Espera

234 16 7
                                    

Giré en la primera calle que vi y me adentré en un oscuro y mugriento callejón que, por desgracia, no tenía salida. Golpee la pared con rabia y nerviosismo y traté de encontrar un escondite. Al final me decidí por un cubo de basura a rebosar y me situé lo más encogida que pude tras él, deseando que ninguno de ellos fuera lo suficientemente listo como para buscarme aquí.

 

- ¿Viste por dónde se fue esa perra?- gritó bastante cerca de mí Harryson, un chico de mi instituto. No recordaba haberle visto con los chicos cuando vinieron a por mí en la discoteca. Ni siquiera creo que me conozca, por lo menos, no más de lo que lo conozco yo a él, es decir, apenas nada.

 

- Creo que salió por esa calle- respondió otro. Recé en silencio para que la calle a la que se estaba refiriendo no fuera este callejón, porque si no este sería mi fin.

Por suerte, poco a poco los pasos se fueron alejando hasta que todo quedó en silencio. Respiré hondo y me incorporé pesadamente, tenía el cuerpo totalmente entumecido. Caminé con cuidado de no hacer mucho ruido con los tacones y me asomé a la esquina del callejón con miedo. No parecía haber nadie por ningún lado.

 

Aún un poco intranquila, decidí regresar al lugar en el que había dejado estacionado mi coche y volver a mi casa, donde nadie podría hacerme sentir pequeña. Recordé que mis padres no estaban en casa y sentí la necesidad de llamar a Grace e invitarla a dormir, de contarle todo lo que había pasado, de hablar de todo y a la vez de nada, como siempre habíamos hecho. Pero también recordé que no podía. Grace no respondía a ninguna de mis llamadas, ni siquiera se dignaba a hablarme ahora. Se estaba comportando como una verdadera gilipollas conmigo como hacían todos los demás, incluso Bruno, y un profundo dolor en donde se supone que debía tener el corazón hizo acto de presencia al darme cuenta una vez más de lo sola que me había quedado.

 

Agarré el volante con fuerza y reprimí las ganas de llorar, como había aprendido a hacer desde hacía un par de meses. “Nunca permitas que te vean llorar, demuestra que eres fuerte, no les des lo que están buscando”. Sacudí la cabeza con fuerza y arranqué el coche, pensando en las inmensas ganas que tenía de llegar a casa y por fin sentirme segura. Porque aunque hoy me hubiera librado de ellos, en otras ocasiones no tuve tanta suerte. Como hace un par de semanas, cuando nada más salir de clase me ataron de manos y pies y me encerraron en mi taquilla. Fue un verdadero milagro que finalmente el conserje me oyera gemir desde el interior del pequeño cubículo, porque sino probablemente habría muerto allí dentro. Y lo peor de todo ello es que esa “bromita” constituía lo mínimo que podrían llegar a hacerme, por eso mismo me negaba a salir de casa cada día y saltaba clases cada vez que la oportunidad me lo permitía. Mi vida era un completo infierno, y todo por… ni siquiera quiero recordar el momento. Es como si aún pudiera oír cada insulto, palpar el inmenso odio que todos tenían contra mí, un odio que parecía prolongarse indefinidamente en el tiempo.

 

Estacioné el viejo ford de mis padres frente a mi casa, cogí mis tacones con la mano y crucé lentamente el jardín, sintiendo el húmedo tacto de la hierba bañada por el rocío. Cerré los ojos durante unos segundos y disfruté de la sensación mientras respiraba hondo el fresco aire nocturno y me dejaba llevar lentamente por la melancolía que rodeaba mis recuerdos. Tanto, que no advertí que una segunda persona analizaba cada uno de mis movimientos en silencio, preparándose para atacar a la mínima oportunidad.

 

Abrí los ojos de nuevo y cogí en mi bolso las llaves de casa, al mismo tiempo que entraba en el porche de casa. Justo cuando me disponía a abrir la puerta, un ruido cercano me sobresaltó y una voz suave y seductora susurró en mi oído, al mismo tiempo que mi cuerpo temblaba de terror:

Taking Back My LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora