Capítulo 3

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-Lara, mi amor, ¿Quieres por favor ponerte tus zapatos?.- Suplicó la morena por enésima vez y la pequeña volvió a negar.

-¿Por qué tenemos que ir con papá? No me gusta dormir en su apartamento.- Con un suspiro Camila cayó rendida sobre la alfombra de la habitación viendo a las dos niñas con el ceño fruncido.

-Hemos hablado de esto chicas.- Explicó- Su padre quiere pasar más tiempo con ustedes, él las quiere.

-Pero las paredes de la habitación en la que dormimos no son rosas como aquí.

Ambas habían descubierto el arte de discutir y negar, y ahora no dejaban de hacerlo cada vez que algo les parecía mal o simplemente no les agradaba. Pasar algunos fines de semana con Ryan era una de esas cosas que ellas no comprendían ni toleraban. ¿Y quién puede culparlas? Después de todo, hasta hace unos meses atrás, él sólo solía llamar dos veces por semana y visitarlas en las fechas especiales.

-De seguro su padre pintará la habitación de rosa si se lo dices Lidia.- La rubia miró a su hermana en busca de alguna ayuda y finalmente ambas cedieron.

-Esta bien.

La castaña sonrió satisfecha y se apresuró a terminar de prepararlas antes de que cambiasen de opinión. La verdad es que a ella tampoco le hacía muy feliz dejarlas ir con Ryan dos días completos lejos de casa pero no podía negárselo, después de todo era su padre de todas formas.

-Hola Camila.- Saludó el ojiazul en cuanto abrió la puerta- ¿Las chicas están listas?

-Sí, bajarán en unos minutos.

Y como era de esperarse, los pequeños pasos de sus hijas se oyeron resonar desde sus habitaciones hasta la entrada principal. Lucían algo tímidas pero aún así lucharon para regalarle una adorable sonrisa al hombre que las veía embobado.

-¿No saludan a papá?.- Las ánimo la castaña y ellas se acercaron un poco más para ser envueltas en un fuerte abrazo que Ryan les brindó.

-¿Listas para ir a casa?.- Preguntó el rubio y ellas asintieron- Pues digan adiós a mamá.

-Te queremos mamá.- Dijeron al unísono mientras se abrazaban a las piernas de la morena.

-También yo chicas.

-Bien, las traeré de regreso el domingo.

-Seis en punto.- Recordó Camila haciendo reír al ojiazul.

-Seis en punto.- Sonrió- Andando niñas.- Tomó las pequeñas mochilas de princesas Disney que la morena le tendía antes de caminar tras las mellizas- Por cierto Mila.- Se detuvo- Hoy estás radiante.

Camila rió negando con la cabeza para verlo marcharse. Ryan jamás dejaría de intentar coquetear con ella con la intención de recuperar el tiempo perdido, pero la castaña tenía claro que aquello no funcionaría. Lo que hubo entre ellos era pasado y así se quedaría, lo único que uniría serían sus hijas y ya.

Con las niñas fuera toda la casa quedó en completo silencio y ella miró a su alrededor pensando en cómo pasaría su tiempo libre durante sus días sin el papel de mamá las 24 horas. Limpiar y ordenar fue lo primero que cruzó su mesa pero eso no duraba demasiado, tal vez leer un poco ayudaría, o quizás tocar. No lo hacía desde hace mucho. Buscó el estuche de su violín y tocó las primeras notas cerrando sus ojos y disfrutando de la música que emanaba del instrumento. Ahí estaba concentrado todo lo que le apasionaba.

Alguien llamando a su puerta le interrumpió y se preguntó de inmediato si trataría de Ryan, tal vez algo relacionado con las niñas. Ante éste pensamiento apresuró el paso con dirección a la entrada y abrió la puerta casi de golpe sobresaltándose un poco por el rostro que se encontró del otro lado.

Scared of HappyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora