Capitulo 9: Naturae

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Moverse rápido era un mero eufemismo para los de su raza. En ocasiones, los jóvenes solían tener dificultades para dirigirse de un punto a otro a una velocidad visible para los mortales, algo similar se daba a los neófitos que adquirían la inmortalidad por el veneno de un inmortal de cuna, pero en el caso de estos últimos, el control se daba con más facilidad, para él, estaba una dificultad para poder mantenerse en un ritmo considerable para las normas de etiqueta que lo volvían civilizado, no el terror de las leyendas mortales "No somos animales ni bestias de puro instinto, somos más, .Los más antiguos, los que reinan sobre este mundo". Eso era lo que rezaban sus maestros en sus lecciones cuando aún era niño y le enseñaban sobre disciplina y modales. Sobre ser regios y orgullosos. Sobre nunca mostrar ni la mínima debilidad a las demás razas.

En este momento estaba de pie frente a la habitación del mocoso, rompiendo toda enseñanza, que, aunque no importaban realmente, lo mantenían en control. Y a pesar de ello, había tardado menos de un parpadeo mortal alcanzar ese punto, lo que había requerido su concentración, había sido detenerse. Se había visto atraído por el embriagador perfume del crio, él, que siempre lograba mantener hasta el más primario de sus instintos en una bóveda en lo profundo de su psique, donde deberían quedarse, que nunca debía ser abierta. Con lo que no había contado hasta el momento, era que un aroma en específico podría despertar la parte de él que todos los inmortales, que se mantenían en conciencia temían, y, aunque en estado de somnolencia, la bestia que podría teñir la tierra de sangre, que luchaba por mantener en lo profundo de si mismo, estaba deseando poder degustar nuevamente de la ardiente sangre que fluía por las venas del maldito mocoso.

Decidió, no respirar. Inhalar, aunque fuera un poco más de la candorosa esencia podría llevarlo a ceder a la poderosa y primigenia sensación que susurraba placeres hasta hartarse. No cedería, no era una bestia que era fácil de influenciar, estaba por encima de ello. Tenia lo suficiente en este mundo como para no ser considerado un neófito vampiro que no podía contener la sed de sangre, pero la esencia que pululaba como mariposa, que se filtraba en su conciencia como un hechizo estaba haciendo estragos con su dominio de si mismo.

Abrir la puerta, y desplazarse por el espacio hacia el cuarto de baño, donde se percibía la presencia del lobo le llevo menos de un segundo, en el que descendió al más intenso pragmatismo del que era dueño y, a pesar de haber contenido la respiración, la fragancia concentrada en las paredes le golpeo con tanta fuerza que sintió como si su alma se sacudiera. Los ligeros matices nuevos en la emanación del lobo le habían dado una sorpresa, al traspasar el umbral volvió a abrumarlo, puesto que verlo cubierto únicamente por una bata de baño dejando mucha piel tersa al descubierto, mostrando lo deseable que podía ser su juventud y su virtud en contraste con esos ojos verdes, ahora no arrogantes, sino sorprendidos y vulnerables le hicieron olvidar la razón por la que había ido a esa habitación. "¿Serás solo mío?" Una mano pequeña y cálida, un delicado sol sobre su piel acostumbrada a su fría temperatura, - "Los compañeros solo se pertenecen entre ellos, entonces funciona al revés también. Yo también seré solo tuyo" - un par de ojos verdes matizados de ámbar, una sonrisa de redondas y sonrosadas mejillas. ¿Ese era un sueño? Y no podía ser suyo, era de el chiquillo que, poco a poco, retrocedía a su anterior mascara de indocilidad.

-¿Señor?... – Sabia que Petra había repetido la pregunta más de una vez, que las doncellas se habían erguido para luego inclinarse nuevamente ante su presencia y la única humana de la habitación estaba aterrorizada en una esquina, mientras que su atención seguía fija en el cambiante lobo que se había puesto lentamente de pie, donde se dio el reemplazado de los suaves y gentiles ojos verdes, por el ámbar de una criatura salvaje que ahora sabia, vivía en el interior de la piel humana. Se había adueñado de el por completo. - ¿Amo? - volvió a cuestionar Petra utilizando el título que más depreciaba, despertando a una aletargada vigilia a el ente oscuro que cohabitaba con los restos de su alma marchita, que por un momento había sido suavemente acariciada por una suave emanación de paz que se volvió ira de parte de su portador.

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