La luz de la luna nos bañaba; nos bañaba a Derek y a mí.
Un profundo silencio se extendía por el bosque. Nos rodeaban árboles gigantes, cuyas susurrantes hojas parecían enviarnos advertencias con la cálida brisa de la noche veraniega. Pero él no hizo caso. No nos preocupábamos más que el uno por el otro.
Él era un poco más alto que yo, miré directamente a sus ojos grises. Eran unos ojos hipnóticos, que hubieran debido de serenar mi galopante corazón, pero que, en lugar de eso, lo hacían latir con más fuerza. O quizá fuera la proximidad de sus labios lo que hacía errar a mi caótico pulso.
Él dio un paso hacia mí y yo eché hacia atrás, pero el tronco de un árbol me impidió alejarme todo lo que hubiera querido. ¿Estaba listo para esto? ¿Estaba preparado para el beso que iba a cambiar mi vida? Sabía que si él me besaba, yo ya no volvería a ser el mismo. Ninguno de los dos volvería a ser el mismo; sabía que nuestra relación cambiaría...
Mi mente vaciló ante la enormidad de una palabra tan simple: «cambio». Significaba mucho más para mí en ese momento, en el que por fin comprendía.
De pronto Derek estaba mucho más cerca. Yo no lo había visto moverse. Simplemente estaba más cerca. Él podía moverse así de deprisa. Las rodillas comenzaron a templarme, y me alegré de tener un sólido árbol sobre el que apoyarme. Alzó el brazo y descansó el antebrazo contra el tronco, por encima de mi cabeza, como si él también necesitara algún tipo de apoyo. Y eso lo acerco aún más a mí. Sentí el calor de su cuerpo al alcanzar el mío. En circunstancias normales, él me habría atraído hacia sí para estrecharme en un reconfortante abrazo, pero aquella noche nada era normal.
Estaba fantástico a la luz de la luna. Realmente guapo. Su hermoso cabello negro, desordenado. Yo sentí la urgente y temeraria necesidad de tocarlo: de tocarlo a él.
Pero sabía que él interpretaría cualquier movimiento por mi parte como una señal: una señal de que estaba listo. Y no lo estaba. Yo no quería lo que él me ofrecía. Al menos aquella noche. Quizá nunca.
¿De qué tenía miedo? Se trataba solo de un beso. Yo había besado a otros chicos; había besado a Derek.
Así que, ¿por qué me aterrorizaba la idea de que Derek me besara esa noche? La respuesta era sencilla: yo sabía que ese beso nos uniría para siempre.
Él me acaricio mi cabello suavemente con sus dedos. En una ocasión me había dicho que el color de mi pelo le dé rodaban a un zorro de pelaje castaño que vio una vez. Todo lo pensaba en términos relacionados con el bosque. Encajaba con él y su forma de vida solitaria.
¿Por qué tenía tanta paciencia conmigo? ¿Por qué no me presionaba? ¿Es que él también lo sentía? ¿Comprendía hasta qué punto sería transcendental si...?
Él bajó la cabeza. Yo no me moví. Apenas y respiré. A pesar de todas mis reservas, lo deseaba. Lo anhelaba. Y, aun así, seguí luchando para evitarlo.
Sus labios casi rozaban los míos. Casi.
—Stiles —murmuró él seductoramente, acariciándome la mejilla con el aliento—. Ha llegado el momento.
Los ojos se me llenaron de lágrimas. Sacudí la cabeza, negándome a reconocer la verdad de sus palabras.
—No estoy listo.
Oí un rugido amenazador y gutural en la distancia. Se puso tenso. Yo sabía que él también lo había oído. Se apartó de mí y miró por encima del hombro. Fue entonces cuando los vi: una docena de lobos merodeando impacientes por el perímetro del claro.
Derek volvió la vista hacia mí. Sus ojos grises reflejaban decepción.
—Entonces elige a otro, porque no puedes atravesar esto sólo.
Se giró, me dio la espalda y comenzó a dar zancadas decididas en dirección a los lobos.
—¡Espera! —le grite.
Pero era demasiado tarde.
Él había comenzado a quitarse la ropa y a deshacerse de ella mientras apresuraba su paso. Y de pronto estaba corriendo. Dio un brinco en el aire y...
Para cuando cayó a tierra, era ya un lobo. En el lapso de un segundo había pensado de chico a bestia. Y estaba tan fantástico en su forma de lobo como en su forma humana.
Echó atrás la cabeza y aulló en dirección la luna, en dirección al astro que presagia el cambio, que otorga el destino. El angustiado sonido reverberó a través de mí, me llamó. Luché por no responder, pero el lado salvaje que reside en lo más profundo de mí ser era demasiado fuerte y estaba decidido a salirse con la suya.
Eché a correr detrás de él...
Resultaba difícil creer que apenas dos semanas antes yo me hubiera estado riendo y burlando ante la mera idea de que pudieran existir los hombres lobo.
Porque en ese momento yo, Stiles Stilinski, estaba a punto de convertirme en uno de ellos.
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Luz de Luna - Sterek Adaptación
FanficStiles es un chico norteamericano corriente, un amante de la naturaleza incapaz de comprender por qué se siente atraído hacia Derek, un chico distante y de aspecto amenazador. Derek es peligroso, guapo y además... es un hombre lobo. Como líder de lo...