El timbre acaba de sonar y no voy a mentir: estoy temblando de nervios. Cualquier rastro de altanería que había en mí hace unos minutos atrás se ha drenado y ahora estoy vacía, pensando en por qué demonios no puedo aprender a cerrar la boca cuando debo.
Mis compañeros están abandonando el aula, puedo oírlos murmurar acerca de lo que me espera con el profesor Andrade. Algunos me miran con algo parecido a la compasión, otros con sorna y unos pocos se ven tan asustados que las manos comienzan a sudarme. Daniel y su grupo de amigos están saliendo también, el gran oso polar me observa con un ceño fruncido que no sé cómo interpretar pero que no parece tan duro como sus miradas de "eres un fastidio andante".
Muerdo la parte interna de mi mejilla y Lorena aprieta mi mano, que está entre las suyas.
—¿Estarás bien, Jess?
¿Lo estaré? No lo sé. Realmente no estaré segura de nada hasta que todo acabe.
Me duele el estómago.Lo que sí sé es que Lorena no quiere dejarme aquí y si le digo lo nerviosa que estoy, no se irá bajo ninguna circunstancia. No quiero que ella se meta en problemas por cosa mía y no es como si eso fuese a beneficiarme en esta situación.
—Claro que sí —respondo con una sonrisa que espero sea tranquilizadora.
La morena me observa con sus ojos oscuros, parece que va a discutir conmigo pero un suspiro sale de sus labios y me abraza, lo que significa que se ha resignado. Me dice que le escriba en cuanto salga de aquí y le lanza una mirada intensa al profesor, quien está más concentrado en borrar la pizarra que en cualquier declaración de odio que tengamos para hacerle. Finalmente, sale del salón y me deja a solas con Andrade.
Respiro. Si tuviste las agallas de responderle frente a todos y mirarlo a los ojos mientras lo hacías, claro que vas a poder con esto, dice mi cerebro y, cielo santo, ¡tiene razón! Andrade no me va a intimidar a estas alturas, no le temo a él.
Sigo repitiéndome eso, sin embargo, sí que temo a lo que podría ocurrirle a mi promedio si me equivoco con él. Mis notas son importantes para mí, he luchado mucho por ir mejorando mi promedio; incluso ahora tengo que mantenerme porque Daniel y yo estamos en una constante batalla por ser el mejor alumno de la clase. Javier puede alterar eso en un abrir y cerrar de ojos, no puedo permitírselo.
Ya ha terminado con la pizarra, está sentado tras el escritorio, con las manos entrelazadas y las largas piernas totalmente estiradas. Viéndolo bien, puedo entender por qué hay grupos de WhatsApp donde trafican fotos de mi profesor; si no fuese guapo, su arreglo personal y estilo compensaría la falta de atractivo. Quiero decir, se viste bien, incluso la camisa que lleva ahora (verde, ¿corte mandarín?) le sienta muy bien, las mangas están desabotonadas y tiene un reloj en la muñeca izquierda…
Okay pero ¡¿por qué te estás fijando en sus mangas?!
Bueno, no es como si en serio lo supiera.
—Puedes acercarte, Lara —dice con rostro impasible.
Me acerco con toda la cautela que me es posible, cuidando de mis pasos y no perdiendo de vista sus gestos porque uno nunca sabe qué plan malévolo puede estar pensando esa mente. Es cuando me detengo frente a su escritorio y él se acomoda en su silla con toda la comodidad que puede haber en el universo, que me obligo a mí misma a mostrar un poco de acidez. Me cruzo de brazos y hago una mueca.
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Andrade: El Desalmado
Teen FictionEl último año de colegio de Jessy prometía ser muy tranquilo. Eso hasta que se le ocurrió dar rienda suelta a su bocaza y hacerle frente a su ardiente profesor de física frente a todos sus compañeros. Esto puede salir muy mal o puede llevarla a con...