Capítulo 5

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Mientras iban en el auto ninguna había tenido la necesidad de interrumpir el silencio. No sabían qué decirse o qué hacer, después de todo la tensión se había ido, pero la vergüenza por algunas cosas seguía intacta.

— ¿Por qué huiste de tu aldea? —Preguntó Hannah, haciendo que Alice dejara de jugar con sus dedos en la ventanilla del auto. — No me niegues eso, sé bien que lo hiciste. Si tú me cuentas que ocurrió, yo te diré lo que me pasó a mí. Por favor, intenta decir la verdad y no esa estupidez de excusa de "no quería seguir las reglas".

— Bueno... —Se removió en su asiento algo incómoda. — Es curioso que se te ocurra intentar conocerme luego de una noche de sexo hasta las seis de la mañana para luego despertarme a las siete como una bruja amargada.

— No puedes quejarte. Gemiste mi nombre por lo menos cinco veces, y eso significa que te gustó. Menos excusa y más bla bla, ¿si?

— ... —Suspiró. Tenía miedo de confiar en alguien sus secretos, y eso de tener que confiarle sus cosas a un mate el cual no quería encontrarse tampoco le hacía sentir segura. ¿Y si ella lo usaba en su contra? ¿Qué haría?

Hannah tomó su mano mientras frenaba de a poco el auto, mirándole de reojo. Alice no pudo evitar sonreír ante su tacto, y suspiró mientras algunas lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas.

— Sólo estaba cansada. —Su voz poco a poco se quebraba, causando que el corazón de Hannah se acelerace por la preocupación. — Estaba cansada de las quejas de mi padre, y de las burlas de mi hermano y la manada... no lo soportaba. Saber que yo tendría que... ser el Alfa de unos estúpidos hipócritas no era nada bonito. —El auto paró. Estaban en el medio de la nada, por lo tanto nadie les prestaría atención. — "Eres una inútil", "una niña como tú saldrá corriendo cuando sepa lo que es un verdadero cargo importante", ¡bah! ¡Malditos idiotas de mierda!

— ¿Tú no hiciste nada? ¿Acaso no pensabas defenderte? —Preguntó con algo de brusquedad.

— ¡Claro que lo hice!

— ¿¡Entonces por qué mierda lloras!? —Tomó sus mejillas haciendo que la observara a los ojos. — ¿¡Por qué justamente ahora te sientes mal de algo que ni debería importarte!? —Alice le miró sorprendida. — Oh Alice, deja de ser tan dura contigo. ¡Ya deja de llorar por gente que no merece tus putas lágrimas!

— ¡Para ti es fácil, para mí no!

— ¡Por la Diosa Luna, Alice! —Le tomó por la cintura e hizo que se acercara a ella, hasta el punto en el que el espacio desapareció entre ambas. — Quiero hacerte felíz... que no te tortures sola... —Lamió su cuello hasta su mentón, lo que causó un pequeño jadeo de parte de la contraria. — Pero quiero que tengas una cosa en cuenta mi amor... si tú te quedas atrás, yo no te voy a esperar... —Mordió su labio un poco. — Sigue adelante conmigo, deja tus miedos atrás... y no me sueltes la mano. Quédate a mi lado y ambas... nos ayudaremos mutuamente. No dejaré que nadie te lastime, y serás sólo para mí y nadie más.

— Hannah... —Sonrió. — ¿Cómo puedo confiar en ti...?

— Yo no me acosté contigo y te dejé durmiendo sola, creo que es una prueba suficiente, zorrita.

— Eres una estúpida, una odiosa y una maldita... ¿y yo te digo algo? —Le tomó por el cuello de su blusa. — ¿Y qué si soy una zorra? ¿Está mal que alguien disfrute?

— Oh Alice... te rebajas por mucho. — Sonrió. — Tontita... ¿Vas a seguir conmigo o querrás que te castigue? Tú elige.

— ¿Castigo?

Apenas se dio cuenta cuando sus pantalones fueron rasgados casi por completo y una mano había sido metida debajo de su ropa interior oscura. La mano de Hannah se movía juguetona y jugaba con el clítoris de la intimidad de la contraria. Los pequeños gemidos de Alice habían inundado el auto, causando un gran placer en los oídos de la de cabellos morados.

La Pesadilla de AliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora