Capítulo 10

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¿Saben? Inventar excusas no es tan fácil como parece, tienes que ponerle empeño e imaginación para que sean totalmente creíbles. El hecho de tener a alguien mirándote fijamente, examinando tu expresión y reacciones, le pone presión a la cosa.

Eso estoy haciendo yo en este momento mientras veo a mi tía observándonos. Mi cabeza corre con todas las cosas que puedo decirle, guardando las más creíbles para después y descartando las que suenan estúpidas, lo cual es… sí, la mayoría. Mi cerebro no trabaja muy bien bajo este tipo de presión.

Debo estar haciendo alguna cara rara porque parece que Javier entiende que algo ocurre pero no me hace ninguna pregunta. Simplemente aclara su garganta para atraer mi atención hacia él y lo logra. Mete las manos en sus bolsillos, me da una mirada despreocupada.

—Mañana me dices qué te pareció la canción, ¿okay?

—Sí, sí, claro —respondo en automático, aún distraída y con un cosquilleo nervioso en el estómago.

—Buenas noches, Lara. —Él me guiña un ojo y pasa a mi lado, yéndose por fin.

Respiro profundo antes de caminar hacia la entrada del restaurante. Mi tía no tarda en preguntar en cuanto me acerco.

—¿Con quién hablabas?

—Un… —¿Un qué? ¿Un desconocido al que me estaba comiendo con la mirada? ¿Un compañero de clases? ¿Un tipo que conozco de Facebook? ¡¿Un qué, Jessy?!—. Con el profesor Andrade —decido por la verdad.

Mellys arruga la expresión.

—¿No fue ese con quién discutiste el otro día?

—El mismísimo.

Nos adentramos al establecimiento, sentándonos en la mesa cerca de la ventana porque es la mejor de todas. El sitio está casi vacío pero hasta el momento he visto salir dos repartidores, así que supongo que igual hay movimiento.

—Encontrarse profesores en la calle siempre es incómodo —comenta Mel—. Aún más si has tenido problemas con ellos.

—No fue incómodo —reconozco.

Bueno, casi caerme sí fue incómodo pero encontrarme con él no. Pensándolo bien, estar con Andrade no se ha sentido incómodo desde… la discusión, obviamente en ese momento la tensión estaba a tope y estábamos bastante hartos el uno del otro; desde entonces, hablar con él resulta sencillo. Así que estoy siendo sincera aquí. Andrade no me incomoda en lo absoluto.

Mellys me dedica una mirada curiosa.

—Nunca me contaste cómo quedaste con él luego de ese día.

Ahora, esto sí me pone incómoda.

—Llegamos a una tregua. Al final no fue para tanto.

Parece que mi tía va a indagar más del tema pero por suerte el mesero llega a la mesa con parte de nuestra comida. Le damos las gracias y una vez se va, Mel cambia el tema y me cuenta sobre la serie que ha estado viendo.

Qué alivio.

Okay, Javier Andrade tiene buen gusto.

Sí, sí, sí, ya sé que ese término es subjetivo y que en realidad depende de cada persona porque lo que a mí me gusta puede que a otro no y bla, bla, bla. No me importa.

Al llegar a casa anoche escuché la canción que me envió. «Mentiras» de Los Amigos Invisibles y, Dios, ¡es muy buena! Tanto que me desperté hoy tarareándola; no me la puedo sacar de la cabeza.

Andrade: El DesalmadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora