El gran día había llegado al fin y Lauren sentía que su estómago daría un vuelco en cualquier momento. No había podido conciliar el sueño durante la noche anterior a causa de los nervios y ahora la ansiedad resultaba ser mucho más abrumadora de lo que era hace un par de horas atrás. Pasó una mano por su impecable uniforme de la U.S Army dando una última mirada a su reflejo en el espejo de la habitación justo antes de que Matthew irrumpiera en el cuarto vistiendo el mismo uniforme que la ojiverde traía puesto.
-Bueno, déjame decirte que te ves realmente guapa amiga.- Halagó el pelinegro y Lauren agradeció el cumplido con una sonrisa.
-¿Cómo se ve ella?.- Preguntó de inmediato haciendo referencia a la mujer que se convertiría en su esposa dentro de poco.
-Pues no he tenido la oportunidad de verla pero estoy seguro de que estará hermosa. Tu sólo tienes que relajarte o te desmayarás antes de llegar allí abajo.
-Eso es lo que intento hacer.- Bufó la soldado.
-Lauren.- De pronto era Matt quien lucía nervioso y no ella- Tengo una sorpresa para ti.
La cirujana frunció el ceño ligeramente ante la repentina actitud de su amigo, si se trataba de un sorpresa ¿Por qué estaba tan nervioso?. El pelinegro soltó un largo suspiro pasando una mano por su cabello antes de caminar de regreso a la puerta de a habitación y tomar el pomo de ésta sin llegar a abrirla. Lauren no podía entender aún a que se debía tanto misterio entonces dio un para de pasos en dirección del cirujano.
-Es uno de los días más importantes de tu vida, y he decidido darte esto para traer paz a tu vida amiga. Eres como una hermana para mí, y te quiero como no te imaginas.- Otro suspiro por parte de Matthew quien no hacía más que inquietar a la ojiverde- Aquí vamos.
La puerta fue abierta al fin revelando una silueta del otro lado. La soldado entrecerró levemente los ojos por alguno segundos antes de darse cuenta de quién se trataba exactamente, su respiración se cortó y un temblor recorrió su cuerpo en cuanto aquella persona se adentró por completo en la habitación. Su cabello negro estaba liso y en una corta melena brillando bajo la luz de la habitación, traía puesto unos pantalones de vestir ajustados a su delgada cintura y una chaqueta entallada que hacía juego con éste, estaba radiante mucho más de como la recordaba.
-Hola Laur.- Su voz. Aquella con la que le había gritado que se marchase la última vez que se habían visto.
-Mani.- Su propia voz se quebró al decir aquel apodo y entonces sus ojos se llenaron de lágrimas- ¿De verdad estás aquí?
-¿No me das un abrazo soldado?.- Una amplia sonrisa se extendió en rostro de la afroamericana quien a su vez extendió sus brazos esperando el tan anhelado gesto por parte de la pelinegra quien no lo dudó un segundo más antes de estrecharla entre sus brazos.
-No puedo creer que seas tu. Estás aquí.- Susurró Lauren mientras se aferraba al cuerpo de su amiga- Lo siento. En verdad lo siento.
-No ha sido tu culpa. Jamás lo fue.
Las palabras de su amiga le reconfortaron de inmediato y se permitió a si misma soltar otro par de lágrimas mientras continuaba abrazándola. Matthew sólo se mantuvo al margen apreciando la emotiva escena que él ya había tenido tiempo de vivir en carne propia días atrás cuando se había contactado con la morena.
-Bien, ya basta de lágrimas y tristeza.- Normani se apartó secando su rostro y encargándose de hacer lo mismo con el de la ojiverde- ¡Vas a casarte hoy! Así que tú y yo hablaremos de todo esto en otro momento ¿De acuerdo?
-Sí.- Susurró la soldado sonriéndole ampliamente- Muchas gracias Matt.- Esta vez abrazo al pelinegro con todas sus fuerzas.
-No me lo agradezcas, era algo que debía hacer por el bien de todos nosotros.
Unos toques en la puerta interrumpieron la emotiva atmósfera. Rafael quedó algo impresionado al ver a Normani en la habitación pero sólo se dedicó a saludar cortésmente antes de dirigirse a su hija.
-¿Lista? Debo dejarte en el altar para que puedas recibir a tu mujer.
Lauren asintió acomodando su uniforme una última vez antes de caminar al exterior de la habitación. Estaba lista. Dentro de unos minutos su vida cambiaría para siempre volviéndose rebosante de felicidad y además con un futuro prometedor junto a la mujer que amaba. En cuanto sus ojos conectaron los de Camila quien caminaba hacia ella con paso firme prendida al brazo de Matthew a través de ese pasillo delimitado por extensa alfombra blanca supo que no podría ser más feliz. Aquella morena de ojos marrones y ahora también esas dos niñas de cabellos rubios se había convertido en toda su vida llenándola de colores y luz. Todo lo que había sufrido durante su vida no podía compararse con toda la alegría y amor que iba a sentir desde ahí en adelante.
-¿Por qué tan pensativa? No estás arrepintiéndote ¿Verdad?.- Camila la vio de reojo mientras el juez de paz comenzaba la ceremonia.
-Eso no en un millón de años.- Aseguró la cirujana compartiendo una sonrisa cómplice con la chica que le había rogado el aliento con tan sólo tocar una nota.
***
Sé que tarde en publicar esto y que además es corto pero me ha parecido una buena idea terminar esta gran historia de esta manera. Espero lo disfruten y además puedan pasarse por mi nueva historia llamada Don't Say You Love Me.
P.D: Como siempre disculpen los errores gramaticales y ortográficos.