Día Uno: Pero lo hiciste.
Esto es estúpido.
Ese era el único pensamiento que continuaba ocupando la mente de Harry mientras que se dirigía a una calle para nada conocida, justo en las afueras de la ciudad. El viento frío escalofriante le paso por encima, mientras que se escabullía entre las calles y espacios entre edificios. Rodeando el cuerpo de toda desafortunada persona que estuviera en las calles con el frío clima en la mañana del viernes, envolviéndolos en un abrazo congelado.
Harry tiro del abrigo de lana alrededor de su cuerpo para conservar el calor y escondía su mentón en el cuello de éste tanto como podía. Sus dientes estaban tiritando, sus mejillas estaban ya dolidas del frío que tomó todas sus fuerzas para no escabullirse al lugar más cercano y recobrar un poco de calidez.
Pero no, razonó consigo mismo y alejó sus ojos del pequeño restaurante que lucía más que invitador por como las luces de adentro reflejaban un color cálido sobre la calle. Podía sentir el calor saliendo del lugar mientras caminaba pero lo ignoró, mirando en cambio a la nieve que golpeaba la calle como lluvia al momento que hacía contacto.
Sus dedos se cerraron alrededor del objeto que había sido empujado dentro de uno de sus bolsillos. Un objeto del que sus dedos ya se habían familiarizado, reconociendo la suave curva de una de las puntas y memorizando la dureza del mismo como si hubiese estado en sus dedos por años ya. Pero solo había sostenido el objeto en duda, la billetera de un extraño, desde la noche anterior. Sus dedos se habían aferrado al cuero frio mientras que caminaba por unas calles oscuras y angostas, alejado de la ciudad y de las luces, lejos del viento constante. Harry lo encontraba extraño mientras sus dedos agarraban la familiar figura que era, ahora, era más fácil ignorar los lugares cálidos que intentaban desviarlo de su destino. Aunque no se atrevía a aceptar esa simplitud, sus pensamientos no coincidían con su consiente que estaba, en ese mismo momento, llevándolo a un departamento de una persona que no conocía en absoluto, en una calle de la que nunca había escuchado.
Y además, esto era estúpido.
Eso era lo que Harry había determinado mientras daba la vuelta a la calle desconocida que estaba buscando. Sus ojos empezaron de repente a pasar por todos lados de la calle, saltando de edificio a edificio en busca de los números correctos. 243C St. Mayberry era la dirección que su mirada estaba nerviosamente buscando.
El número de tres dígitos estaba reapareciendo en su mente aproximadamente desde la noche anterior cuando había leído la dirección del DNI que había sacado de la billetera. Había tenido que voltear la tarjeta laminada hacia la pálida luz que venía de uno de los faroles de la calle. Usualmente, Harry hacia todo lo posible en su poder para escabullirse entre las partes oscuras y seguras entre esculturas y estructuras, había un espacio plano y justo para que Harry pudiese acampar. No era mucho, entrar entre pequeños espacios escondidos de lugares grandes, pero al menos era algo. Estaba fuera de vista de cualquier persona que pasara cerca, suficientemente escondido para evitar miradas de los oficiales; era seguro. No era una casa. No había ninguna estufa, ni refrigerador, ni baño, ni cama. Ni siquiera había una almohada a la que pudiese llamar suya.
Pero para él, era suficiente.
Era suficiente pasar la noche ahí, en ese vacío y pequeño lugar, solamente con su propia compañía, donde pudo finalmente sacar la billetera del bolsillo del abrigo que el extraño le había obsequiado. Se sentó con las rodillas contra su pecho para darse más calor, mientras que cuidadosamente abrió la billetera de cuero doblada en tres. Sus ojos verdes pasaron sobre los contenidos mientras que levantaba un par de tarjetas de uno de los sobres. Sus dedos acariciaron lo suave que eran, y siguieron pasando entre otros sobres y partes de la billetera hasta que, con la poca luz de la calle que se posaba sobre él, pudo investigar el mundo del extraño que sostenía cautelosamente en sus manos.
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Como En Casa » Larry Stylinson
FanfictionLouis está en su camino a un encuentro cuando un cierto chico con rizos color chocolate y sin hogar llama su atención, tanto que le da su abrigo para que se proteja. Él no esperaba ver al chico nunca más, pero el destino quiso dar unas vueltas, haci...