El trato estaba hecho. No era un acuerdo de alianza. Era un tratado de paz, paz que no estaba seguro que durara. Los seiscientos doce años que llevaba con vida le habían enseñado que la paz no duraba, y mucho menos para los inmortales que en el tedio de seguir viviendo sin verse afectados por los años, valoraban los escándalos que hacían menos aburrida la eternidad.
Desde su punto de vista era estúpido que mezclara la sangre de dos clanes tan diferentes, los lobos y los vampiros, si bien tenían similitudes, nunca se habían enlazado. Mucho peor, lo escogieron a él para ser el conyugue del representante de los lobos. Él no era un individuo fácil de tratar, mucho menos con los prístinos hábitos que llevaba desde hace siglos al menos desde que pudo vivir "solo" en su ala de la casa Ackerman que aún no lo mantenía lo suficientemente lejos de su "familia" como para estar del todo cómodo, pero no se quejaba, al menos en voz alta.
El trato no lo había hecho él, nunca en su vida se hubiera ofrecido para ello por obvias razones. Los lobos eran criaturas guiadas por puro instinto, ruidosas, estúpidas y sucias. Vivían en madrigueras debajo de la tierra. ¿Acaso no se habían enterado de que se podían construir casas? Y aunque prefieran vivir y criarse bajo tierra eran considerados más agradables que los vampiros. Eso no lo entendía, porque aunque los vampiros necesitasen de sangre humana para subsistir (Lo que les hacía tan aberrantes para los humanos) podían mantenerse con alimentos comunes por un tiempo aunque no les nutría en lo más mínimo así que no podían evitar buscar su sustento con los humanos.
Su familia había sido la que presento la medida de pagar a los humanos por la sangre entregada voluntariamente, creando reglas que beneficiaran a ambas partes y evitaran los problemas. Así que la sangre que consumían era dada voluntariamente. También por ello tenían un gran número de convertidos actualmente, los vampiros que se encariñaban de humanos y no querían dejarlos ir en las manos de la muerte optaban por convertirlos, y aunque no alcanzaban las habilidades de alguien nacido con la condición de vampiro, impresionaban con sus capacidades de adaptarse.
Suspiro por millonésima vez en ese día ¿Acaso eran idiotas? ¿Pretendían que el contrajera nupcias con una cachorro de lobo así nada más? Sin duda alguna el que fuera hijo de un amante sin rostro jugaba en su contra, y aunque Mikasa fuera la primogénita de la familia principal, la heredera y todos los títulos que pidieran dársele no la habían ofrendado como a él por este estúpido convenio. ¿La mezcla de sangre valía la pena por un pase libre por tierra de lobos? Al parecer, sí.
-Levy.- la imponente voz de Micke llego desde el otro lado de su puerta. No es que quisiera bajar al salón y conocer a la chiquilla que tendría que tener como esposa, pero debía seguir el protocolo y recibirla. Tendría que conversar con ella, halagarla, agradarle a sus acompañantes y hacerle una invitación para que volviese y repetir lo mismo. Eso no era lo suyo. Era un hombre de pocas palabras, valoraba el silencio y la soledad, la paz que había conseguido después de mucho tiempo, no quería verse envuelto en ese problema, pero así debía hacerlo si quería conseguir su objetivo. Solo debía obedecer.- ¿Qué mierda quieres?- fue su respuesta al llamado.
-Erwin solicita de tu presencia en su despacho. Es urgente, tampoco puedes evitarlo. Así que baja de una vez.- se lo temía. Bueno, era mejor salir del problema de una vez.
El que saliera de su habitación era inaudito para todo el mundo. Aún más inaudito para los empleados de la casa, que nunca habían entrado a sus aposentos ni siquiera a limpiar, él podía limpiar por su cuenta, con la comida, la dejaban en una mesa al lado de su puerta, cuando debía ingerir su alimento real, lo dejaban en una jarra en la misma mesa y solo hacían sonar una campana que el mismo dejaba para que supieran que solicitaba la sangre y luego se iban. Socializar no era lo suyo en absoluto, cuando era niño, solo recordaba haber conversado con su madre por horas, y no es que él hablara o tomase la iniciativa de hacerlo realmente, su madre tenía una voz que valía la pena ser escuchada. Su voz era lo que más recordaba de ella luego de casi cuatrocientos años de que hubiese fallecido, era suave, cálida y reconfortante. Casi podía volver a escucharla si lo intentaba.
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Offer Eum
FanfictionPor la paz, se firma un tratado entre los habitantes de la noche, de aquellos que salian a cantar a la luna, y los que perforaban las venas de mortales a modo de sustento. Con un rostro de piedra, con un corazón tan frio como el invierno más crudo y...