Chapter 6: El lobo ante el árbol amarillo

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La única razón por la que ellos estaban allí, era porque la sacristía de Ateliesta quiso dar una ceremonia en honor a los fallecidos por las tragedias de Asmodín, que habían sacudido toda la comarca. La voz del fraile se perdía en las altas bóvedas de la Iglesia, el sol de la mañana arrancaba destellos dorados de las cabezas de los presentes.

Len entornó la vista hacia uno de los bancos, cabeceando levemente, esperando no caer dormido. No ponía ningún esfuerzo en seguir la lectura; y para ser justos con Len, la voz del diácono era tan horripilante, casi de ultratumba, que retumbaba en las paredes, en una larga diatriba sobre el Infierno y como evitarlo... ¡Ja! ¡Como si a Len le importara todo ese rollo de la "Vida Eterna"! Ya sabía que él y Rin se irían al Infierno algún día, y lo mejor era disfrutar la vida humana lo mejor posible.

Dicen además, que el Cielo está lleno de buenos hechos y el Infierno de buenos deseos.

El coro se levantó para dar comienzo a los cánticos. Len se puso a contemplar los enormes vitrales de las ventanas: San Jorge empalando al dragón, San Pedro jalando sus innumerables redes; incluso se veía a Santa Zita con el manto de lana, de la que Len fue devoto antaño atrás (1); la más impresionante de esas imágenes era la de la Virgen María, extendiendo su mano a alguna alma necesitada y adornada con esa vidriosa sonrisa. Cada una de estas imágenes parecía ejercer emociones en los pobres feligreses, como si les hicieran creer que no importa que tanto los apaleen en la vida terrenal, con solo ser bueno, te ganaste un pase el Cielo... ¡Bah! Para Len no eran más que ventanas decorativas con bonitos efectos de luz. ¿Emoción en su alma? Más bien sentía impaciencia.

—Este hombre... ¿No terminará nunca?

—Por favor, Len...—susurró Rin mirándolo con fingido reproche—. Cállate.

—Lo intento querida, pero es demasiado tedioso para soportarlo—contestó Len con picardía, posando la mano en el vientre de la joven, recibiendo una leve patada. Miró a su hermana y le sonrió ampliamente.

Así es: Rin estaba embarazada de Len. Lo supieron cuando la rubia comenzó a tener los mismos síntomas que Meiko-nee, quien tenía varios meses más que ella; Después del primer desconcierto general, siguieron abrazos y lágrimas para los gemelos. La idea de estar juntos y con futuros hijos en camino, era una bendición. Y si Len se dignó a rezar, lo hizo para agradecer este pecado tan maravilloso y para que el bebé naciera bien. Una alegría así de grande solo se vive una vez en la vida.

— ¡Len, mira! ¡Fíjate en el fraile que acaba de salir! ¡Tiene una verruga gigante!

— ¡Si, ya lo veo! Parece una bomba. ¿Y si explota?

Algunos presentes volvieron las cabezas ante esas risas y cuchicheos, y al sentirse observados, Rin y Len dejaron de hablar y adoptaron unas caras de fingida compunción. Observaron como al fraile de la verruga, al hablar, se la tocaba sin parar. Len bajó rápidamente la cabeza para ocultar su hilaridad, mientras Rin trataba con todas sus fuerzas de no estallar en una risa histérica.

Salieron tomados de la mano, riéndose a carcajada batiente del fraile verrugoso, incluso en la grotesca parte donde logró reventárselo en plena comunión y todo el pus cayó en una anciana que tenía la boca bien abierta.

Caminaban pausadamente, por si Rin sintiese alguna molestia, aunque hasta ahora no sentía nada, pues la chica Kagamine era joven y podía sobrellevarlo mejor (2). Se regocijaba al ver la barriga ya empezando a notarse levemente, donde reposaba el fruto de su pecaminosa relación que sobrevivió a todas las adversidades. Disfrutaba tocarlo, hablarle y cantarle, dejar que Len posara la mano y sentir las pataditas, hablar con Meiko-nee sobre cosas como embarazos y mamás y reírse de los ataques de pánico de Kaito, al pronto ser padre primerizo y no tener ni puñetera idea de que hacer.

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