—Bien, estas serán las reglas —anuncié saliendo de la cocina, encontrándome con un Jorge confundido mientras ojeaba la revista.
—¿Cómo metieron todas estas cosas en las hojas?
Miré a papá con reproche, para que en la próxima ocasión midiera no solo lo que él ganaría, sino que también los riesgos que corría. Si bien ya era tarde y habría que asumir, no estaba de más hacerle saber el error que cometió que lo llevaría a explicarle el mundo a un joven como si de un niño se tratara. Tomé aire profundamente para prepararme para el cuidado de aquel joven que claramente tenía un pensamiento machista de la vida. Pedí algo de paciencia antes de continuar, mucha paciencia para no soltar golpes que pudieran lastimar a alguien.
—Jorge, te estoy hablando —llamé su atención, obteniéndola casi al instante. Su mirada demostraba su confusión, lo poco que comprendía de todo lo que le rodeaba, dándome algo de lástima al imaginarme cómo se debería sentir en ese momento, por lo que continué con tono más suave—. Sé que no estás acostumbrado aún a todo esto, después de todo acabas de llegar, pero eso no quiere decir que te vas a salvar de las reglas que tenemos aquí.
—La escucho, aunque ¿no debería ser su padre quien las dé?
—Soy la mujer de esta casa, tú un invitado, no veo cuál es el problema con que yo las de —solté el aire que quedaba en mis pulmones y continué—: En primer lugar, a mi habitación no entrarás a menos que yo te dé permiso. Segundo, papá trabaja desde muy temprano hasta entrada la noche, no le gusta mucho que lo molesten, así que ya sabes —advertí—. Tercero, trata de no tocar nada cuyo uso desconozcas, el dinero no abunda aquí como para reemplazar un televisor, microondas o cualquier otro artefacto de alto costo.
—¿Un qué...? —preguntó Jorge como si hablara en un idioma extraño. Mentalmente me di una palmada en la cara al no ser más consciente con el vocabulario que estaba usando.
—Ya te enseñaremos todo lo que necesitas, Jorge —prometió papá con amabilidad.
—¿Algo más que deba considerar, Kemi?
Me fue raro escuchar aquel diminutivo en la voz de un desconocido, pues solo papá me llamaba de ese modo, el resto utilizaba mi primer nombre, Amira. Lo dejé pasar luego de unos segundos dándole vueltas y repitiéndolo en mi mente, tampoco me iba a morir porque un desconocido acortara mi segundo nombre que solo papá usaba y adoraba.
—No, creo que no.
De pronto la habitación quedó en completo silencio, nadie se atrevía a hablar. Yo aún estaba algo molesta con papá, él estaba incómodo con la situación y Jorge lucía asustado de todo lo que veía, seguramente esperando despertar de esta clase de pesadilla que vive. Sentí lástima de él, no ha de ser fácil llegar a una época en la que todo lo que conocías ha muerto y no existe más. Tal vez su propia tumba está por ahí afuera mientras él estaba ahí conmigo, pensamiento que me hizo sentir un escalofrío recorrer mi espalda al darme cuenta de que estaba conversando con alguien que llevaba más de cien años muerto, enterrado bajo tierra.
Un ruido extraño rompió el silencio, avergonzando inmediatamente a Jorge.
—Creo que alguien no ha comido en horas —comentó papá.
—Lo lamento.
—Prepararé algo, yo tampoco he comido —anuncié dirigiéndome a la cocina, tratando de alejar mis últimos pensamientos.
—Estaré en mi cuarto reparando la máquina —continuó papá—. Jorge, cualquier cosa que necesites puedes pedírsela a Kemi. Puede parecerte algo desagradable, pero es muy amable.
—Gracias, señor.
—Llámame Cristián, puedes tratarme de tú.
—Oh, no yo...
—Nos vemos luego —se despidió papá según alcancé a oír.
Jorge volvió a quejarse por algo, quejas que quedaron enmascaradas con el ruido que hacía yo sacando ollas del horno de la cocina. Ya me enteraría luego, por el momento preferí concentrarme en preparar una especie de cena para el recién llegado y, de algún modo, hacerle sentir que no estaba tan solo como pensaba. El susodicho entró por la puerta mirando todo a su alrededor con curiosidad y algo de temor en sus ojos. Le sonreí invitándolo a entrar y sentarse a la mesa para dos en la que acostumbramos a usar en vez del comedor principal, el cual probablemente tendríamos que re-estrenar si papá se unía a nosotros en las comidas ahora que tenemos un invitado forzoso.
Me giré para abrir el grifo del agua y lavar la olla para luego llenarla del líquido, pero un gritito junto con algo caer me hizo girar sobre mis talones para mirar a Jorge, quien en su rostro reflejaba el miedo.
—¿Qué pasa?
—Eso es —tartamudeó.
—Agua, giras esto y sale ¿ves? Luego lo vuelves a girar al otro lado y deja de salir, así de simple —expliqué.
—Brujería.
—No —reí ante su ocurrencia—. No es brujería, es simplemente un sistema de tuberías que trae el agua.
—Si no es brujería ¿entonces cómo funciona? El agua se saca de un pozo, no hay otra forma de hacerlo.
—La verdad no lo sé, no lo hice yo. Ya existía cuando nací, supongo que papá podría explicártelo mejor, pero ¿brujería? —Reí con más ganas— Nadie cree en esas cosas desde hace ya mucho tiempo, tendrías que ser un abuelo para hacerlo.
—Yo podría ser tu antepasado.
La sonrisa que antes adornaba mi rostro poco a poco se redujo a una expresión de sorpresa, después de todo era cierto ¿Quién me aseguraba que su familia y la mía nunca se cruzaron? Y sin embargo, a la vez me parecía otra estupidez más creada en su creativo cerebro. Pasó por mi cabeza la opción de que mi padre haya adaptado su máquina para ver a sus antepasados ¿para qué más querría viajar en el tiempo? Eso sería lo primero que yo haría, regresar para ver a los míos. Cierto temor se instaló en mi cabeza, el cual fue interrumpido por la carcajada de Jorge.
—Debiste ver tu cara.
—¿De qué hablas?
—No sé con exactitud si somos parientes lejanos, pero si lo fuéramos y la gente te viera, definitivamente dejaría que te acusaran de brujería.
—¿Qué? ¿Por qué? —mi tono aumentó un poco por la indignación y atrevimiento del chico de tratarme de ese modo en mi propia casa.
—Tu carácter es peor que el de una bruja y la forma en que te vistes no es apropiada para una señorita ¿Dónde se ha visto que las mujeres usen pantalones y anden por ahí con los brazos descubiertos?
Apreté los labios con enojo sin importarme si me lastimaba, no iba a soportar que un chico cualquiera llegara a mi propia casa para decirme cómo me debo vestir y comportar, ya no se lo soportaba ni a mi padre y no lo haría con él. Mi temperamento empeoró con sus risitas burlescas por mis expresiones, provocando que por mi mente pasaran distintas ideas de cómo abandonar al idiota a su suerte en el centro de Santiago. Podría dejarlo un día en el paseo Ahumada, asustaría a la gente lo suficiente como para ser enviado al hospital psiquiátrico y no volver a verlo nunca. Sin embargo, una pregunta logró que me abstuviera de poner en práctica mis pensamientos ¿Qué pasaría si él realmente es mi antepasado y por mi imprudencia yo dejo de existir? El recuerdo de las películas de ciencia ficción existentes me invadió y me hicieron llegar a una forma más suave de "venganza".
—Bueno... debes conocer muy bien a las brujas si eres capaz de comparar mi carácter con el de ellas —comencé sintiendo cómo mi satisfacción aumentaba a cada segundo al ver cómo el rostro de Jorge poco a poco se iba desfigurando.
—¿Qué quieres decir?
—Oh, nada cariño. Solo que, si has estado en contacto con una bruja ¿no te convierte eso en un hereje? Oh, por Dios, eres un pecador —resalté la última frase para asustarlo aún más—. Vamos, arrepiéntete, arrepiéntete.
Su rostro se tornó a uno de miedo, mi pequeña broma había dado resultado. Le di la espalda para continuar con la cocina mientras una sonrisa de satisfacción adornaba mi rostro. Eso le enseñaría a medir sus palabras conmigo y no inmiscuirse en mi vida.
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Inolvidable
Teen FictionLuego de la muerte de su madre, Kemi pasa los días de forma rutinaria, estudiando y trabajando en una estresante zapatería para ayudar en la casa, sintiendo el peso de la soledad debido al trabajo como científico de su padre, el cual lo mantiene ocu...