Capítulo Ocho - Como las novias de Barranca. (✔)

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— ¡Llegué! —Grité mientras cerraba la puerta principal.

— ¡Por fin llegas! —Salió María a regañar. — ¿Sabes qué hora es?

—No. —Mentí.

—Son las doce y quince. —Gritó.

— ¿Y? —Estaba alborotando el panal

— ¿Y?, ¿Y?, Y resulta que somos tus invitados y DEBES atendernos. —Hizo un rotundo énfasis en el deber. —Sino fuera porque al menos hiciste las compras en estos momentos nos estaríamos muriendo del hambre.

—Sí, lo sé, ya cálmate. —Decirle a una mujer que se calme, solo las estresa más. Un pensamiento machista; pero realista.

—Sabes que... —Hizo una pausa. —No te voy a decir más nada, sé que te sientes triste, frustrada, decepcionada, y todo lo demás por lo que pasó hace MESES, pero debes superarlo. —Otra vez hizo énfasis, esta vez en meses.

—Podrías bajar la hijueputa voz. —Habían días en los que me sentía mal conmigo misma por lo que pasó, así como había otros en los cuales no me importaba; en serio no me importaba. La tomé del brazo y salimos de la casa.

—Sólo espero que esta vez sí prestes atención a tus invitados. —Ya no me parecían divertidas sus bromas.

—Mira... —Hice una pausa, respire profundo. —Me dolió que Deimer me dejara plantada en un jodido altar, me dolió que sólo se fuera y no me dijera el porqué, me dolió que ni siquiera le importara lo que sentía; marica, ¡Nos íbamos a casar y simplemente se fue! —Dije mientras comenzaba a llorar. —Me dolió como no tienes ni idea y sinceramente espero que jamás en la vida te pase. —Estaba siendo sincera. —Pero trato marica, de verdad trato seguir adelante, seguir con mi vida como si nada hubiera pasado, pero es difícil.

Nos encontrábamos las dos de pie en la entrada principal, me encontraba llorando, hacía tiempo que no lloraba de esa forma. María sólo me miraba, su mirada y postura severa se habían ido, en esos momentos me encontraba con mi mejor amiga. Me abrazó y fue en ese preciso instante cuando me dejé caer y la abracé.

—Definitivamente ustedes dos son un caso. —Era Carolina.

—Hola. —Dije aún en lágrimas.

—Todos escuchamos su discusión al otro lado de la puerta. —Confesó.

—También... —No me podía ni imaginar que pensaba Deimer.

—Sí, él fue el único que se quedó escuchando todo. Paola llevó a todos al jardín trasero, pero Deimer dijo que quería quedarse y escuchar. —Quedé en shock. —Cuando dejaron de hablar, se fue.

—Lo siento. —Dijo María. Carolina y yo nos la quedamos mirando. —Por mi culpa te desahogaste y él escuchó todo.

—Creo que es mejor así. —Me estaba secando las lágrimas. —Después de todo él sólo se fue y nunca pudo escuchar de mí cómo me sentía.

— ¿Y entonces? —Preguntó Carolina.

—Entonces es pelea. —Bromeé. —Creo que ya me siento mejor. —Me sentía aliviada. —Si me hubiera desahogado así frente a él, hubiera llorado aún peor. —Reí.

—Si quieres salir a pasear, hazlo, nosotras nos encargamos de todo. —Dijo Carolina.

— ¡Oye! —Se quejó María.

Carolina miró rayado a María por la queja. —Está bien, pero que no se te haga costumbre. —Dijo a regañadientes. —No es por nada pero la verdad en un principio no me creí lo que hizo. —Y aún así lo hizo, pero quiero que sepas algo. —Habló seriamente. —Él y tú van a terminar juntos.

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