Prólogo

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—Mira, El, perdón, pero esta noche no puedo… ya te dije porqué. Y no, no puedo faltar a mi equipo, de nuevo… —Louis dijo al teléfono, quizás un poco demasiado alto para estar en un lugar público. Pero él no estaba prestado mucha atención a sus alrededores mientras que tranquilizaba sus pasos y soltaba un suspiro, tocando el puente de su nariz con su pulgar y dedo índice.

Llegó a estar completamente quieto, sordo del exterior mientras que escuchaba a la voz de su novia quejándose una y otra y otra vez través al teléfono, aunque no estaba escuchando todo lo que ella tenía para decir. Sabía que debería probablemente sentirse mal al respecto, pero no lo hacía. Esta parte de su relación, las penosas discusiones que comenzaban de la nada sobre cosas inútiles venían pasando hace semanas ya, quizás un mes y medio aproximadamente. Pero se sentía como si hubiese sido así siempre.

Y Louis estaba cansado.

Estaba cansado de escuchar. De interesarse. Cansado de poner esfuerzo en la relación.

Arreglarían las cosas solo para arruinarlas de nuevo. Se estaba volviendo odioso y cansado cada vez más y Louis solo quería rendirse. Pero no podía hacer eso ahora, no por teléfono y especialmente no a dos días de Navidad.

Así que reprimió un suspiro mientras que la voz de Eleanor finalmente llegó a una pausa y decidió tomar la culpa esta vez.

—Tienes razón, —dijo, fingiendo la mejor sinceridad que pudo. —Lo siento amor, te tendría que haberlo dicho más temprano... Lo entiendo. Te lo recompensaré mañana, lo prometo. Mi tren está por llegar, así que tengo que colgar, ¿de acuerdo?… Está bien… Si, si, lo sé. También te amo, El. Adiós.

Evitando que otro suspiro se escapara por sus labios, alejó el teléfono de su oreja y presionó el botón ‘Finalizar llamada’ con un poco más de fuerza que la necesaria, a punto de hacer volar al teléfono de su mano. Su control sobre él se hizo más fuerte para evitarlo, y mantuvo su mano ajustada a su mochila sobre su hombro, acomodando su abrigo que estaba bajo su brazo para asegurar que no se callera, y alejó la reciente pelea de su mente para buscar entre la multitud de la estación la plataforma donde estaría su tren.

No era un camino desconocido, ya que Louis tenía que tomar a seguido el tren de las 7:43 para reuniones de negocios a último momento. Aun así sentía una puntada de nervios cada vez que entraba a la estación y era recibido por los conocidos alrededores. Las luces eran siempre tenues, y hacía calor no importara la temperatura fuera del lugar, junto a las personas apuradas con expresiones blancas y ojos cansados, nunca una sonrisa para compartir.

Lo dejaba a Louis en el borde.

Hoy hizo su camino entre la multitud con sus ojos mirando al suelo, intentando de no hacer contacto visual con nadie; a muchos no les gustaba eso, él había aprendido rápido que algunas personas lo toman como una intromisión a su privacidad. Así que desde entonces, sus viajes en la vieja estación, los realizaba con sus ojos mirando hacia abajo, en vez de dejarlos pasar de cara a cara.

Cuando se encontró a si mismo parado detrás de la línea amarilla en la plataforma correcta, finalmente levantó su cabeza y dejo escapar un suspiro que no sabía que estaba reteniendo. Nunca fue una persona para los espacios públicos, las multitudes lo ponían nervioso. Y hoy, especialmente, sacándolo de su comodidad mientras que miraba hacia los lados de la plataforma, notando como las vacaciones traían impaciencia a las personas. Chicos y ancianos, abuelos, chicos pequeños; todos estaban presentes, esperando al tren de las 7:43 que, Louis noto con una mirada a su reloj que ya estaba llegando cuatro minutos tarde.

—¡Hey! Se los he dicho varías veces, ¡váyanse de aquí! —Una voz rebotó por el fondo de la plataforma, haciendo eco entre la estación y entre la masa de gente.

Como En Casa » Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora