La caída

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Era cerca de la una de la madruga cuando Draco aún se encontraba en el Ministerio de Magia, leyendo unos pergaminos y revisando algunos mapas. La última incursión en Grecia habido sido desastrosa. Lejos de encontrar a su padre o de capturar a algún mortífago fugitivo, se toparon con un par de gigantes poco amigables, dando como resultado dos Aurores gravemente heridos. Al final parecía que todos los caminos se cerraban y ninguno daba respuesta certera del paradero de Lucius.

Su padre no aparecía y a Hermione era como si la tierra se la hubiese tragado. ¿Se acordaría de él? ¿Lo extrañaría tanto como él a ella? ¿Tendría dinero suficiente para vivir? Luego de su desaparición lo único que quería era hacerle llegar parte de su fortuna, pero eso fue imposible. Las cuentas bancarias de Jean y Hermione, estaban cerradas y por lo tanto no pudo realizarles ninguna transferencia y eso lo inquietaba porque se esfumaron sin dejar ningún rastro.

Además temía que durante todo ese tiempo ella pudiera reemplazarlo. Era una mujer bella, inteligente y por sobretodo, sensual. Temía que apareciera alguien y le robara el corazón. En cambio, él, fiel a su amor, se había cerrado a cualquier posibilidad de engaño. Él la amaba y Hermione era su esposa, por tanto, no cabía en su mente algún argumento para pensar en otra mujer. Reconocía que en sus años de adolescente fue un mujeriego, no obstante, encontró el amor en la persona menos pensada y, mientras estuvieran casados y él no supiera nada de ella, se mantendría solo. A su vez, si llegase a encontrarla, y Hermione le indicara que ya no quería nada con él, solo entonces pensaría en un reemplazo, solo si su corazón se lo permitía. Pero por el momento ese corazón tenía un nombre marcado y era el de ella, la mujer que tanto amaba y extrañaba a su lado.

Papá —la voz de un bebé trajo a Draco a la realidad. Estaba sumido en sus pensamientos pero esa vocecita lo despertó—. Papá... papá... ¡Papá! —la voz se hizo más audible. ¿A quién se le ocurriría estar con un bebé a esas horas de la noche en el Ministerio?

Se puso de pie y salió de la oficina pero afuera estaba todo quieto. Un par de magos caminaban y el resto solo era silencio. Ningún bebé estaba cerca, sin embargo...

—¡Papá!— ahí estaba nuevamente aquella angelical vocecita.

—¿Qué te ocurre, Malfoy? —Harry llegó a su lado lleno de lodo y con unas botas que lo salpicaban por todas partes.

—Escuché una voz —respondió volviendo a mirar hacia el pasillo.

—Pensé que el único que escuchaba voces, era yo.

—No del tipo de voces que tú escuchabas, Cararajada. Esta era la de un bebé.

—Alguien que vino con un bebé a trabajar, de seguro.

—Es posible, pero ¿a esta hora? Eso sería una enorme irresponsabilidad.

—Mmm no sé. Sí, es raro. Aunque yo no escucho nada —en efecto, ambos pusieron atención, pero no oyeron nada.

—Y tú ¿de dónde vienes? —preguntó Draco al darse por vencido.

—De un lodazal. Me caí de la escoba. No te rías, estaba jugando un partido de Quiddich. Nadie encontró la snitch... Yo pensé que ya la tenía y me tiré tan rápido pero no alcancé a frenar y me estrellé con el lodo.

* * * * * * * * * * * * * * * * *

En otro lugar del mundo, una mamá, cadete de policía, aprovechaba su día domingo de descanso para darle una papilla a su hija de nueve meses de vida.

—Papá —dijo la pequeña.

—¿Qué dijiste? —una sorprendida madre se quedó con la cucharita en la mano al escuchar la voz de su hija decir «papá».

Ojos de Angel I - El Inicio (Draco & Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora