8. Metro.

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—Buenas tardes señores pasajeros, el día de hoy le vengo ofreciendo la crema milagrosa Marihuanol para la herida, para el dolor a solo 80 pesitos. También traigo la goma de mascar en su nueva presentación llévate uno a 10 y dos a 15. Eso es todo que pasen buena tarde. —salió del vagón.

—Si sube otro sujeto a gritar sobre sus productos le voy a pegar un madrazo. —gruñó el azabache.

—Tranquilo Murdoc, solo falta una estación. —Stuart tomó su mochila con mayor fuerza al momento que frenó inesperadamente y volvió a avanzar el metro.

— ¿Por que no vinimos en Micro o en la Combi?

—Queda más cerca la estación de metro y la última vez que fuimos en micro nos asaltaron.

—Agh, ¿por que no mande a reparar el auto antes?

—Vamos, ya casi llegamos —ambos se levantaron y se acercaron a la puerta.

Afuera la gente se estaba peleando por poder entrar a el vagón que estaba pronto a abrir sus puertas, por lo que el peliazul se agarró fuerte de la mano del mayor. Se escuchó la aguda alarma que llamaba a la gente para entrar o salir de aquel vagón, pero entre toda la gente, Stuart se quedó atrás y no pudo alcanzar a Murdoc.

Para cuando Murdoc se percató de esto, el metro anaranjado cerró sus puertas y avanzaba a la siguiente estación.

—Vale madres —se pasó la mano por la frente y miró a ambos lados antes de sacar su teléfono—, ¿Stuart?

— ¿Murdoc?, ¿que hago?, nunca vengo solo al metro y tengo miedo a que me pase algo.

—Eh, tranquilo, ¿recuerdas a que estación íbamos?

— Bellas Artes.

—Bueno, entonces te veo allá, debajo del reloj.

—Pero me da miedo pasar por Tepito. —se quejó infantilmente.

—Te veo allá —repitió y colgó.

Subió al metro que pasaba por Morelos y así poder llegar a Bellas Artes. Al bajar, esperó debajo del reloj, pasaron cinco o tal vez diez minutos y pudo divisar al chico alto y camiseta colorida.

— ¡Murdoc! —lo abrazó muy animado—, que bueno que estas aquí, me sentí tan perdido.

—Si, si, me alegra que tu también estes bien, ya vamos a... ¿Y la mochila?


basada en hechos reales.

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