c u a t r o

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    Observé a Yuma sumergirse en la piscina y nadar con destreza, había insistido en que le acompañase a su clase de natación semanal y no pude negarme. Generalmente habría rechazado su propuesta, siempre alejándome y construyendo barreras pero, por alguna razón no quería volver a casa aún. Además, su club de natación no queda muy lejos de nuestro instituto, sino que pasando el parque. El lugar es enorme y bastante concurrido, a lo lejos hay adultos y en otro sector infantes. Por alguna razón las pequeñas niñas con maya azul y gorrito amarillo me recuerdan tanto a mi, cuando hacía natación. Habría llegado lejos si no hubiera sido por ese incidente.

    Tratando de cambiar la dirección de mis pensamientos observo a la gente, padres en las gradas y algunos más cerca de la enorme piscina. Mi celular vibra y lo saco para ver que es un mensaje de Len, suspirando lo abro y leo: 

    "¿Dónde estás? Mamá está preocupada."

    Extrañada le respondo mi ubicación y le digo que regresaré más tarde para luego apagar mi celular y guardarlo, no quiero que nadie me moleste, en especial Len. Cuando alzo la vista veo a Yuma acercándose a mí, su cabello sigue mojado pero al menos ya está vestido.

—¿Quieres comer takoyaki? Conozco un restaurante cerca—explica y yo asiento, mientras más tiempo tarde en regresar mejor será, trato de convencerme.

—También lo conozco, queda cerca de mi casa—comento mientras caminamos fuera del establecimiento.

—¿Vives por Chome Umamiminami?—Se nota algo sorprendido cuando pregunta y yo asiento, confundida—. Eso es extraño, yo también y nunca te he visto—yo me río.

—Eso es porque no soy de salir y cuando salgo para ir al instituto a veces me levanto muy temprano y me quedo en el parque.

—¿Y qué haces allí?—Se nota curioso y yo miro al cielo nublado.

—Nada, solo me quedo allí sentada, mirando los árboles y pensando, es relajante—expreso mientras me pongo unos guantes, comenzando a tener frío. Él parece notarlo y se quita su bufanda y la pone alrededor de mi cuello con delicadeza—. Gracias...—susurro algo aturdida mientras mi nariz capta el aroma de Yuma en la prenda.

—No es nada, pero en serio, ¿no te aburre? Digo, estás sola—dice con lo que parece ser lástima, ignoro eso.

—Ya me he acostumbrado—susurro mientras me estremezco cuando sopla un viento frío.

—Pero tienes un hermano, ¿cierto? ¿Por qué no van juntos?—Aprieto mis manos dentro de los bolsillos de mi abrigo, algo irritada.

—No es que seamos tan cercanos, además, tiene a su novia. Yo, sin embargo, prefiero la soledad.

—Eso es triste, ¿alguna vez observaste un Kanrensetsu?—De la nada pregunta y divertida le observo ante el cambio radical de tema.

—No, digo, sé lo que es pero nunca me intereso la idea de observar flores de loto. Ni siquiera he contemplado un Hanami, imagínate—Yuma se me queda viendo asombrado.

—Qué rara eres, yo para finales del invierno ya me acerco a mirar los árboles de sakura y ver los pequeños brotes, y en primavera con mi familia hacemos picnics en el parque debajo de ellos—cuenta con ilusión, yo le miro sobre el hombro.

—Nosotros no hacemos eso, cuando era más pequeña sí pero luego es como si la tradición se hubiera roto. Mamá se la pasa trabajando y nuestro padrastro siempre está ocupado en la empresa, ni siquiera Len y yo hemos podido ser capaces de mantener la tradición en pie—explico con algo de añoranza.

—Cuando termine el verano debemos ir al castillo de Osaka, es el mejor lugar para contemplar las flores de loto, la hermosa forma en que yacen en la superficie acuática es casi inóptica, podría quedarme horas contemplando—comenta con maravilla.

—Creo que eres un aficionado—él se ríe ante lo dicho.

—Eso es poco, ¿no crees qué es extraño lo cerca que está tu nombre de significar loto? Ren significa flor de loto, estás a una vocal de ser llamada flor de loto, eso es genial—yo niego divertida.

—Eres un obsesionado—simplemente digo mientras entramos al restaurante, se nota acogedor y cálido. 


    Cuando llego a casa en el living noto a Len sentado en el sofá mientras mira la televisión, yo me descalzo y pongo las pantuflas antes de caminar a mi cuarto, pero en eso una voz me detiene.

—¿Dónde estabas? Llegas tarde—él inquiere y yo me giro a verlo, algo enfadada.

—Salí luego del instituto, creo que tengo la edad suficiente para regresar un poco más tarde de lo normal—me defiendo mientras me cruzo de brazos, Len suspira.

—No me refería a eso, solo que es extraño, ¿tienes nuevas amigas?—Cuestiona y yo asiento lentamente. Aunque en teoría es un amigo—. Eso es bueno, me agrada Galaco pero conocer gente nueva nunca hace mal y...

—Sí, entendí, ¿mamá no ha llegado aún?—Len niega y yo suspiro mientras me doy la vuelta y subo por las escaleras pero antes de pisar el segundo escalón él vuelve a hablar.

—Rin, ¿esa bufanda es tuya? Nunca antes te la había visto puesta—me sonrojo mientras toco la prenda, me olvidé completamente de devolvérsela a Yuma.

—Eh, no, me lo prestaron—respondo para subir los escalones con rapidez, no quiero que me siga interrogando.

    Él no es mi madre.


    Es extraño como las familias crean rituales y tradiciones, tal vez conscientemente, tal vez inconscientemente. En la nuestra se han perdido algunas y han sido reemplazadas por otras. Creo que aquello es la esencia de cada familia, lo que los hace únicos. Los que nos hace a cada uno único. Porque al final del día todos tenemos un hábito, o tal vez lugar, cosa o prenda que nos vuelve quiénes somos. Tal vez la música, tal vez pasar por un lugar con frecuencia, tal vez hacer una expresión o tener un estado de ánimo constante. Son pequeñas cosas, detalles, y aunque se noten minúsculas en realidad son enormes.

    Y cuando alguien se da cuenta de eso es cuando sientes que realmente estás siendo conocido, cuando alguien sabe acerca del café que frecuentas o de tu libro favorito, de la película que tanto te gusta o tu comida preferida. Cuando eso sucede es cuando debes permitirte temer...

    O ser feliz.

    Al momento en que lo público recibo comentarios, algunos de sus rituales, otros felicitándome por tan acertado punto de vista. Yo extrañamente recuerdo a mi antigua terapeuta, Miku Hatsune, quien me recomendó crear un blog en el cuál expresarme. En ese tiempo jamás pensé que sería tan famosa y que sería un lugar en el que me refugiaría y desahogaría. Cansada suspiro y cierro mi laptop, para recostarme en mi cama y observar mi techo algo ausente. 


—¿Alguna vez te has puesto a pensar en el lugar al qué perteneces?—Cuestiono mientras observo los árboles con sus hojas mojadas debido a la llovizna de anoche, el lugar se encuentra frío y con tonalidades apagadas.

—Sí, muchas veces, pero, ¿cómo saber a qué lugar perteneces? Yo pertenezco en dónde sea que esté—responde Yuma mientras lame su helado de agua, es tan extraño hacerlo en invierno pero nada en él es lo que se consideraría común.

—¿A esa respuesta has llegado?—Me burlo pero él asiente seguro, sin dejar que mi tono le afecte, serio ante sus convicciones.

—¿Y tú? ¿Dónde perteneces Ren?—Cuestiona y yo sonrío ante el apodo, se ha empeñado a llamarme Ren desde que me pasó a buscar a mi hogar.

—Aún no estoy tan segura...—murmuro completamente desolada.

—¿Qué pasaría si te beso ahora mismo?—Yo me alarmo y me giro a mirarlo, él me sonríe con diversión.

—¿P-Pero qué estás diciendo?—Avergonzada cuestiono y él se ríe.

—Solo bromeaba, pero... no vuelvas a poner esa expresión de nuevo—susurra mientras se levanta y comienza a caminar hacia el instituto, yo observo su espalda con aire ausente.


Bajo el agua.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora