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    Yo estaba agazapado en un lugar diminuto y oscuro. Era pequeño: no era más que un niño. Me tapaba la boca con las dos manos para no hacer ningún ruido. Sabía que si hacia el menor ruido, ellos me encontrarían. Y no quería que me encontraran. Las lágrimas resbalan por mi rostro. Estaba templando.

   Ellos estaban allí afuera. Allí afuera había cosas malas. Por eso me escondía en la oscuridad. Nadie podía verme en la oscuridad. Nadie me encontraría allí.

   Entonces vi la luz, que se me acercaba más y más. El monstruo me agarró y...

   Me desperté gritando y agitando los brazos. Me golpeé con algo y grité otra vez.

   —¡Eh!, soy yo —exclamó Isaac.

   Alguien encendió la lámpara de mi mesilla de noche. Fuera, todo seguía oscuro. Isaac estaba de pie entre mi cama y la suya, con una expresión horrorizado.

   —¿Qué demonios...?

   Me limpie las lágrimas antes de contestar:

   —Lo siento, he tenido una pesadilla.

   —Pues ha debido de ser horrible.

   Danny estaba sentado en su cama, observándome como si fuera el monstruo de mis propias pesadillas.

   —Parecía que te estaban asesinando.

   Sacudí la cabeza y contesté:

   —No era a mí, era a mis padres. Es una larga historia.

   —No importa, es asunto privado. Lo comprendo —dijo Danny.

   Me sentí aliviado al ver que Danny aceptaba mi necesidad de guardar silencio y de no dar explicaciones.

   Isaac se sentó en mi cama, alargó los brazos y me abrazó con fuerza. Él sí que conocía mi historia. Yo se lo había contado todo el año anterior, mientras nuestra amistad iba fortaleciéndose con el correr de los días.

   —¿Crees que vas a poder salir por la mañana a guiar a esos excursionistas? —me preguntó Isaac —. Podríamos dejarlo, esperar al siguiente.

   —No —contesté, sacudiendo la cabeza y apartándome de él—. Tengo que enfrentarme a mis miedos, y adentrarme en la espesura forma parte de ello. Todo irá bien. Esta noche... no sé, puede que sea porque hemos estado caminando sigilosamente por el bosque. Hacía tiempo que no tenía ninguna pesadilla.

   —Bueno, pero recuerda que siempre estamos aquí, a tu lado —dijo Isaac, que enseguida volvió la vista hacia Danny.

   —Sí, estamos a tu lado —confirmó Danny, asintiendo con la cabeza—. Los guías  siempre estarán unidos.

   —Gracias —contesté, acto seguido, solté un enorme suspiro.
Isaac se marchó a su cama y añadió:

   —¿Quieres que dejé la luz encendida?

   —No, ahora ya estoy bien.

   O todo lo bien que podía estar, teniendo en cuenta mis problemas. Lo que era realmente extraño era ese inexplicable miedo que estaba experimentando últimamente. Era como si presintiera algo: como si, en lo más hondo de mi ser, sintiera que iba a ocurrir algo que ni siquiera podía explicar. O algo así.

   Isaac apagó la luz, y yo me acurruqué debajo de las mantas. Me hubiera gustado comprender que me estaba ocurriendo. Mis padres adoptivos no podían explicármelo. Mi terapeuta tampoco lo comprendía. Pero desde que había vuelto al bosque, ese miedo, fuera lo que fuera, parecía haberse hecho más fuerte que nunca. En parte me preguntaba si no estaría relacionado con lo que les había ocurrido a mis padres.

Luz de Luna - Sterek AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora