Extra 2. Ocurre después del juego de la copa.

9 0 0
                                    


La oscuridad mediana del pasillo, me impedía ver a gran distancia. Con prudencia intentaba caminar para no tropezar con algo y caerme.

Después de la invocación del juego de la copa, llevé a Jack cargando a su habitación. Amenazando a la Luna de no matar al Loco, sino yo me encargaría de asesinarlo después. No sabía si aquello iba a funcionar, pero aún lo necesitaba con vida.

Sin darme cuenta caí contra el suelo dándome el golpe de mi vida y escuche un quejido de dolor que no provenía de mi. Me levanté y me puse en forma de defensa, tratando de pelear si fuera el caso. En cambio solo vi a una bola humana, maldiciendo en voz baja. Su fisonomía me pareció conocida, por lo que atine a entablar una conversación con él.

—Yo te conozco.— Le dije mirandolo desde una distancia prudente, esperando que no fuera algún espíritu malvado.

Lo escuché quejarse nuevamente de forma cansada. Intentando no cruzar con mi vista.

—Cazador—. Me llamó y me volví a poner en posición de defensa.— Yo creo que rompí las reglas.

Nuevamente se quejo, aún más fuerte haciendo ruidos extraños y abrazando más sus piernas. No comprendía, ¿Acaso era un espíritu que estaba en el limbo por romper las reglas?

—Yo soy un ángel —. Susurró hundiendo más su rostro, ante mi mirada sorprendida —Más bien lo era. Ahora solo soy un inmundo humano.

Tomé aquello como una ofensa ¿Qué tenia de malo ser humano? Era bastante bueno ser uno, disfrutaba la vida y cosas así. No sabía que responder, además que realmente no me importaba. No tenía nada que ver conmigo, sus necesidades no eran problema mío. Arqué una ceja y di me día vuelta retomando mi camino, él podía arreglar sus problemas sólo.

Escuche pasos secos venir a mi, me detuvo a mitad del pasillo interrumpiendo mi paso. Sólo quería llegar a descansar después de un duro día, ¿Era mucho pedir paz y tranquilidad?

—Se lo que éstas pensando —. Me dijo mientras extendía sus manos en el aire.— Tal vez pienses que no tiene nada que ver contigo, pero soy el ángel guardián de Jack, tú presa.

—¿Qué?—. Pregunté perpleja aun sin entender nada. Ahora si me interesaba.—¿Como confiar en ti?

—Muy sencillo —. Me respondió con una sonrisa auto suficiente, a lo que simplemente asenti—. Por que conozco a Jack.

Idiota. Eso no demostraba nada. Tomé el tabique de mi nariz importando paciencia a algún ser divino, para que no lo matará. Respiré profundamente y conté hasta diez, luego hasta veinte finalmente me quede hasta cincuenta.

—Eso no prueba nada—. Expliqué entre dientes— Cualquier ente puede decir lo mismo que tú, sin pruebas no te creo nada.

Comenzaba a retomar mi camino nuevamente, hasta que que me volvió a detener planeaba soltarme bruscamente de su agarre, pero me quede estática al ver pasar en mi mente momentos de Jack. Ahí estaba lo que llevaba de vida, los momentos con su familia, con su madre, padre y hermanos. Hasta algunos momentos tristes en los que se le podía ver llorando desconsoladamente.

—¿Qué fue eso?—. Le pregunté a un si saber por esa pequeña sensación tranquilidad que recorría mi ser. Un olor a rosas frescas llego a mi nariz, haciendo que todo el cansancio que tenía se esfumara.

—Las pruebas.

No entendía nada. Supongo que sí es un ángel después de todo. Me encogi de hombros y lo lleve a mi habitación. Su mirada decía muchas cosas en especial por lo desorganizado que se encontraba, miraba todo con desagrado intentando no tocar nada.

—Toma—. Le lanze una chaqueta del uniforme que tenía por ahí guardada y que me quedaba bastante grande, razón por la que no me la ponía.

—No, gracias—. Respondió tratando de ser cortés, en cambio su mirada mostraba falsa cortesía. —Soy un ángel, no puedo ponerme "esto".
Fingí estar de su lado, el me miro sorprendido. Yo señalé su torso desnudo.

—Si te quieres enfermar solo hazlo—. Le mencione de manera relajada. El me miro sospechoso luego estornudó. Angustiado me miro, yo solo me encogi de hombros— Eso es principio de gripe, una enfermedad mortal para el ser humano.

Su mirada de miedo valió cada segundo de la mentira que le dije. El rápidamente se colocó la chaqueta y subió el cierre, esperando no poseer la enfermedad tan desastrosa. Tres segundo después solté un carcajada ruidosa ante su mirada de muerte.

Lo ignore y solamente me quede mirando el techo de mi habitación. Ya no tenía sueño, y él no había vuelto a mencionar nada. Era lo mejor, tenía que pensar como librarme de esta sin morir en el intento.

Plan GregoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora