Mi respiración se volvía forzosa y mi cuerpo pesado. Una mano apretaba la mía y la acariciaba, como si con ese gesto intentara aferrarme a la vida. Sin siquiera abrir los ojos sabía que se trataba de Elena, quien incansablemente durante varios años intentó hacer que regrese a la realidad y vuelva a tomar sentido en mi vida. La mujer que trató enamorarme después de casados, sin lograr de mí nada más que el cariño amigable y la compañía que le podía dar mi presencia.
Sabía también que en la habitación se encontraba Edison, mi hijo, listo para despedirme y dejarme marchar. Sin embargo, había algo que no sabía, esas imágenes, esos recuerdos de una chica de cabello negro, ojos café oscuro, vestida con pantalones y camisas sin botones que me explicaba cómo sacar agua girando una llave. A la misma la veía en una sala oscura comiendo de un paquete gigante, caminando conmigo por un lugar con mucha gente, algunos abrazándose y besándose, y luces por doquier iluminando cada rincón de ese lugar. Todos me decían que eso no fue real, que solo fue un sueño, algo fruto de mi imaginación que me jugó una mala pasada. Si así fue, no entendía cómo lo sentía tan real, como si algo muy fuerte me uniera a esa joven extravagante y de comportamiento extraño. Como si aún pudiera sentir sus brazos alrededor de mí.
—¿Necesitas algo, querido? —Escuché a Elena preguntar con cierto grado de preocupación en su voz.
—No...
Abrí mis ojos y la miré, intentando encontrar en ella un parecido con la joven de mi sueño. Su cabello ya estaba canoso y seguía vistiendo esos vestidos anticuados con algunas capas de falsos bajo la falda para que tuviera más volumen. Su forma de andar y comportarse siempre fue recatada y femenina, nunca muy efusiva con sus sentimientos aun cuando quería lograr que yo la amara o cuando intentaba mostrar algún gesto de amor a su hijo. Nada en ella tenía parecido con la joven, a la que recordaba en mis brazos pidiéndome que no me fuera. La chica que me hizo sentir cosas que nunca más volví a experimentar.
—No me iré —susurré a ella, pero ella ya no estaba.
—Debes estar tranquilo, cariño. Irás a un lugar mejor —intentó calmarme Elena.
Recordé la máquina del tiempo, esa cápsula en la que me metí a escondidas para ver de qué se trataba. Recordaba mi miedo al verme descubierto por su dueño y su historia del futuro y las pruebas que necesitaba para comprobar la efectividad de su invento, relato que no creí hasta que vi todo afuera cambiar hasta hallarme en una habitación completamente diferente, en compañía de aquel hombre, Cristián. Mi sorpresa y pánico al encontrarme en un lugar desconocido, las palabras que me dijo para intentar explicarme qué sucedió y la posterior llegada de su hija, todo era demasiado real como para ser mentira.
—Kemi.
—Fue un sueño no más, Jorge —insistió mi mujer en un intento por hacerme entrar en razón incluso en mis últimos momentos de vida. Porque sabía que ya no me quedaba mucho, que pronto llegaría el momento y me marcharía sin haber comprobado si esa historia fue real o sueño como decían los médicos.
Mi respiración se tornó más dificultosa y mi cuerpo más pesado, ya no podía siquiera mover un dedo y así supe que mi hora había llegado. Ya no ocasionaré más problemas y vergüenza a mi familia, a quienes deshonre sin intención de malicia. Poco a poco fui sintiendo cómo me volvía libre y ya no sentía la mano de Elena que intentaba aferrarme a la vida sin éxito. Ya no más terapias, no más sufrimiento, no más dudas.
Y entonces la vi, Kemi, sentada junto a un joven con un extraño parecido a mí. Supe que no fue solo un sueño y que ella realmente existió o existirá en algún momento. Así me pude ir con una sonrisa, porque por lo menos a ella no le fue tan mal en la vida.
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Inolvidable
Teen FictionLuego de la muerte de su madre, Kemi pasa los días de forma rutinaria, estudiando y trabajando en una estresante zapatería para ayudar en la casa, sintiendo el peso de la soledad debido al trabajo como científico de su padre, el cual lo mantiene ocu...