Capitulo I

47 2 0
                                    

¿Alguna vez han tenido un encuentro fantástico e inexplicable?

Algo que les sucedió y en lo que piensan cada día, preguntándose ¿cómo? o ¿porque paso? Bueno, eso fue lo que sentí cuando conocí a Ragga.

Lo recuerdo muy bien, era otoño, porque las hojas secas de los arboles ese día eran hermosas, caían suavemente y con elegancia al suelo mojado por el rocío de la mañana. Ese día, llevaba puesto un abrigo morado y unas botas de lluvia que combinaban, salí de mi casa temprano por la mañana, solo para escribir sobre el bello paisaje otoñal que cubría a la reluciente y pacifica ciudad Sapphire.

Pase casa por casa entrevistando a mis vecinos, como también a muchas personas que me encontraba en calle, por supuesto que la mayoría no me prestaba atención solo por ser una chiquilla, era frustrante, pero era parte del trabajo de ser practicante a periodista, dado que era más que un hobby para mí.

Buscaba una noticia interesante y entretenida, algo que me ayudara hacer que los adultos me reconocieran (además, obtenía puntos extras en la clase de periodismo de mi escuela) Así que me la pase rondando por toda la ciudad hasta que cayó la tarde, el cielo empezó a oscurecerse poco a poco y las calles se encontraban solas y frías, con tan solo la luz de las farolas alumbrando mi camino.

Me dirigía a casa, pues ya se estaba haciendo de noche y no quería recibir sermones de mis padres, me encamine por una calle de aspecto lúgubre, donde solo había tres casas al otro lado de la carretera, una tienda de dulces en medio de estas y por ultimo a mi izquierda, un inmenso basurero abandonado, sentí escalofríos y asco al instante.

Quería pasar su entrada lo más rápido posible, tenía miedo, pues ya se encontraba muy oscuro y no veía a una sola persona a los alrededores, los autos tampoco pasaban, era como si el mundo se hubiese detenido justo en ese momento.

De pronto, se escuchó un crujido dentro del basurero como si un ratón pasara entre la chatarra. Me asuste aún más y acelere el paso hundida en el miedo, para mi mala suerte en ese momento todas la farolas se apagaron, me quede parada en medio de la acera pensando (ahora que hago) seguramente debí haber llevado una linterna o algo por el estilo.

Cuando pude tranquilizarme, empecé a caminar a ciegas sin rumbo fijo, solo hacia adelante.

Me topé con varios objetos en el camino y me tropecé más de una vez, el suelo se sentía viscoso y húmedo, era extraño, pero también se sentía un olor fuerte y fétido, pensé que seguía cerca del basurero.

Cuando al final choque contra algo y caí d espalda al suelo, me levante lentamente y empecé a tocar y tocar con lo que me había golpeado hasta sentir lo que parecía ser un pasador de una puerta metálica, la abrí y entre esperando que fuera alguna tienda o casa. Al pasar estaba aún más oscuro que antes, no podía reconocer a donde había llegado.

Estaba aterrada así que comencé a caminar de espaldas para salir, cuando un fuerte chirrido resonó en la oscuridad del lugar, era tan fuerte que cubrí mis adoloridos oídos, de pronto escuche como la puerta se desprendía, cayendo momentáneamente al suelo justo rosándo mi espalda, mire y pensé (por poco quedo aplastada) cuando volví a mirar al frente, quede congelada, totalmente fría, como el mismísimo hielo. Al ver dos enormes, brillantes y blancos ojos mirándome a la lejanía. 

De ahí poco a poco se fueron acercando a mí, no podía moverme, mis piernas no respondían y solo me quede viendo esos brillantes e hipnóticos ojos blancos...

— ¡No te acerques! —Grite entre balbuceos.

Cierro los ojos con fuerza y me los froto con las manos, creí que era todo producto de mi imaginación. Al volverlos abrir, parecía que podía ser cierto, habían desaparecido ¿mi miedo me había consumido hasta el punto de ver visiones? no podía creerlo.

— ¿Que haces por aquí pequeña niña? —Se escuchó una a voz grave y ronca a mi lado, lo que me erizo la piel, pero ante la confusión no me quedaba más opción que responder.

—Estoy perdida señor, disculpe si entre sin permiso a su casa, no podía ver nada.

El lugar se sumió en un silencio desolador, pensé que ya me estaba volviendo chiflada. Cuando de repente se escuchó un fuerte crujido y un pedazo del techo comenzó a derrumbarse, tuve que agacharme al instante y cubrir mi cabeza.

— ¡Auxilio! ¡Ayúdenme! —Grite en desesperación.

El ruido ceso al cabo de cinco segundos, una vez que termino me levante y mire hacia el techo, habían muchos escombros por todos lados y un tenue rayo de luz de luna entraba por el agujero que se había formado, se podían ver las infinitas estrellas que adornaban el cielo nocturno y quede embobecida con lo espectacular e hermoso que se veía.

Cuando volví a reaccionar empecé a mirar con desesperación mí alrededor, me encontraba dentro de alguna clase de almacén lleno de chatarra.

— ¿Ya puedes ver, pequeña niña? —Pregunto la misma voz, mire hacia la dirección de donde parecía provenir y me acerque lentamente para observar más de cerca.

—Creo que ahí estas bien, pequeña niña—Me detuve al instante perpleja, pues los grandes y blancos ojos volvieron aparecer y se movían entre las sombras a las orillas del almacén, sin quitarme esa escalofriante mirada de encima.

—Disculpe señor, me iré de este lugar de inmediato cuando vuelva la luz —Dije aterrada. Aun no salia de mi mente lo del techo.

Los ojos quedaron inmóviles en el aire por unos instantes y luego empezaron a alzarse lentamente, hasta quedar dos metros por encima del suelo, me quede mirándolos atontada, sentía un mal presentimiento.

—Un poco de compañía no cae mal de vez en cuando, puedes quedarte si lo deseas.

Me sentí un poco aliviada al escuchar esas palabras, así que solo me senté en el suelo de piernas cruzadas pero sin mucha confianza, sin embargo aún no se dejaba ver (lo que en parte era mejor), pensé que si me comportaba de forma amigable me dejaría pasar el apagón con él.

— ¿Usted vive aquí? —Pregunte.

— ¿Vivir? —Respondió.

—Su casa, el lugar a donde llega a descansar.

—Sí, entendí la pregunta, solo que no había escuchado esa palabra en mucho tiempo.

Al intrigarme su respuesta, el miedo que había sentido hace unos momentos se había convertido en curiosidad (¿qué hacía en este horrible lugar?) no quería perder una oportunidad así, no importa el miedo que sentía, saque mi cuaderno de notas y mi bolígrafo del bolso y empecé a charlar con él.

— ¿Tiene algún nombre, señor? —pregunte.

—Si, como cualquiera pequeña, pero me conocen con muchos nombres y no se con cual presentarme —Era muy extraño, para continuar con la conversación le seguí la corriente.

—Pues... mi nombre es Violeta S. Gilman, pero mis amigos me dicen Violet.

—Entiendo, en ese caso mi apelativo era Roderick, pero ahora si alguien se me digiera alguna vez... me llamaría Ragga —El tono de voz que uso al pronunciar su nombre no me convenció, parecía dudar.

No entendía porque le daba tantas vueltas, solo era decir su nombre (¿Qué es ese extraño nombre?), me propuse hacer que siguiera con la conversación.

— ¿Le importaría decirme porque le dicen así —Pregunte con inocencia.

—Si buscas conversar, con gusto —Dijo —. Tenia tiempo sin entablar conversación con una persona.

Era una experiencia extraña y aterradora, pero lo irónico, es que nunca pensé que esa oscura, fría y tenebrosa noche, me encontraría a alguien igual de oscuro y tenebroso, dejando mi miedo de lado y tomando todo el coraje que tenía, me decidí a entrevistar cara a cara al señor que se escondía en la oscuridad.

RaggaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora