Capítulo 8

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Es martes, hace un calor de locura, no desayuné en casa y justo ahora estoy teniendo una discusión seria mientras mastico el resto de mi empanada.

—Solo hay que secuestrarlo.

—No sé si funcione. 

Estamos en el patio del colegio. Tengo media hora escuchando a Lorena hablar sobre un pelirrojo de hoyuelos y por qué cree que es el amor de su vida pero él aún no sabe que ella es el suyo. Como soy su mejor amiga en el mundo, estoy buscando una solución para que ellos estén juntos y él pueda enamorarse perdidamente de ella. 

—Claro que puede funcionar. ¿Cuándo vienen? —tomo un sorbo de jugo. 

—El año que viene. 

—Te lo digo, tenemos tiempo. Podemos planearlo —Lorena muerde su empanada y hace un puchero. 

—¿Tú crees? 

—¿Qué hacen? 

Ambas alzamos la vista para encontrarnos con Kike. Lleva su mochila al hombro y suelta un botón de su camisa. 

Lorena hace una mueca y agita la mano. 

—Largo, Enrique, estamos ocupadas aquí. 

—¿Haciendo qué?

—Planeando un secuestro —respondo, sonriendo. Él hace cara rara. 

—¿De quién? 

—El tuyo, incluirá tortura si no te vas —amenaza Lore. 

Él sonríe. —¿Sí? ¿Y qué tienes en mente hacer conmigo, amor? 

Sonrío al ver cómo Lorena pestañea desconcertada antes de arrugar la nariz con asco.

—Sigue soñando, Enrique.

—¿Contigo? Será un placer —Kike le guiña un ojo y fija su atención en mí—. ¿Qué tal te fue el otro día? 

La pregunta me confunde. Mi mente sigue atorada en el extraño intercambio de estos dos y el por qué Lorena está sonrojándose. Guardo una nota de mental de que debo averiguar sobre esto después y sacudo un poco la cabeza para aclararme pero aún así no entiendo a qué se está refiriendo él. 

—El jueves. Con Andrade. ¿Cómo te fue? 

Oh, cierto. Lorena y yo nos miramos, ella se traga una risa. Yo tomo un sorbo de jugo. 

—Ah. Pues bien. 

Me mira con extrañeza. 

—¿Bien? 

—Sí. 

—Te amenazó, ¿verdad? Te amenazó y por eso no quieres decirme que te trató mal. 

—¿Qué? No. Ni siquiera hablamos como tal. Todo lo que había que decir ya estaba dicho —parece estar a punto de seguir indagando, ya estoy pensando qué puedo responder cuando…

—Hola, muchachos —la linda sonrisa de un ojiazul se asoma por detrás de mi amigo, le coloca una mano en el hombro—. Kike, te está buscando la profesora Alejandra. 

—¿En serio? —Giancarlo asiente y el moreno ni siquiera tiene la amabilidad de despedirse antes de salir corriendo al edificio del colegio. 

Espero a que él también corra, huya, se aleje para poder tomar una respiración y que mi mente deje de gritar su nombre. No se mueve. Comienza una conversación, pregunta cómo estamos. Y quiero responderle, en serio, pero lo más que soy capaz de hacer mientras Lorena le responde es sonreír un poco incómoda. Tengo que soltar el envase vacío de jugo y poner mis manos en mis muslos para evitar que tiemblen mientras escucho cómo hablan de que hoy el comedor es un horno por el calor y que fue muy inteligente habernos venido aquí afuera. 

Andrade: El DesalmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora