Chapter 4 - Baile de medianoche

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Después de varias semanas, finalmente el invierno llegó con toda su fuerza a toda la región de Evillious. Esta vez el sol definitivamente se escondió y no volvería a aparecer por ahora. Un amplio manto blanco cubrió todos los campos y caminos. Copos de nieve cubrían las terrazas y los tejados poseían ahora curiosos sombreros blancos. Remolinos de nieve agitaban las ramas y levantaban los abrigos. Los ríos se congelaron y para sacar agua ya no se podía hacer a cubas sino a golpes de hacha. Un frío que no respetaba ni a las piedras hacia estremecer los miembros del cuerpo aun dentro de las pieles cubiertas.

En Asmodín, tal y como Len había presentido desde hacía mucho tiempo, hubo invierno de hambre.

Allí, el medio kilogramo de trigo se vendía a sesenta piezas de oro y el medio fardo de leña vieja, a treinta y cinco, precio jamás alcanzado. Las últimas cosechas estaban destruidas y enterradas a más de cinco metros bajo tierra. El ganado se moría de falta de forraje y la gente se peleaba por los restos del descuartizamiento. El viejo cementerio de la campiña volvió a abarrotarse y muchas madres desconsoladas enterraban a sus hijos en el paraje, junto a las viejas fosas comunes donde reposaban los huesos de los padres de Rin y Len. La mala cosecha, el escándalo del Duque de Venomania y sus mujeres, su misterioso y violento asesinato y la purga expiatoria posterior a su caída, alimentaban a la trágica imaginación popular. Muchas de las víctimas, entre ellas Miku, Luka y Gumi, tomaron sus cosas y se fueron para siempre del pueblo maldito, rápidamente cayendo en el olvido...

Dejemos de una vez este pueblo que se hunde y vayámonos unos kilómetros al este...

...

Len apartó el largo cortinaje que cubría los ventanales para que entrara algo de claridad a la habitación. Desde el alba estaba despierto, pues se había acostumbrado a levantarse siempre temprano para hacer las tareas domésticas del castillo. Se sobresaltó al darse cuenta que ya no tendría que hacer nada de eso; ya no sería más la "muchacha de servicio", como Gakupo solía decirle a sus espaldas. Hizo crujir los huesos de los hombros y manos.

¿En verdad había pasado todo esto? Se sentía como si todo lo que había ocurrido en el castillo de Asmodín no había pasado hacía tan solo un par de semanas, sino hacia años. Tenía la sensación de haber emprendido un viaje de cientos de miles de kilómetros. Era una sensación aterradora y a la vez liberadora. La vida perdida le parecía tan lejana y palpable a la vez: "Me siento como si de golpe tuviera cincuenta años, y ni siquiera tengo quince aún. Has perdido el juicio, Lenny" se decía meneando la cabeza.

Desde la madrugada de pesadilla en la cual que escaparon en el pequeño carruaje para bordear los campos devastados por la tormenta para luego llegar a la frontera Azul, como un hambriento que se harta de comida creyendo nunca saciarse, Len tomaba posesión del universo con la mirada. La perspectiva de ser libre y tener a Rin a salvo con él le provocaba una especie de vértigo.

"¿Volveré a acostumbrarme a la libertad?" se preguntaba.

Ateliesta (1), población del Reino Azul y, por lo tanto, feudo de Kaito y de Meiko-nee, parecía uno de esos pueblitos mostrados en los libros ilustrados y en las tarjetas postales. Ese lugar se caracterizaba con su eterno aire de mercados, de harina con manteca y leño verde humeante. Las casitas de piedra y de madera, los tejados en forma de aguja y sus muros de más de 500 años de antigüedad que la cercaban, sumado todo al invierno, le daba un curioso aspecto de aldea navideña... Si, es una exageración, tómenlo como un dato humorístico para relajar el ambiente, señores. Pronto llegaron al hogar de Kaito y Meiko, un castillo más pequeño que el de Gakupo, pero sin duda más acogedor según Len, acordándose de las frías y umbrías bóvedas de los sótanos, en las que rezumaban humedad. Meiko, quien de hecho gobernaba la casa (con puño de hierro y botella de vino a la vez) les designó un cuarto para cada uno. Allí, en esa residencia entre perennes bosques de pinos, los gemelos conocían el invierno de la libertad.

Servant of VenomaniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora