10. Mi paciencia, Jefe, mi paciencia

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Entro corriendo a la oficina, sin aire dejo mis cosas en el escritorio, rezando para que Delacroix no se haya dado cuenta de mi retraso

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Entro corriendo a la oficina, sin aire dejo mis cosas en el escritorio, rezando para que Delacroix no se haya dado cuenta de mi retraso.

Justo en el momento que pongo mi trasero en la silla, lo noto, Delacroix estaba mirando mis movimientos. ¿Desde cuándo estaba ahí?

Recorro su cuerpo de manera rápida, como lo hacía cuando estaba con aquella pose, con sus manos en el bolsillo, recargado en la puerta, haciendo que sus firmes músculos se marcaran a través de su costosa ropa. Suspiro, tratando de calmarme un poco.

Entonces vuelvo mi mirada a su rostro, está con el ceño fruncido y la mandíbula tensa y eso es lo que me basta para entender que él, como buen jefe, sabe todo lo que ocurre en su empresa, incluido el retraso de cada empleado que trabaja para él. En conclusión, sabe que llegué con 40 minutos de retraso.

― A mi oficina. Ahora― su tono de cabreo no me pasa desapercibido y eso quiere decir que, debo tener cuidado y morderme la lengua, porque para variar, anda de mal humor. Se hace a un lado, indicándome a que debo entrar primero que él.

Me levanto, siempre mirándolo, dando a entender que no le temo, ni a él ni a su maldito genio, lo que si temo es perder mi trabajo y no tener suficiente para las medicinas de Eliot.

Camino tranquilamente hacia él y paso por su lado, y como buena mujer que soy, aspiro su aroma, huele a algo cítrico con un toque dulce, mi estómago se tuerce y por un breve segundo me imagino pasando mi nariz por su cuello, por el hueco de su cuello y el hombro, por su abdomen, y un poco más abajo...

El ruido que hace la puerta al impactarse contra el marco de ella me trae a la realidad y yo debo controlar el hilo de mis pensamientos, no es bueno para mi mente.

Y justo ahora, está detrás de mí, a unos pasos y temo girarme y entender lo cerca que estamos.

Dios. Es mi jefe.

Es mi jefe.

Me repito esto una y mil veces, es la oración que me mantiene en la tierra y evite que haga algo estúpido.

Lentamente. Sucede lentamente. Siento cuando pasa por mi lado y roza mi costado con el costado de su cuerpo, tocando por un breve segundo, su mano y una corriente eléctrica me invade desde la mano recorriendo todo mi cuerpo. Me estremezco levemente y me pregunto cómo un pequeño roce puede causar estragos a mi sistema nervioso.

Creo que hoy será un día tenso para mí, sobre todo, teniendo en cuenta que precisamente hoy, lo estoy viendo como el hombre que es y no como mi jefe.

No sé que sucede conmigo.

Se sienta en su escritorio, mirándome fijamente y noto, muy a mi pesar, que se ha quitado el saco y se ha remangado las mangas de su planchada camisa, con sus brazos firmemente cruzados sobre su pecho. 

Es mi jefe. 

Vuelvo a repetir.

― Llega tarde.― comenta mordazmente y evito responder con sarcasmo e ironía, pues ambos sabemos que eso es justamente lo que sucedió.

Señora Delacroix (#1) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora