Con la satisfacción de verse enrolado en la tripulación de un buen mercante gondoriano, Amondil pudo al fin conocer plenamente la magnífica ciudad y disfrutar de la compañía de Nimrilien.
Ella insistió en buscarme un alojamiento digno primero, pues dentro de dos dias daba comienzo la Feria Verde, que se celebraba todos los años en la última semana de Lothron, cuando toda la naturaleza está en flor, con el mecenazgo del Príncipe Galador. Según Nimrilien era una feria importantísima a la que acudían muchos mercaderes de variadas procedencias, incluso de fuera de Gondor, con el ánimo de adquirir o vender sus productos. Por ello la población de la ciudad se duplicaba por lo menos y escasearían los alojamientos en posadas y fondas.
Por ello, nada más dejar los muelles, me guió en dirección a una coqueta posada, situada cerca del puerto comercial, a través de un sinfín de bulliciosas y perfectamente adoquinadas calles. Constantemente me tenía que decir que apremiara el paso pues mis paradas a admirar puestos y edificios eran contínuas.
Al final se detuvo frente a un edificio de dos plantas, con una amplia puerta, junto a la puerta un curioso cartel en forma de cefalópodo rezaba: "El Despertar del Kraken"
Una vez en su interior pude comprobar con satisfacción que se trataba de una posada de marinos, la poblaban en aquellos momentos unos cuantos hombres a los que su aspecto delataba como tales, además en las paredes había multitud de objetos relacionados con la vida en el mar y grabados de barcos. Nos atendió un amable y orondo hombre que respondía al nombre de Númedur y, para alegría mía me dijo que ocuparía su última habitación libre, con un coste de una moneda de plata al día, cosa que me pareció algo desorbitado pero no dije nada teniendo por seguro que la Posada que regía la familia de Nimrilien sería, desde luego, mucho más cara.
Una vez instalado ya en la pequeña pero acogedora habitación, con vistas a la concurrida calle, nos dispusimos a perdernos entre las floridas calles de Dol Amroth. Nimrilien resultó una excelente y paciente guía, contestaba a mis preguntas con una sonrisa en la cara, me explicó que antes la ciudad se llamaba Lond Ernil pero que un Señor de los Elfos llamado Amroth se ahogó frente a la ciudad, al tratar de alcanzar la costa de nuevo en medio de una fuerte tempestad, al estar su amada Nimrodel en ella. Desde entonces se llamó Dol Amroth, además el actual Príncipe, primero de la segunda Casa, es hijo de una doncella élfica llamada Mithrellas, doncella de la reina Nimrodel.
Entre pregunta y pregunta y tras un largo paseo la tarde avanzó rápidamente y con ella mi cansancio, por lo que decidimos continuar al día siguiente. Insistí en acompañarla hasta la Luna Gris, pese a su voluntad de hacerlo ella sola. Por el camino de vuelta a su posada la luz fue extinguiéndose poco a poco, mientras se encendían por toda la colina farolillos, dando a la ciudad un aspecto fantástico. En la cima de la colina destacaba, muy iluminado, el castillo del Príncipe con numerosas antorchas y lámparas por toda la muralla y almenas.
La gente que hasta hacía pocos instantes abarrotaba las calles, se refugió en sus casas y alojamientos paulatinamente, quedando en las calles tan sólo algunas personas y alguna que otra patrulla de soldados, con sus adornadas libreas representando el Barco-Cisne y sus bruñidas armaduras que reflejaban el brillo de las lámparas que portaban.
Tras el largo paseo, llegamos al fin a La Luna Gris, donde me despedí cortésmente de Nimrilien, dándole de nuevo las gracias por enseñarme su ciudad y por responder a todas mis preguntas, que no fueron pocas. Convenimos que cuando terminara mis tareas a bordo del Dama Lessith fuera a recogerla y dar una vuelta por la parte alta de la ciudad, por el barrio de Los Castillos, que lindaba con el castillo del Príncipe.
De vuelta hacia mi posada, ya sólo, decidí aventurarme por los muelles pensando en acortar camino, pese a las advertencias de Nimrilien acerca de la inconveniencia de hacerlo, pues estaban mal iluminados y no eran del todo seguros, pues por ellos abundaban los pícaros y marineros borrachos. El puerto de Guerra o Ensenada de los Barcos Blancos, donde estaba situada La Luna Gris, la situación era bien distinta pues allí imperaba el orden marcial.
Al llegar al puerto de Trabajo, la luna ya se encontraba en lo alto del cielo, unos tenues y vacilantes faroles eran toda la iluminación existente por aquella zona. De cuando en cuando se oía un estrépito de voces y palabras malsonantes provenientes de grupos de marineros recién llegados a la ciudad y en plena celebración por ello. Pasé cerca de una casa, que Nimrilien había citado como "Casa de Placeres" para gente acaudalada, que por día permanecía cerrada pero que en esos instantes bullía de actividad. Un par de carruajes pararon en la puerta, accediendo sus ocupantes al interior tras hacer sonar una campanilla frente al portón de entrada.
Comenzó a formarse una niebla no muy densa, pero lo suficiente como para semiocultar los barcos anclados, ofreciendo el puerto una visión fantasmagórica. Aún con ella me pareció distinguir la silueta del Dama Lessith, donde desde mañana temprano aprendería el oficio del mar. Me encontraba ya próximo a El Despertar del Kraken, tan sólo unas calles más allá, cuando al doblar una esquina casi choqué contra dos figuras que discutían en la penumbra....
.- Disculpen caballeros, no les ví en la penumbra, buenas noches – me excusé con ánimo de continuar mi camino.
.- Caballeros!? Jojojo no tan rápido muchacho, ¿es que te has perdido? ¿podemos ofrecerte nuestros servicios como guías portuarios? – contestó una de las figuras, con un acentó extraño y una voz áspera.
.- No gracias, conozco el camino, ahora si me disculpan... – traté de zanjar el tema pero la otra figura me interrumpió.
.- Vaya, resulta que tiene prisa! Seguro que con las prisas se le olvidó pagar el peaje portuario nocturno, me equivoco? – añadió el otro sujeto, saliendo un poco de la penumbra, y con el mismo extraño acento que su compañero.
Era un tipo bajo pero fornido, vestido con unas ropas raídas y unas babuchas viejas. Su piel era de un color oliváceo, o eso me lo pareció con la escasa luz proporcionada por un lejano farol, y su cara estaba surcada por una fea cicatriz producto quizá de alguna refriega o combate, que le otorgaba un aire amenazador. Desde luego su visión en aquel oscuro y estrecho callejón no me inspiro la más mínima de las confianzas... en mi cabeza sonaban ahora claras, las sabias palabras de Nimrilien que, tonto de mí había obviado.
.- Soy nuevo en la ciudad y no conozco tal peaje, tengan la bondad de cifrar su importe y lo abonaré con gusto – dije inocentemente, para ganar algo de tiempo, mientras trataba de deslizar mi mano disimuladamente hacia la empuñadura de mi arma...
.- El peaje es.. la bolsa o la vida!! – inquirió el hombre oculto en las sombras, al tiempo que surgía de éstas blandiendo una espada ligeramente curvada.
Por varias razones supuse que provenían de la misma lejana tierra, sobretodo su extraño acento y el color de su piel, quizás del lejano Este o del Sur. El último en surgir de la penumbra vestía un poco mejor que el anterior, aunque desde luego no podría pasar por noble, vestía pantalones con una blusa semiabierta blanca y calzaba unas babuchas similares a las de su compinche. Su cara era ruda y al sonreír pude comprobar que le faltaban algunos dientes.
Al notar que, pese a sus bravuconadas, no lograban intimidarme lo suficiente, uno me lanzó una estocada que pude desviar en el último instante con mi propia hoja, seguidamente el otro me golpeó con el puño en la cara y así se inició el corto y desigual combate...
Por mi parte lancé un par de estocadas tratando de alejarlos de mí, pero mi espada corta no era muy adecuada para ello, al sentirme acorralado instintivamente chillé demandando auxilio, aunque dudaba que alguien acudiera a aquella oscura callejuela...
Este último acto provocó una reacción violenta en mis asaltantes, que se lanzaron hacia mí desde dos lados diferentes con el fin de acallar mis gritos. Pude alcanzar a uno de ellos, en el brazo o el torso, antes que su compinche me golpease con la empuñadura de su espada en la cabeza, haciéndome perder la consciencia...
Desperté con un dolor de cabeza inmenso, totalmente desorientado y rodeado de un pequeño grupo de personas, entre las cuales alcancé a distinguir al menos a un par de soldados del Príncipe. Tras el desconcierto inicial comencé a recordar lo ocurrido en el callejón y, gracias a un cubo de agua que trajeron para reanimarme pude asearme un poco, pues caí en un gran charco de inmundicias y allí me dejaron tendido aquellos bribones.
Mi desolación aumentó al descubrir que mis escasas pertenencias habían sido sustraídas: mi bolsa con los ahorros, la espada corta y hasta incluso mis botas!! En nada me consolaron las explicaciones dadas por los soldados, señalándome que por la noche los muelles eran un distrito peligroso para forasteros y que todas las noches ocurrían pequeños asaltos y peleas de todo tipo, sobretodo en días que llegaban tantos barcos a puerto como ocurrió ayer.
Después de darles una breve descripción de los agresores, que no creo sirviera para nada, me dirigí a El Despertar del Kraken a tratar de descansar mi dolorida cabeza, suerte que pagué esta noche por adelantado íntegramente...- pensé mientras traspasaba el umbral de la puerta, con una expresión sombría en el rostro.
.- Joven amigo!! Uniros a nosotros, te invito a una pinta! – vociferó un marinero de mediana edad y poblada barba blanca, al que no creía haber visto antes, que estaba sentado en una mesa del salón junto a dos personas más.
.- Excusadme señor, pero he pasado una mala noche, mi cabeza está dolorida y mañana he de presentarme temprano en mi navío...
.- Venga anímate!! Bebed esta fantástica cerveza que cura todos los dolores habidos y por haber! Mañana nos espera en el Dama Lessith un duro día de trabajo en el muelle y tenemos que aprovechar estos ratos libres en tierra antes de zarpar. – sentenció otro de los reunidos en torno a la mesa, con visibles síntomas de embriaguez, y con los brazos repletos de tatuajes.
.- Sois también tripulantes del Dama Lessith? En tal caso será un honor compartir esa cerveza con vosotros, lamento no poder invitaros a una ronda pero...
.- Ya vendrán tiempos mejores amigo! – me interrumpió el tercero de la mesa, un muchacho de mi edad o más joven – Mi nombre es Galdor, soy el otro grumete del buque, y para mí también es la primera travesía por mar.
Estuvimos en el salón de la posada por espacio de dos horas, durante las cuales los experimentados marinos nos pusieron al corriente de anteriores singladuras del buque y, nosotros los primerizos, explicándoles a ellos en ansía por surcar el mar y haciéndoles infinidad de preguntas. Ellos contestaban amigablemente nuestras preguntas, quedándome una grata impresión de ellos:
Nerumir, que tenía los brazos tatuados con múltiples motivos, había servido en la Marina del Príncipe pero una grave enfermedad lo mantuvo en tierra mucho tiempo y decidió enrolarse en la marina mercante, concretamente en el Dama Lessith hará ya un par de años.
Por otro lado estaba Camlin, era un auténtico lobo de mar, llevaba navegando desde los 15 años, los últimos 10 en el Dama Lessith al que consideraba su hogar. Según sus propias palabras era el marino a bordo de mayor antigüedad, tan sólo superado por el Capitán y su Segundo.
Con Galdor congenié muy bien, pues a ambos nos unía nuestra pasión desmedida por el mar y nuestra juventud. Juntos compartiríamos funciones en el barco de mañana en adelante.
Cuando les mencioné mi altercado y asalto en los muelles, los tres se pusieron serios al mismo tiempo, y Camlin reseñó que aunque Dol Amroth era una ciudad muy luminosa y bonita, tenía sombras en su interior y rápidamente desvió el tema de conversa hacia otros menesteres. Bien entrada la noche decidimos dar por clausurada la reunión e irnos a descansar, Galdor que residía junto a su familia en una noble mansión del barrio de los Castillos, barrio de nobles y acaudalados mercaderes, nos indicó que pasaría por la posada para ir juntos al Dama Lessith.
Al tumbarme en el camastro de mi habitación y sentir el daño en la parte posterior de mi cabeza, vino a mi mente el asunto del callejón y de cómo por mi candidez me había visto privado de mis pertenencias. También pensé en mañana cuando se lo contara a Nimrilien, pensaría que soy un necio por no hacerle caso, con todo ello ocupando mi mente quedé sumido en un profundo sueño...
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La Tierra Media: Relatos
FantasyLa Tierra Media: Relatos es una colección de relatos sobre la Tierra Media. Entre esos relatos se cuentan experiencias de personas comunes que vivieron en la Tierra Media, sus costumbres, sus guerras, entre otras cosas. El libro añade además detalle...