49. Despedida parte II

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Penúltimo capítulo








Despierto, esta vez en mi habitación, en mi cama y sentí alivio, pero sólo por unos minutos, porque aquello no podía ser tan simple, tan bueno. Además, estaba el hecho de que me dolían los ojos y sentía la garganta adolorida. 

Me levanté y salí de aquella habitación que comenzaba a asfixiarme, me agobiaba no saber qué sucedía realmente.

Al salir me topo con Lucian, de negro, su mirada estaba entristecida y cierro los ojos con fuerza, el dolor volvió a invadir mi corazón. Porque aquella mirada me lo dijo todo.

― Velaremos aquí a Tracy, ¿está bien para ti?― habló con cuidado.

Asentí, con todo el dolor del mundo.― De acuerdo.

― Te trajimos aquí, los doctores decidieron sedarte, la situación no era buena en tu estado.― hizo una mueca.― Elizabeth.― abrió sus brazos, lo miro por unos segundos que parecieron años, y finalmente, decidí arrojarme a sus brazos, pero no lloré... era como si aún estuviera en aquel sueño, mis emociones, mis sentimientos, estaban adormecidas.― Sigo aquí, por favor, no te rindas.― me apreté contra él y me estremecí.― Eliot está con Sara y los mellizos, ya saben lo de Tracy, te necesitan.― asentí, había estado tan pendiente de mí y mi dolor, que había olvidado a mi hijo y a todos en realidad...

¿Qué clase de persona egoísta era? Ellos también sufrían, todos sufrían su perdida y yo me había cegado en mi propio dolor sin importarme nada en realidad.

Lucian me acompaña a la sala de estar, ahí, en medio de la estancia, estaba el ataúd de ella.

Yacía con los ojos cerrados y estaba maquillada, ocultando las heridas del accidente, se le veía tranquila, como si estuviese durmiendo.

Quería que eso pasara, que estuviese dormida y despertara diciéndome que había sido un mal sueño o una mala broma, que jamás nos dejaría solos... que estaría junto a mí y veríamos crecer a nuestros hijos, juntas, como siempre habíamos soñado.

Pero aquello era imposible, porque el destino ya había jugado sus cartas y yo debía de aprender a vivir con aquella idea, con el dolor y con su ausencia, pero era difícil, tan difícil dejarla partir...

Mi madre, quien había llegado con mi hermano y hermana, me convencieron para que me bañara y me cambiara de ropa, cuando salí ya limpia, Joanne me tenía un plato de sopa caliente, me vigiló para que me lo comiera todo, dejé que me hablara de muchas cosas, pero mi mente estaba en la imagen de Tracy, dormida... fría y pálida.

Cuando estuve en el comedor, recibiendo a gente que desconocía o, simplemente a otra que no recordaba.

Pasan unas cuantas horas en donde mi único movimiento había sido sentarme en una silla, al lado de Tracy.

Había algo doloroso y devastador en aquel silencio que inundaba la habitación.

Muchos me miraban con pesar y me hablaban, pero realmente no escuchaba, mi mente estaba sumergida en un mar de pensamientos caóticos sobre todo lo que había vivido con la persona que yacía en aquel ataúd, sentía mis mejillas húmedas y aquel dolor insistente no abandonaba mi pecho y estaba segura de algo, aquella sensación de vacío jamás volverá a ser llenada.

Señora Delacroix (#1) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora