Debía alejarme de él, tan solo le hacía daño. Y él no se merecía eso. Gracias a mi él había acabado en el hospital.
Le miro y me estaba mirando. Le sonrío y el me devuelve la sonrisa.
—Ven aquí conmigo.—dice levantando la sábana de su cama.
—No cabemos ahí.—me río.
—¿Que no? Mira ven.
Me acerco y me hace un pequeño hueco. Me quito los zapatos y me tumbo a su lado. Levanta el brazo y me apoyo en su pecho.
—¿Te hago daño?
—No pequeña.—dice mientras me da un beso en la frente.
Le sonrío.
Ojalá no fuera así. Ojalá no fuera a dañarle.
Enciende la tele, mientras yo me acomodo a su lado.
A los dos días Gazzy ya había salido del hospital. Había hablado con él y me había prometido no acercarse a Jack.
Me había quedado con Gazzy hasta que salió del hospital, le acompañe a casa y durante ese tiempo reflexioné hasta llegar a la conclusión de que no podía hacerle más daño. Y eso conllevaba separarme de él.
Al día siguiente no fui al instituto y puse la excusa de que me encontraba mal. Gazzy insistió en quedarse conmigo en casa, pero terminé convenciéndole de que fuera a clase que ya había faltado bastante tiempo.
Al día siguiente tampoco fui, pero esta vez no miré el móvil en toda la mañana, cogí una mochila con todo lo que necesitaba y cogí un bus. Me bajé en la última parada, era una playa, preciosa. No me gustaba la arena, siempre la había odiado, pero me quité los zapatos y caminé sobre ella sin importarme si los granitos de arena pasaban más de mis tobillos.
Me puse música y me tumbé en una toalla que había extendido sobre la arena. Había hablado con Cati, ella estaba bien con X, y la verdad eso me alegraba. Era bonito ver como tu mejor amiga estaba bien con la persona que quería. Eran diferente a la relación que tenía yo con Gazzy.
Ellos parecían cuidarse el uno al otro. En cambio, yo parecía que sólo quería causarle problemas a Gazzy.
Había quitado el sonido a las notificaciones del móvil desde esta mañana a las 6:30, cuando desbloquee el móvil para mirar la hora me fijé en que tenía más de 10 llamadas perdidas de Gazzy, otras 3 de mi hermano y 5 de Cati. Todo eso aparte de todos los mensajes por partes de ellos tres, de Omar y de Diego.
Sonreí. Por una parte me hicieron sentir bien, por otra no. Parecía que me echaban de menos, pero estaban preocupados por mi culpa.
No tenía pensado contestarles. No todavía.Miré los horarios y cogí mis cosas. Quedaban 10 minutos para que pasará un bus. Ya eran las 15:35, era hora de volver a casa. Fui hasta la parada y me senté a esperar. Me tapé la cara con las manos hasta que sentí que alguien me tocaba el hombro.
—Perdona, ¿estás bien?
Levanté la cabeza y me encontré con un chico. Moreno de piel, ojos pequeños y labios grandes. Con bastantes tatuajes por el cuello y brazos, y me apostaría que por las piernas y el pecho también llevaba alguno.
—Sí, sí.—dije sin ánimo.
—Ay, pero si eres preciosa. No te tapes la cara.
Sonreí y miré hacia otro lado sonrojada.
—Bueno, por lo menos te he hecho reír. Ya me doy por satisfecho—dijo sonriendo y levantando las manos.
Le miré sonriendo.
—¿Vas a coger el bus? Bueno, vaya pregunta, no vas a estar aquí contando hormigas.—dice contestándose a él mismo. Al ver que no contesto rápido me mira con los ojos abiertos—¿Estás aquí contando hormigas?
Empiezo a reírme casi sin poder parar a coger aire.
—No, no estoy contando hormigas.
—Uf, menos mal.
—¿Como te llamas?
—Nerea, tu?
—Steven.—sonríe.
—Me suena tu cara.
—Vivo cerca tuya, desde pequeños. Tu también me sonabas a mi, por eso me he acercado.
—¿Puede ser que tu y yo nos juntáramos de pequeños?
—Sí. Pero cuando teníamos 7 años me tuve que mudar con mi padre pero volví hace 2 meses.
—Recuerdo cosas de cuando éramos pequeños.
—Yo también.
Miro hacia la carretera y veo un bus que va acercándose.
—¿Coges este?
—Sí. Tu también, no?
—Sí.—le miro sonriendo.
Me levanto y veo que Steven también se levanta. Alzo la mano para que el conductor nos vea y pare. El bus va frenando poco a poco y se para justo a nuestra altura. Subimos, pago y voy hacia el asiento que siempre me sentaba. Miro por la ventana y escucho un ruido en el asiento de al lado. Miro y estaba Steven sonriéndome. Siento un cosquilleo en la barriga.
—¿Estaba ocupado?—dice levantándose a ver si había algo en la silla.— Creo que no, eh. Como me has mirado así tan sorprendida.
—No sé, no esperaba que te fueras a sentar conmigo.—digo sonriéndole.
—Hombre a ver, era o sentarme solo, con una vieja que le he visto los pelos del bigote desde 5 metros o con una chica preciosa.—levanta los hombros—¿Tu a quien habrías elegido?
—Mmm, la vieja del bigote no es una mala opción, ¿no?
—Ah bueno, pues me voy con la vieja.—dice levantándose.
Le cojo del brazo.
—No, no. La chica, que no es preciosa, también es buena opción.
—Bueno, pues me quedo con la chica que si es preciosa.—dice remarcando el "si".
Sonrío y miro hacía la ventana con vergüenza.
—Tengo chuches.¿Te apetecen, chica preciosa?
Le miro y asiento.
Coge su mochila y le sigo mirando. Saca una bolsa de chuches con forma de pulpos, otra con gusanitos y otra de espaguetis.
—¿Venias preparado para conquistar alguna chica?
—No, pero espero estar consiguiéndolo.