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커피 || Entrega

Asentí lentamente antes de corresponder la falsa sonrisa que esa chica me regalaba. Sus ojos parecían escrutarme de arriba abajo y tampoco me importó que lo hiciera, pues con el corazón en el pecho y aferrándome a la libreta que de mi mano estaba, comencé a caminar, dejarlos a un lado sin tener la valentía de observarlos una vez más. 

Llegué a la cocina mareada, dictando con exactitud cada una de las órdenes que me habían dado. La cabeza no dejaba de darme vueltas por todo lo sucedido con anterioridad, aún no me veía capaz de creer que esa hermosa chica era JiEun y estaban juntos, viéndose como la pareja perfecta. El estómago se me revolvía de tan solo pensarlo, y a pesar de que mis sentimientos aún no eran claros, tenía que admitir que, en cierta parte, mi corazón estaba herido y explotaba una y otra vez en mi interior. Casi como si hubiera recibido un golpe bajo por el hecho de recordar sus palabras despectivas hacia mí. 

Extendí mi mano para tomar asiento en una de las bancas que se encontraban dentro de la cocina, mirando el suelo y dejando que las vueltas y vueltas de teorías sobre su encuentro mantuvieran un sentido alguno en mi cabeza; sin embargo, alcé la vista de inmediato en cuanto sentí un pequeño toque en mi hombro. 

Se trataba de una de las meseras de las que ni siquiera recordaba el nombre, pero se veía preocupada por mí, e incluso me preguntó si estaba bien. Me pareció un gesto tan amable que simplemente negué, asegurándole que no se preocupara por nada. 

—¿Estás segura? —volvió a cerciorarse y le sonreí suavemente. 

—Claro que sí. De mí ni te preocupes. Gracias. 

Ella asintió, no del todo convencida y se fue. 

Fruncí el ceño al pensar que nunca le había visto por aquí alguna vez, y me pareció que era nueva, pero su uniforme añejo me lo negaba rotundamente. Quise entablar una conversación con ella y estaba dispuesta hacerlo, no obstante, el sonido de la campanilla me sobresaltó y fui casi que corriendo hacia ese. 

—¡Apúrate Lisa! —gritó el chef, con su ceño fruncido y dejando la bandeja encima de la mesa. Lo agarré en un instante, pero el corazón se me detuvo cuando vi el número del pedido. Y ver que tenía un gran "once" pegado en este. 

A mi cabeza vino de inmediato la imagen de ellos dos y la mirada traviesa de JungKook. No quería volver a ese lugar y ya lo tenía clarísimo, sin embargo, si me quejaba quedaría como una engreída y tampoco deseaba serlo. Me dije a mí misma que no era la gran cosa, que solo era cuestión de entregar e irme; pero mis palabras no se sentían correctas y eran más como mentiras. Porque si ellos no se veían afectados por mi presencia otra vez, a mí sí. Y no estaba dispuesta a ser una burla para ella. De tan solo recordarla hacía mi sangre hervir y mi respiración pesada, cuando esa misma mesera se me acercó, con una sonrisa pintada en su rostro. 

—Nunca había visto a alguien dudar tanto por entregar un pedido. —confesó y bajé la mirada, con la vergüenza acumulándose en mis mejillas. 

—Es que es... ¿complicado? —negué con la cabeza al decirlo, en realidad, seguramente para ellos mi presencia nos les importaba una nada misma y solo era yo la que se hacía problemas por algo tan banal como aquello. Y tal vez era eso lo que más me enfurecía al fin y al cabo. Pensar que para ellos no significaba nada.—En esa mesa están las personas que menos quisiera ver ahora, y me incomoda tenerlos cerca. 

—Tranquila, creo que puedo entenderte. —aseguró, mirándome compasiva.— Si quieres, yo te puedo llevar el pedido. No tengo problemas. 

Dijo y juré que jamás en mi vida había tenido los ojos tan centelleantes como lo estaban en esos momentos. Le observé como si acabara de ver un ángel y ella sonrió, como si no le molestara. Asentí débilmente y no hizo falta decir más, la chica de la que aún no sabía ni el nombre, levantó la bandeja y se perdió entre el lugar.  

coffee - lizkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora