Cuando el joven pelinegro abandonó la habitación, Zed se afirmó en la pared y se cubrió la cara con su mano.
-"¿Qué estás haciendo, Zed?"-
Intentó calmarse sentándose en su escritorio. Se apoyó en el respaldo seguido de un suspiro pesado, lo de hoy realmente lo había agotado. Tomó una hoja y un lápiz, siempre intentaba organizarse, incluso con cosas que no lo requerían. Al acercar su bolígrafo al papel quedó congelado unos segundos, realmente no sabía cómo empezar. Finalmente anotó un breve resumen de lo que había concluido con Kayn, destacando puntos a favor y en contra.
-"¿Esta sensación es angustia?"- Se preguntó a sí mismo.
El muchacho se había apoderado de sus pensamientos ¿Cuántos años habían pasado ya de su último beso? Encima hace unos días atrás lo había manoseado y ultrajado, no era para nada algo propio de él.
-"Shieda, maldita sea."- Dijo en voz alta clavando el lápiz en el escritorio.
Dejó tirado los apuntes y se dirigió a su cama. Se tumbó mirando el techo con una expresión de desagrado.
Recordó que Kayn acostumbraba a perder el tiempo de esa manera, lo cuál lo hizo sentir patético.
-"Yo te amo, Zed."- Rezonaron las palabras del pelinegro en su cabeza.
-"¿Cómo me puedes amar, Kayn? No me conoces bien."- Dijo para sí.
Llevó una mano a su cabeza y se lamentó el que no pudiera sacar de sus pensamientos aquellas escenas.
-"Maldita sea ¿Por qué a mí?"- Dijo desesperándose. -"Hoy dormiré temprano, es lo mejor."- Dijo como último antes de levantarse e ir al vestidor a prepararse para descansar.
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-"¿Enamorado de Zed?"- Dijo sorprendido.
-"Shh, no lo digas tan fuerte."- Dijo bajando el tono de su voz poniendo un dedo en la boca del ojiazul.
Kayn apretó los puños intentando contener la rabia que sentía por aquel comentario.
-"Oh... Era enserio..."- Dijo entre dientes.
-"Sí"- Nakuri suspiró. -"Desde hace bastante tiempo de hecho. Me he cuestionado bastante el tema, al principio pensé que era una locura, pero luego descubrí que es más común de lo que parece, hermano."-
Kayn se extrañó, pues este muy contadas veces le había llamado de esa forma.
-"¿Común dices, <hermano>?"-
-"Sí, y no tienes que llamarme así si no te nace."- Aclaró. -"Sucede que estuve leyendo biografías de grandes maestros de la antigüedad de Jonia. La mayoría tenía de pareja a uno de sus acólitos, así que no es tan mal visto como pensaba."-
-"Bueno, en la orden hay muchos acólitos, Nakuri. Y ten en cuenta que nuestros roles como armas se deben mantener. Zed es prácticamente intocable."- Dijo Kayn mirándolo fijamente.
Nakuri lo miró sin entender.
-"¿A qué quieres llegar, Kayn?"-
-"Nuestro deber aquí es servir al maestro para alcanzar la supremacía, ser armas vivientes como ya dije, ARMAS, Nakuri. No puedes tener ideas con el maestro, es algo enfermizo."- Dijo el pelinegro.
Kayn sentía un nudo en el estómago que apenas lo dejaba hablar con naturalidad, estaba celoso, más que nunca en su vida, e intentaba llevarlo de la mejor manera. Nunca se imaginó que alguien en la orden, además de él mismo, podía tener esa clase de sentimientos por su tan idolatrado maestro.
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Odio lo que me haces sentir. ~ Zed x Kayn
Fanfiction(Historia ambientada antes de que Kayn conociera a Rhaast.) La rebeldía del pelinegro comenzó a notarse más en su adolescencia, aunque ésta se debía más a la falta de atención que sentía por parte maestro, Zed.