Promiscuidad

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Luego de que Zed se retirara del baño principal, Kayn se quedó mirado la nada un buen rato sin mover un músculo. Se sentía congelado, no creía lo que acababa de pasar. Su miembro ya no palpitaba, pero sí su cabeza.

-"¿Acaso querías humillarme de nuevo, Zed?"- Pensaba para sí.

El mayor jamás le dio una muestra de cariño tan explícita, y era por lo mismo que poco a poco su personalidad y carácter se fueron revelando. Zed lo crió, mas nunca lo vio como su padre. En el fondo lo admiraba más que a nadie en el mundo e incluso aspiraba a alcanzarlo algún día. Comenzó a sentir cosquilleos con este cuando comenzó a ignorarlo, iniciando su adolescencia. Notaba al maestro más distante y a su vez, con la vista puesta en otros de sus acólitos. Por lo mismo, se empeñó a destacar entre el resto y ser bueno con absolutamente todas las armas de la orden. Pero lo único que recibía a cambio era un "buen trabajo, Shieda". Eso lo frustró a tal punto que recurrió a extremos: faltaba a los entrenamientos, contestaba de mala manera y de vez en cuando rompía algunas cosas "por accidente".

Zed, sacaba paciencia de dónde no tenía para no recurrir a la violencia física, mas no siempre se contenía. Muchas veces lo abofeteó y lo noqueó para darle una lección.

-"Es como si quisieras esto, Shieda."- Le decía luego de las reprimendas.

El menor no respondía, más que con una burlesca sonrisa mezclada con una mueca de dolor.

Al retirarse su maestro, la misma escena se repetía una y otra vez: el llorando, humillado y frustrado. No se sentía para nada satisfecho con solo una paliza y reprimendas. Él quería algo más, quedarse con algo del mayor, algo que llenara su vacío.

Aún no sabía muy bien lo que quería en sí, más que la absoluta atención de Zed, pero era imposible.

Al rato tomó la toalla que estaba a su lado y salió del baño angustiado.

Al llegar a su habitación procedió a secarse, dejando su cabello como último. Se dirigió al espejo y se miró como siempre, era prácticamente una obsesión. En vez de presumir su atractivo físico como acostumbraba, se quedó mirando fijamente a sí mismo. Su vista estaba clavaba en sus ojos hinchados y en la ojeras que incluso Zed había notado.

-"Esto me está haciendo fatal."- Dijo para sí.

Estaba considerando en dejar de alarmar a Zed todo el tiempo y actuar como sus demás compañeros, con respeto absoluto y sumisión.

-"Si no lo hago... Zed me va a..."- No alcanzó a terminar la frase por la infinita vergüenza que sentía.

Zed le había dicho que no se detendría la próxima vez, ¿Acaso lo violaría? Un fuerte sonrojó invadió su rostro junto a una sonrisa nerviosa. Puso una mano en su cara apretándola con fuerza.

-"Basta, Kayn, ya no pienses en eso."- Decía con disgusto.

Era inconveniente sentirse así por Zed, más cuando era un maltratador. Sin embargo, poco a poco sintió como su miembro se enfurecía recordando el tacto de su maestro.

-"No... Porfavor no."- Se lamentaba.

Tocó la punta de su miembro provocando un pequeño rebote de el mismo. Notó como un líquido cristalino se desparramaba por su glande. Sentía que si se tocaba, iba a corrarse en segundos, sus hormonas estaban totalmente alteradas.

Había sido su primer "encuentro sexual", nunca antes había tenido tanta cercanía con otra persona, nisiquiera con alguna chica, lo cual lamentaba de algun modo, ya que era de presumir lo experimentado que era a sus demás compañeros, mas todo era mentira, era completamente virgen.

Odio lo que me haces sentir. ~ Zed x KaynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora