Capítulo 25

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Penny estaba del otro lado de la puerta, amarrándose su cabello en una trenza larga como su cabellera. Venía apurada y preocupada, lo noté porque traía los audífonos puestos en las orejas y no estaba canturreando, y ella siempre disfrutaba de su música.

Entró corriendo cuando me vio, me abrazó temblando al ver a Elizabeth.

- ¿Ya está...?

- Esta en coma, Penny. - dije severamente, mientras ella me miraba con ojos adormilados.

- ¿No va a despertar? - preguntó asustada.

- Pues... - dije, ya sin contenerme soltando una pequeña risotada. - eres una ingenua como va a estar en coma!... sería demasiado bueno para ser cierto... - dije, esta vez en serio. Lamente inmediatamente lo que dije, ya que si le sucedía algo peor, me sentiría culpable. Pero es innegable que Beth ha sido un dolor en el culo.

- Alisson! No es momento para bromas! - dijo, y luego rio un poquito. - creo que ni recuerdo como reírme con tanta tensión encima.

- Dímelo a mi. - respondí algo pesada.

- ¿Sabes siquiera lo que tiene? - preguntó otra vez la rubia.

- Cierra la puerta. Con llave. - pedí, ella obedeció temerosa. Cuando escuché el pestillo dar contra el metal de seguro, cogí de vuelta la carpeta gris del respaldo de la cama. - No quiero leerlo. - dije de pronto, con mis manos sobre el papeleo. Ella entendió de inmediato que esos papeles tenían el historial de Elizabeth - léelo tu primero, y dime si Alan está involucrado directamente. Luego lo leeré yo. - ordené, casi asustada de saber más sobre éste tema. Solo quería dejar este estúpido incidente del pasado de Alan atrás, y seguir adelante.

Penny se acercó a mi.

- No. - fue lo único que me dijo, antes de quitarme la carpeta de mis manos. - yo me quedaré aquí, con esto... - dijo señalando los papeles. - ... y con esto. - repitió, esta vez señalando Elizabeth, quien parecía más una muñeca muerta durmiendo a rienda suelta sobre la cama del hospital. - Si tu padre despierta, yo estaré aquí y te llamaré, pero tú... tú tienes que ir a hablar con Alan. Suficiente de terciarios, no tengo una cojonada de idea sobre a qué le tienes tanto miedo de hablarle a la cara, pero no voy a permitirte hacerte más daño como lo haz hecho hasta ahora. Cortas la relación ahora o nunca. - Ella hizo una pausa, esperando a que yo me fuera. Yo estaba anonadada, sujeta a mis zapatillas como si estuviesen pegadas al suelo de la habitación. - él está en la cafetería del primer piso, sentado junto a la ventana que da al patio. - me indicó, y yo me fui.

...

El ascensor parecía demorar años en bajar. 4ta planta... 3era planta... 2da planta... 1era: se abrieron los barrotes de metal dejando el camino libre.

Ese día el hospital parecía un calle en pleno centro, la gente entraba y salía de golpe de las salas acarreando gente en batas celestes semejantes a la que traía puesta Elizabeth en la habitación que había abandonado hacía menos de un par de minutos, que pesaban como años.

Cuando me animé a salir del ascensor no tiene idea de donde dirigirme. Pese a que había estado en este hospital unas mil veces desde que tengo memoria, la cafetería y la ruta que me conducían hasta allí parecían borrosas en mi mente. Algo así como un vidrio cristalizado y borroso por vapor.

Me armé de valor, y salí por la puerta principal.

El patio del hospital de La Playa era el foco central en donde se distribuían el resto de los sectores y edificios. El area pediátrica a la derecha, la cirurgica, emergencias, y algunas otras... para ser honestos, me senté afuera de esa cafetería con la esperanza de que Alan me viese a mi primero, y no tener que entrar a esa cafetería por mi misma: sola.

Me senté frente a la ventana, de manera que en cierto modo seguí la orden de Penny, pero no pude acercarme mas. ¿Como podría? Una sin vergüenza entrando por respuestas.

Me quedé allí, por un par de minutos antes de aburrirme.

Al poco tiempo la banca dura en la cual estaba sentada parecía demasiado grande para un cuerpo tan chico, y como si fuese posible: me sentí más sola todavía. Por lo tanto, decidí tenderme verticalmente en la banca, como un vagabundo. Miré el cielo despejado y como señal del destino, la inmensidad de la nubes moviéndose sin parar me tragó. Otra vez, la soledad era inescapable.

Me senté otra vez, parándome muy de prisa y mareándome en consecuencia. Me sostuve del borde de la banca, todavía sentada, con ambos pies en el pasto verde. Iba a entrar. Iba a entrar ahora, sólo tenía que descifrar lo primero que tenía que decir al verlo: "¿tienes un minuto?" Quizá sería demasiado cordial, o demasiado cínico.

Miré mis zapatillas en el suelo, mi cabello café caía a mechones sueltos sobre mi frente mientras analizaba los cordones que solían ser blancos y ahora, luego de haber usado estas zapatillas por los últimos 3 días seguidos, estaban grises, inclusive en los extremos más cercanos a la suela estaban negros.

Me pregunté si las cosas podían cambiar en 3 días como lo había hecho el color de esos cordones: de blanco a negro. De un polo a otro.

Iba a entrar.

Cuando subí la mirada no fue necesario decir nada.

- ¿Estas bien? - me preguntó. Su cordialidad no fue cínica, como lo hubiese sido la mía. Nop, él era genuino.

Traía una chaqueta larga, negra. Se notaba que si apenas había despertado hace unas horas. Sus ojos seguían adormilados, un poco pequeños por el esfuerzo de mantenerlos abiertos, eso era consecuencia de la falta de sueño. Pero no quitó el brillo: la amabilidad y curiosidad.

Él me había echo un pregunta, ¿cuál era?

- No... no te escuché... - dije tartamudeando lo más sutil que pude, pero no tenía caso, él ya tenía su mirada sobre mi.

- He dicho que si puedo sentarme. - dijo sonriendo. No estaba segura de si me estaba diciendo la verdad, pero no discutí. - ¿estás sola?

- ¿Tu lo estás? - dije, aunque sabía perfectamente como había el llegado hasta aquí: gracias al favor que Penny me había hecho al traerlo aquí. Por mi.

El simplemente asintió. Y no preguntó porque mi mejor amiga se había aparecido por su choza a despertarlo. Es más, antes de que tuviese la oportunidad de hacerlo, hablé yo.

- Pues yo también. - dije, refiriéndome a que estaba sola. - Antes de que llegaras tu. - dije, un poco más erguida en el hecho de que los dos nos haríamos compañía ahora: juntos. - estoy aquí por mi padre y por Elizabeth.

- Eso pensé. - dijo él. - temo que ya sabes lo que sucedió...

- La verdad es que no. - dije. Para mi asombro, esa respuesta le sorprendió. - pienso que quizás, merezcas contarme tu versión de la historia antes... antes de que yo averigüe por otros medios, claro. - dije, robándole un poco el crédito a Penny por esta idea de "comunicación directa" que al parecer pueda ayudar.

El asintió.

Pero no me contó me inmediato. Primero me invito un café y me pregunto si tenía frío. Cuando le conteste que estaba bien así cual estaba, me sugirió tener esta conversación en un lugar más privado, por mi comodidad. Le dije que podíamos caminar juntos, movernos hasta la costa frente a los edificios de emergencia y hablar allí.

Pareció que le gustó mi idea, ya que me sonrió, una sonrisa que me provocó desconfianza ya que noté que él estaba forzándola.

Me imaginé solo por un segundo el dolor y valor que implicaba abrirse conmigo sobre esta historia, luego del torrente de sentimientos que a mi me había provocado solo venir y acercarme físicamente al lugar donde sabía que él estaba.

Intenté mirarlo con todo el cariño que podía permitir una mirada, pero nada sucedió. Solo una caminata entre dos extraños. Solo una respiración compartida, chistes al aire y pequeñas conversaciones. Un intento de llevar vidas semejantes entre dos personas distintas y complicadas... las relaciones son eso: una coordinación que de vez en cuando se desincroniza, y cuesta volver a la sintonía anterior, es más, nunca se devuelve a lo que fue.

Solo por mi profesor (#2) PAUSADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora