Graduación

5.7K 380 35
                                    


Un gato patizambo color canela, cansado de tanto deambular por los pasillos del castillo Hogwarts, miró su cama por última vez, aquella que su dueña, una castaña de ojos color miel, le había arreglado cerca de la ventana de aquella torre.

Sus ojos brillaban, pero no podía llorar. Le faltaban las suaves caricias de esa niña que lo había rescatado de la tienda de mascotas hacía ya muchos años. Esa niña que él vio crecer y que ahora no estaba. Echó un último vistazo a la habitación, como quien se despide de algo muy querido, y saltó por la ventana. Tal gato cazador y trepador, conocía todos y cada uno de los ladrillos y piedras que podía pisar en las viejas paredes de esa construcción, para llegar a tierra firme. Una vez que, con sus cuatro patas, tocó el frío hielo del suelo, inspiró fuerte. Sabía instintivamente que ya no volvería a ese lugar nunca más. Su objetivo final era regresar con ella, con su ama... con la niña de cabello castaño a quien él tanto quería.

Crookshanks abandonó Hogwarts para iniciar una búsqueda que no estaría exenta de aventuras, pues presentía, en su mágico corazón, que en algún momento la encontraría.

Ronald Weasley estaba sentado debajo del haya frente al lago encantado, hoy con una fría capa de hielo, tan helado como su corazón mismo. Y, mientras acomodaba su capa para mantener el calor, vio algo pequeño de color canela que iniciaba un camino de largo recorrer.

—Suerte Crookshanks —dijo para sí al darse cuenta de que el gato de su amiga se iba del colegio. Los gatos siempre buscan a sus dueños y ese en especial porque era un gato mágico con una edad incalculable. Muchos decían que tenía más años que los que representaba. En fin, en el mundo mágico todo podía suceder y esperaba que él, con su instinto, lograra dar con el paradero de Hermione.

Ese día para Ronald era especial, pero «especial» en el sentido triste de la palabra. Se cumplían dos meses desde que Draco fue a ver a Hermione para cerciorarse de que estaba bien y se había encontrado con que ni ella ni su madre estaban en aquella casa. Desde ese día, todo fue un ir y venir de Aurores. Incluso tuvo que prestar declaración en el Ministerio y reconocer que había sido él quien informó a Lucius sobre la relación de su hijo con Hermione. Pero,a pesar de todo, no le formularon cargos pues en la carta él no lo instó ahuir, ni menos le dijo cómo hacerlo, es decir, la responsabilidad era solo deLucius Malfoy. Ronald tampoco quiso sindicar a Pansy como su cómplice, porque sabía que si decía que ella era quien había articulado una maraña de ayuda para Malfoy, ambos, Pansy y él, terminarían en la cárcel.

Guardaría silencio. Total, Pansy Parkinson era inofensiva, sola. Estaba despechada por el desprecio de Draco, pero sabía que, al ser una mediocre en el uso de la magia, no podría llegar muy lejos. Además suponía que el amor por Draco se le acabaría, así como había terminado la rabieta y ataque de odio que le dio cuando se enteró de que Draco había contraído matrimonio con Hermione. Juró venganza de la «sangre sucia», pero Ronald sabía que ella no haría nada. Al fin y al cabo, ni Draco ni Hermione estaban ya en el castillo y Pansy tendría todo el tiempo del mundo para olvidarse de ambos.

Siguió mirando el lago, en ese instante sintió un aroma floral a su lado. Era Ginny que estaba con él. Su relación con ella no era de las mejores, a pesar de que Ginny lo había perdonado por haber maltratado a Hermione en el mes de septiembre, ella aún no lograba olvidar el daño enorme que le causó a su amiga y su esposo, al darle a conocer la relación de ambos al asesino de Lucius Malfoy.

Deberías estar descansando, Gin.

Estoy bien, además, quiero ir al hospital. McGonagall me informó que ella iría y le he pedido acompañarla. Luna ha recobrado el conocimiento y está un poco mejor.

Ojos de Angel I - El Inicio (Draco & Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora