La noche fría del sábado, por una estrecha calle de las menos concurridas en Moscú, apenas se notaba una delgada silueta que por allí rondaba. A simple vista, ya que estaba oscuro, la figura podía confundirse con un chico enclenque; las ropas que vestía eran de varón, al igual que el gorro que usaba, pero llevaba una mochila rosada aunque su color no se notara bien.
La persona siguió caminando sin ningún rumbo hasta que escuchó unas voces que le hicieron detenerse. Se volteó y vio a tres hombres altos y de aspecto no amistoso.
- Miren lo que tenemos aquí - dijo uno de los hombres, con algo de dificultad para pronunciar las palabras - ¡Parece que el niñito se perdió de su casa! ¿Qué tienes en esa mochila, mocoso?
Piensan que soy un chico, pensó Yulia al escuchar las palabras de aquel hombre. Y mejor que lo sigan pensando... Así estoy más segura.
- Nada - contestó Yulia, con la mejor voz masculina que le fue posible imitar.
- ¡Escuchen su voz! - dijo riendo otro de los hombres - ¡Parece que le cortaron las bolas! ¡Ja, ja, ja!
Yulia ignoró al grupo de hombres y siguió caminando. De repente sintió una enorme mano sobre su hombro; uno de los hombres la detuvo.
- Te pregunté que qué llevas ahí, en la mochila.
La joven pudo percibir el hediondo olor a alcohol que emanaba de aquel hombre. Además, notó que se estaba tambaleando, al igual que los otros dos. Yulia encontró el momento oportuno para darle una patada entre las piernas al hombre que estaba más cerca a ella, y salió corriendo del lugar con toda la velocidad que sus piernas le permitieron.
¡Que susto tan endemoniado el que me llevé! pensó Yulia al encontrarse lo suficientemente lejos de aquellos tres. Debo recordar que para la próxima es mejor traer algo con qué defenderme. Ella se recostó de una pared mientras recobraba el aliento. Comenzó pensar de nuevo en su amada pelirroja. ¡Maldición, ¿por qué no puedo quitar su imagen de mi mente?! Estaba segura de que anoche todo había sido tan claro... ¿Por qué hoy tuvo que salir con Vera sin decirme a mí? ¿Por qué sólo con ella? ¡Demonios, pudo haberme invitado a mí también! ¡Pero, noooooo! ¡Claro y la perra de Vera pasándola de lo lindo, abrazando a mi Lena! ¡Y Lena riéndose de lo más... contenta...
Los pensamientos de Yulia se disiparon en cuanto escuchó una voz masculina preguntarle:
- ¿Estás bien, muchacho?
De inmediato Yulia se dio cuenta del ambiente que la rodeaba. Había varias personas entrando y saliendo de una puerta cerca de la pared en donde ella se había recostado.
- Sí - contestó Yulia.
- ¡Un minuto! ¿Eres mujer?
- Sí.
- Pues es peligroso que alguien tan joven ande por aquí a estas horas - le advirtió el hombre - ¡Y peor aún si estás a la salida de un bar!
- Estoy bien - repitió Yulia - Ya me iba.
El hombre siguió su camino y Yulia miró hacia la puerta de donde veía entrar y salir a tanta gente, la puerta de un bar. Yulia entró al lugar y se sentó frente a la barra. Si tanta gente bebe para olvidar las penas... por algo será..., pensó ella.
- Sírveme starka - ordenó Yulia al barman, que era un hombre de unos 20 años.
El barman la miró y comenzó a reírse frente ella.
- ¡Fuera de aquí, renacuaja! - le dijo él - No se aceptan niños en el bar.
- ¡No soy ninguna niña! - le gritó Yulia - ¡Soy una mujer y tengo dinero para pagar!
El barman cruzó hacia el extremo de la barra en donde se encontraba Yulia, la levantó con la facilidad con la que se levanta un muñeco de trapo y la llevó hasta la puerta de salida.
- ¡Déjame! - ordenó Yulia.
El barman la bajó y le dijo:
- Será mejor que te vayas a tu casa, niña.
Yulia sacó algo de la mochila que cargaba en la espalda.
- Mira - dijo ella - Todo este dinero podría ser para ti si me sirves la bebida que te pedí. Es mucho comparado con lo que te pedí, ¿o no?
Los ojos del barman se desorbitaron como dos bolas de billar al ver el dinero en la mano de Yulia.
***
Yulia se encontraba dormida, con la cabeza recostada sobre la barra, y un charco de saliva cerca de su boca. Habían pasado un par de horas desde que había entrado a aquel bar. Un hombre de aspecto de unos cincuenta años entró al bar y se topó con el espectáculo de Yulia dormida. El hombre, quien era el dueño del bar, se acercó a ella y la haló por el cuello de la camisa. En seguida vio el rostro tan joven de Yulia, y también percibió el fuerte olor a alcohol que tenía.
- ¿Quién carajo le dio de beber a esta mocosa? - preguntó el dueño del bar - ¿Quién fue el animal que le vendió algo a una niña?
Los empleados que allí trabajaban le indicaron de inmediato al barman responsable de la borrachera de Yulia.
- ¡Recoge tus cosas y te me vas ahora mismo de aquí! - le ordenó el dueño del bar al barman.
No le quedó más remedio al hombrecillo que marcharse del sitio.
El dueño del bar le empezó a dar sacudidas por el hombro a Yulia, para que despertara. Después de unos minutos ella reaccionó a las sacudidas. Abrió los ojos e intentó ubicarse en tiempo y espacio; no tenía idea en donde estaba.
- ¿Lena? - fue lo primero que emanó de su boca.
- Niña, ¿dónde vives? ¿Tienes un número de teléfono a dónde llamar para que te vengan a buscar?- preguntó el dueño del bar.
Pero Yulia, que no se daba cuenta de nada a su alrededor, volvió a dejar caer la cabeza sobre la barra y cerró los ojos.
- Ven, tú, revisa si tiene alguna identificación en ese bulto que trae - le ordenó el hombre a una empleada.
La empleada revisó, pero no encontró nada. Volvieron a despertar a Yulia.
- Ya degja 'e molestar - le dijo Yulia aún medio dormida.
Entonces el dueño y aquella empleada la llevaron hasta el cuarto de baño, donde le metieron la cara en el lavamanos y la entriparon para que despertara.
Minutos más tarde Yulia estaba sentada frente a la barra, aunque ahora sí estaba despierta la borrachera no le había pasado.
- ¡Que no les voy a dar ningún número de mi casa! - decía Yulia - No necesito que nadie venga por mí, me puedo ir sola.
- ¿Cómo te vas a ir sola en ese estado, niña? Y a esta hora - decía la empleada - ¿Sabes que hora es? ¡Poco más de la una de la madrugada!
- ¡Se acabó! - exclamó el dueño - Voy a llamar a la policía.
Estas últimas palabras hicieron que Yulia se pusiera de pie y caminara tambaleándose hasta donde estaba el dueño del bar. Muy patéticamente la pelinegra comenzó a rogarle:
- ¡No, no llame a la policía! Mejor le doy el número de mi papá, aquí se lo dicto.
Yulia le dictó tres diferentes números telefónicos al hombre y ninguno era de su casa.
-¡Me estás tomando el pelo, mocosa! Estos números no son de residencias.
- ¡Ji, ji, ji! Es que se me olvidó, pero ahora le digo. Es este...
El dueño del bar anotó el número y volvió a tomar el teléfono, antes de marcar le preguntó a Yulia:
- ¿Cuál es tu nombre?
- Ehhh... Dame un minuto a ver si me acuerdo - dijo ella con la voz enredada debido a la borrachera - Me llamo... ehh... Rusia... !No espera! Vivo en Rusia, pero mi nombre es... Lena... ¡No, espera!... Lena es Lena y yo soy yo. Yo soy yo... ¡Yo! Esa soy yo... soy...
- ¡Basta, niña! ¿Crees que soy estúpido? ¡No puedes haber olvidado tu nombre sólo por estar ebria!
- ¡Espera, espera! Me sacas de concentración. ¿Cómo quiere que recuerde? - dijo Yulia - Soy Katina... ¡No! ¡Soy Yulia! Je je je ¡Yulia! - El dueño del bar marcó el número que le había indicado Yulia.
- Hola... - respondió el hombre a la voz que escuchó al otro lado de la línea - ¿No se ha dado cuenta de que su hija no está dormida en su casa?... ¿Cómo que qué hija? La de usted. Una niña flaca y bajita que anda con ropa de niño. Dice que se llama Yulia... Sí, sí, sí, me dijo que usted es su padre... No sea tan irresponsable y venga a recogerla... Está que se arrastra de borracha... ¿Cómo que por qué la dejo beber? ¡Mire a ver quien es el padre, que no soy yo! El irresponsable es usted que no se da cuenta de que su hija no está... ¡Qué jodienda!... Aquí le doy la dirección para que apunte...
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TORMENTA
FanfictionEntrar en el oficio de cantante no es solo cambiar hacia afuera, no solo queremos nos aprecien por nuestro exterior si que también por nuestro interior.