Herida

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Todos se retiraron a sus respectivas casas. Draco, como siempre, se fue a las mazmorras. Sin embargo, antes y sin darse cuenta, miró hacia la mesa de sus antiguos enemigos: Gryffindor, y vio que Hermione salía de la mano con Ron Weasley. Él mismo se reprendió por estar mirando a esa «sangre sucia». Bien sabía que no podía rebajarse tanto y estar mirando a esa chica que fue su enemiga declarada durante los últimos siete años. Pero sin embargo, no entendía por qué su mirada la seguía y sentía que un dolor, parecido a una flama de rabia, se estaba gestando en su estómago, tan fuerte que le daban ganas de echar todo ese fuego por la boca... y claro, de paso, borrar a Weasley del mapa. Apartó la vista y rió para sí imaginándose como un dragón —haciendo honor a su nombre— e intentando incinerar a Ron.


Saldría olor a estofado de comadreja —rió fuerte y su amigo Blaise se giró para mirarlo, mientras ambos avanzaban hacia la casa Slytherin.

—¿Y ahora? ¿Por qué te ríes? Recién estabas con cara de funeral... con razón que Parkinson dice que eres bipolar.

—¡Deja! Me estoy riendo de un chiste que no me sabía —respondió regresando a su habitual rostro sin expresión.

Avanzaron hasta las mazmorras en donde se encontraban las habitaciones de los Slytherin. Draco se sentó en un sofá de doble cuerpo, antiguo, al lado de la chimenea, mientras tomaba un pergamino. Quería repasar su horario y ver a qué hora comenzaba su primera clase el día lunes. Siempre fue el mejor alumno de su casa, con las mejores notas, sin embargo, Granger constantemente le ganaba. —Esa «sangre sucia» siempre queriendo sobresalir —se dijo, sin embargo, de inmediato se dio cuenta de que lo de «sangre sucia» le salía sin el odio con que tantas veces lo pronunció. Al contrario, ahora lo decía por ¿costumbre? ¿Para tener un motivo para acordarse de ella?

—Y como Prefecto ¿no tienes que hacer alguna ronda hoy? —era nuevamente Zabini que se sentaba a su lado comiendo unos chocolates de una caja. Le ofreció pero Draco no quiso.

—No, hoy corresponde a Gryffindor —respondió dejando a un lado el pergamino.

—Mmm entonces la parejita aprovechará lo oscuro de los pasillos del castillo para darse un par de cariñitos ¿no?

—¿De quiénes hablas?

—¡Ay, no te hagas! Sabes que refiero a Weasley y a Granger.

—¡No digas estupideces! En realidad ese no es tema que a mí me interese.

—¡No hay cómo entenderte! Hace unas horas estabas como estúpido pensando en ella, durante la cena no le despegaste los ojos, ¿y ahora te da lo mismo que se dé unos polvos con La Comadreja?

Draco lo miró y entrecerró sus ojos, si no fuera su amigo lo habría tomado de la camisa y lo habría empujado. Granger no era de esas que se andaban besuqueando o teniendo sexo por los pasillos...

—No sé en qué estaba pensando... Es una impura, creo que a veces un par de piernas a uno lo hacen que diga idioteces.

—Bueno, si a ti ya no te interesa, pues entonces creo que es hora de atacar. «Zabini: tu turno. Castañita, de esta no te escapas» —dijo mientras miraba en forma lasciva su parte íntima. Draco se puso de pie y salió a su habitación. En ocasiones su amigo resultaba ser bastante vulgar.

En Slytherin los prefectos tenían habitaciones separadas del resto, así que al entrar en la suya pudo observar que todas sus pertenencias ya estaban ordenadas y su cama, con un cobertor de color plata con ribetes verde esmeralda, lo esperaba listo para acogerlo. Se dio una ducha, pero no se puso su pijama. No tenía sueño y, sinceramente, las palabras de su amigo, le retumbaban en la cabeza así que decidió salir a dar un paseo por el colegio. Total, era Prefecto y podía darse el lujo de andar por los pasillos sin mayores problemas y sin temor a ser sancionado.

Ojos de Angel I - El Inicio (Draco & Hermione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora