Capítulo 2.

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Estoy arrepintiéndome de lo que le dije a Andrade.

Resulta que pasé por alto el pequeño, mínimo, insignificante detalle de que estábamos en medio de una multitud de estudiantes hambrientos por tener algo nuevo de qué hablar y nuestra escena les tiró un trozo de carne fresca para que devoraran. A la hora del almuerzo, ya habían decenas de ojos curiosos puestos sobre mí mientras me comía mi sándwich de atún (estaba delicioso, por cierto); ahora la campana que anuncia el fin del día de clases acaba de sonar hace dos minutos y Lorena está diciéndome que ya no soy “Jessy” sino “La chica de último año que le respondió al Desalmado”.

Sé lo que estás pensando, créeme que también estoy decepcionada ante tal falta de creatividad.

Así que estoy bastante impresionada porque, en serio, no esperaba que esto fuese tan relevante. Lorena también lo está, solo que ella sonríe con el orgullo que supongo debería estar demostrando yo cada vez que alguien nos detiene para preguntarnos si en serio dije eso. Es demasiada atención para un solo día.

Quiero decir, no es que antes de todo esto yo fuese un fantasma, soy una chica simpática así que la gente me conoce, incluso sé de unos cuantos a quienes les caigo mal (sí, me impresiona tanto como a ti) así que al menos saben que existo y estudio allí; pero caminando hacia la salida me encontré con rostros desconocidos que me sonreían o saludaban como si fuese una más de sus amigas y es tan… raro.

Ser el centro de atención apesta.

—No debí hacer eso.

—Te dije que ese sándwich de atún olía mal, Jess. Pero tú no me escuchas.

Pongo los ojos en blanco y le doy un codazo en las costillas a Lorena, que se queja con un jadeo.

—Para tu información, estaba buenísimo, estúpida —digo—. Hablo de que no debí decirle eso a Andrade.

—Nadie te manda a abrir la boca —escucho decir a mi tía.

Estamos en mi apartamento, esperando a que el padre de Lore venga por ella. Estuvimos haciendo tareas toda la tarde (haciendo pausas constantes para reírnos de algún vídeo o contar algún chisme). Mi tía Mellys llegó de su trabajo en la pastelería y nos trajo unas galletas; yo le conté todo apenas llegó.

Alzo la vista para encontrarme con la pelirroja teñida secándose el cabello con una toalla, acaba de salir de la ducha y está buscando una botella de agua en la nevera para encerrarse en su cuarto. Aún cuando solo lleva un pijama tan holgado que debería caérsele, se pueden admirar las curvas que yo no saqué.
Dios tiene sus favoritos.

—Si tu temor es que Andrade tome represalias contra ti, yo no me preocuparía —retoma Lore—. Cosas peores le han dicho otros por haberlos reprobado sin pestañear.

Bueno, ahí tiene un punto.

Lo cierto es que esa era la razón por la cual lo habían apodado “el desalmado”. Los estudiantes del colegio Santa Lucía tenemos dos grandes temores: que algún profesor nos vea en una situación, eh, comprometida en la gran roca (sí, pueden dejar volar su imaginación) y que uno de los dos terrores nos reprueben.

Los dos terrores es el nombre que se le da al dúo de profesores más respetados y temidos: la profesora de literatura, América Lima, y, como es obvio, Andrade. Ellos no piensan dos veces antes de reprobarte, para ellos un 9.5 no sube a 10 por mucho que llores, patalees, maldigas u ofrezcas (si tratas de sobornar a alguno te vas directo a dirección).

El predecesor de Andrade, el viejo Ramírez, fue “el desalmado” original. Yo me salvé por los pelos de ver física con él, pues se jubiló justo un año antes de que a mí me tocara su clase; sin embargo, él mismo se encargó de buscar a alguien digno de ocupar su lugar en el colegio, alguien tan bueno e intimidante como él (en serio, ese hombre daba miedo, yo hacía lo humanamente posible para evitar tener contacto visual con él cada vez que me lo encontraba en el pasillo por miedo a que me absorbiera la energía).

Andrade: El DesalmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora