La carta que nunca le daré a papá.

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Gracias papá, gracias por aquel día en que por primera vez me prestaste atención y salvaste mi vida de la muerte, te agradezco papá porque crees que el dinero es lo único que necesito para ser feliz.

  ¿Por qué nunca me miras a los ojos, papá? ¿por qué castigas cruelmente mis errores y no celebras mis éxitos? Abrázame que soy tu hija, a la que nunca pudiste comprender. Yo sé que con él hablarás de fútbol, con ella hablarás de la universidad, ¿conmigo qué será? ¿jugarás un día en la casita de las muñecas conmigo?

  Papá soy muy pequeña, por más que tiro de tu ropa y te digo "Papi, sígueme" no logro conseguir tu atención, ni tu sonrisa diciéndome algo. Papi ¿acaso me odias? Quizá te arrepientas de haberme tenido, no lo sé.

  En tantas noches de lágrimas anhelé tu resguardo pero nunca estuviste ahí, el trabajo fue lo primordial. En mis noches de confusión tenía tanto miedo de dirigirte la palabra que agachaba la mirada y me encerraba por horas interminables en mi recámara. ¿No hay nada que valga la pena en mí, papá? ¡Escúchame! Mi silencio te grita.

  Ese día dijiste que la puerta era muy grande y que cuando quisiera irme lo hiciera. ¿por qué no me dejaste morir ese día, papá? Estoy huyendo de ti, no quiero que me veas llorando, quiero que tengas la misma imagen de mí..."La adolescente mimada", "la irresponsable", "la que no es como su hermana".

  Papá, cuando viste mis cortadas sólo anunciaste que yo estaba loca, ¿por qué no me ayudaste, papá? Estaba muriendo lentamente y tú ¿donde estabas? Mírame a los ojos, sé que no soy la hija que querías, soy el error que te ama tanto, ¿jugarás a las muñecas conmigo? 

  Te amo papá, te amo, estoy segura de que algún día volverás a salvarme, esta vez no de la muerte, sino de algo todavía más fuerte.

Poesía, marea y caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora