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—¿En qué pensas? —Le preguntó Martina ya que hacía un rato largo que lo único que se escuchaba en el auto era la música de la radio.

—En nada, estaba mirando el camino. —Respondió y vio que ella le daba una mirada fugaz antes de volver a mirar al frente.— Se siente raro que mi novia me esté llevando en el auto, debería ser al revés.

—Siglo veintiuno, Jonas. Basta de esos estereotipos de que el chico tiene que llevar a la chica o pagar todo.

—Se llama cabellerosidad. —La contradijo.

—Machismo. Eso era hace mucho años, cuando las mujeres no trabajaban y sólo se dedicaban a cocinar y cuidar a los hijos.

—Insisto, es caballerosidad.

—Ustedes no tienen que mantener a su novia y pagar todo, eso es una forma de dominarla y hacerla sentir inferior. Para mantener a alguien vas a tener a tus hijos. Los gestos de caballerosidad son hermosos y todas valoramos un hombre así, pero por lo menos a mí no me gusta cuando queres pagar siempre vos porque me siento una inútil. —Él iba a hablar, pero ella continuó antes de que lo haga.— Sé que no es tu intención, pero se siente así.

—Tenés razón, pero crecí así y no siento la obligación de pagar cuando estamos juntos. Lo hago porque quiero, Marti. No me gusta que te sientas mal por eso.

—Lo entiendo, pero vos aceptá que algunas veces yo te invite. Te lo dije mil veces, Nick, eso no te hace menos hombre o menos caballero. Al contrario, significa que valoras mi trabajo porque mi dinero vale lo mismo que el tuyo. Para mí, que aceptes de buena gana que yo pague es una muestra de respeto.

Cuando bajaron de la Autopista Panamericana y se adentraron por las avenidas de la ciudad de Buenos Aires, Martina le señalaba lugares y le contaba algún momento que había vivido ahí.

—Ese es mi colegio, el San Agustín. —Le dijo cuando frenó el auto frente al edificio ubicado en la calle Agüero al 2320. Como era enero, estaba cerrado y no había chance de entrar.— Acá vine desde los tres años hasta los diecisiete.

—¿Acá conociste a tus amigos? —Martina asintió con una sonrisa mirando el edificio.

—Tengo recuerdos hermosos adentro de esas aulas. —Recordó con nostalgia y su novio la miró, no se atrevió a interrumpir sus pensamientos hasta que ella soltó una carcajada.— Una vez, cuando cursábamos el último año, con Fernando nos escapamos. Cuando mi tío nos dejó en la puerta del colegio y se fue a trabajar, nos dimos media vuelta y nos fuimos al shopping que está cerca.

—¿En serio? No te veía como la chica rebelde. —Ella negó.

—Entrábamos al colegio a las siete y media de la mañana y el shopping abría a las diez. Fuimos tan tontos que no nos habíamos fijado los horarios, así que nos fuimos a desayunar a un Mc Donalds que había cerca hasta que abrió. Nos sentíamos unos genios hasta que casi al mismo tiempo a él lo empezó a llamar mi tío y a mí mi mamá. —Volvió a reír negando con la cabeza.— No te puedo explicar nuestras caras de pánico. La directora del colegio había llamado a nuestras familias porque les llamó la atención que faltemos los dos sin previo aviso. Juntamos valor y atendimos. Así que a las once de la mañana volvimos los dos a mi casa a esperar que mamá y el tío Robert volvieran de la inmobiliaria donde trabajan. Creo que nunca en mi vida me habían retado tanto. Nuestros amigos se burlaron de nosotros toda la tarde cuando se enteraron de nuestro plan fallido.

Nick estaba tentado con esa anécdota y ella también.

—Supongo que nunca más lo intentaron, ¿no?

—Juntos no. Yo lo hice unos meses después con Flori y fue un éxito.

Martina encendió nuevamente el motor del auto y manejó por esa calle hasta llegar a la Av. Santa Fe.

Hold on (Nick Jonas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora