Capitulo 10: Non Humani

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-Señor... el consorte...- los ojos que se posaron sobre la señorita Petra no anunciaban nada mas que muerte. No pudo resistir a la intensidad de la mirada que pesaba sobre ella, lentamente la vio ceder a la fuerza que también lo empujaba, que los sometía, la vio caer sobre sus rodillas e inclinar la cabeza. El hacia lo mismo con sus orejas pegadas hacia tras en su cabeza haciéndole lucir pequeño, su cola se había encogido entre sus patas traseras tratando de cubrir su olor, aunque sabia que era inútil, pero a pesar de ello, había logrado colocarse frente a la pequeña humana que aun sangraba.

Los ojos volvieron su atención a él, nunca creyó que en este lugar encontraría un dominio que se sentía peor que el de los alfas de su manada. La invisible presión contra su nuca lo hacía querer encogerse todavía más, pero si cedida, la niña quedaría totalmente desprotegida, y esa voz, esa que cantaba en el interior de su alma, la que anhelaba cachorros hinchando su vientre, de dulces bebes entre sus brazos, era la que ahora le apremiaba a alzarse para proteger a la frágil criatura que sentía como suya para cuidar.

No fue muy consciente de cómo, pero logro estirarse, aun con el aire presionando el aroma toxico a sus pulmones, y en un acto proveniente de su instinto, gruño, le gruño por proteger este bebe que nadie protegía, le mostro sus colmillos a este hombre que podía matarlo con un mínimo esfuerzo.

-Eres un animal. Compórtate como una criatura civilizada, aunque es mucho pedir para alguien de tu raza. – su voz era como un martillo golpeando entre sus oídos. – Cambia. – se negó. No tenia ninguna oportunidad contra el en su forma humana, no podría resistirlo, la delicadeza de la piel humana no podría combatir contra él. – Cambia. – le ordeno de nuevo, y aunque no estaba gritando como hubiera esperado, el suave, pero gutural tono de su voz era aterrador. La negativa a obedecer estaba llevándose toda su fuerza, se desplomaría. Su cuerpo empezaba a temblar de terror. No había manera de ganar, pero era mejor que rendirse. Y con esa resolución, gruño de nuevo.

No lo vio venir, en menos de un parpadeo estaba justo frente a sus ojos. La mancha escarlata en su mano izquierda derramaba gotas del mismo color al azulejo nacarado lleno de cristales de colores- No hagas que lo repita de nuevo. – no atino a moverse, no podía, no podía negarse ni cumplir su orden, el vacío se extendió por su cabeza como una mancha de tinta sobre algodón. Estaba siendo aplastado por la magnitud de su fuerza, sus pulmones se contrajeron en un síntoma de terror absoluto, empujando el poco aire que tenia hacia afuera. Sus patas se plegaban en sus articulaciones haciéndole mas pequeño, su cola rozaba su vientre por entre sus patas traseras, dejo expuesta su nuca en señal de total sumisión y en un acto que juro no hacer, a pesar de la falta de aire, un gemido de terror escapo de su garganta.

Vio sus ojos acerados astillados en rojo, ampliarse ante el sonido, escucho su corazón palpitar con un fuerte estruendo como su hubiera estado justo en sus oídos, olio el temor invadirlo, como si este hombre fuera capaz de sentir miedo por algo. El omega en su interior se estremeció en un reconocimiento que no entendió.

El rojo que manchaba sus ojos fue desapareciendo como regresando por el mismo camino por el que se había extendido, el corazón en su pecho regulo su palpitar, y la mano invisible que le estrangulaba la garganta se deslizo suavemente como pidiendo disculpas por hacerle daño. – Petra... - su voz sonó estrangulada, como si el mismo se hubiera estado ahogando.

La señorita Petra se alzo en postura temblorosa. – Si señor... - su voz temblaba como si aún no recibiera suficiente aire, su rostro estaba sonrosado por el esfuerzo y el sudor descendía por una mejilla en una respuesta física que nunca había visto o imaginado en un vampiro. – Arregla este desastre. – su voz volvió al tono gélido que poseía siempre, pero escuchaba un dejo de agonía en su voz. – Averigua de quien es ese neófito y haz que responda por esto. – ella asintió mas estable sobre sus pies. En cuento a él, lo vio voltearse y salir a paso apresurado, aunque visible. No volteo hacia atrás ni una sola vez. Y por una razón que le era totalmente ajena, sintió su alma estirarse de manera dolorosa, casi agónica, y eso era decir mucho después de todo lo que había pasado.

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