momento, pensó. Maldición, ¡nunca lo es!
"¿Legolas?"
El príncipe escuchó cómo Glorfindel lo llamaba, preocupado, pero decidió no responder. Mordiéndose el labio para evitar gritar de miseria y avergonzarse a sí mismo ante sus guerreros y camaradas, Legolas volvió a abrir los ojos y miró a las aves. ¡Acabemos con esto de una vez!
"¿Qué está haciendo?" –se preguntó Faramir en voz alta al ver que alzaba un brazo. Glorfindel y los gemelos no respondieron, curiosos por lo que Legolas iba a hacer.
Mientras observaban, una de las gaviotas descendió de repente y se posó en el antebrazo del príncipe, graznando. Entonces el ave y el elfo se miraron a los ojos durante un momento tenso. Los labios de Legolas se movían, pero los demás no escuchaban lo que decía.
Finalmente, la gaviota desplegó las alas bruscamente y despegó, ascendiendo rápidamente para reunirse con sus compañeras. Tras una última vuelta sobre ellos, se alejaron de vuelta al mar. Mientras Legolas las veía irse en silencio, los demás se acercaron con sus caballos.
Glorfindel miró su rostro de cerca.
"¿Estás bien, Legolas?"
El príncipe asintió.
"Creo que sí."
Los gemelos se miraron antes de que Elladan dijera:
"Te llamaban."
"Sí."
"¿Y qué les dijiste?" –preguntó Faramir.
Legolas sonrió débilmente.
"¡Les dije que si no paraban de molestarme dejaría de ser vegetariano y comenzaría a desayunarme a esos malditos pájaros!"
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La bonita Narasene era una novia perfecta.
Legolas no podía apartar los ojos de ella mientras estaba de pie, a su lado, en el mirador. Estaban a punto de convertirse en marido y mujer y lo habían esperado con ansias desde que Legolas había vuelto de Minas Tirith hacía dos semanas.
Asfahn había ido a juicio y lo habían declarado culpable de todos los cargos. En un esfuerzo por defenderse, el hombre había dicho varios nombres de otros consejeros de Gondor que también habían colaborado con los Haradrim. La casa de Elessar regresaba a la normalidad y la paz había vuelto a Gondor. Aragorn pudo, por fin, comenzar a relajarse.
El bello y antiguo jardín del palacio de Mirkwood estaba decorado maravillosamente con flores y lazos, al igual que el mirador. Incontables mesas y sillas se habían colocado allí para recibir a cientos de invitados que habían ido a presenciar la histórica y feliz unión. Entre ellos se encontraban los hijos gemelos de Elrond con su abuelo, pues Lord Celeborn se había ido a vivir con ellos a Rivendel tras la partida de su esposa a Valinor.
Arwen estaba sentada al lado de su abuelo, sujetándole una mano y sonriendo, encantada. El Rey Elessar, ya recuperado por completo, estaba a su otro lado, riéndose al ver la expresión enamorada de Legolas. Elladan y Elrohir se daban codazos, también divertidos al ver las ganas de su amigo de terminar con la ceremonia para llevarse a Narasene a un lugar más privado.
Acunando a su hijo con un brazo, Faramir le dijo algo a Gimli y al rey Éomer que hizo que los tres estallaran en ruidosas carcajadas. Las esposas de ambos hombres, la Princesa Lothiriel y Lady Éowyn susurraban entre ellas, admirando el exquisito vestido que llevaba Narasene.
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Problemas en Telcontar
FanfictionTelcontar, la casa dirigida por Elessar, es amenazada por los Haradrim. El Rey de Gondor necesita toda la ayuda que pueda conseguir para resolverlo, pero parece ser que Legolas tiene sus propios problemas con los que lidiar