Capítulo 9

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Los dos días siguientes ignoré a Jorge lo más que pude, sentándome con él a cenar para luego encerrarme en mi dormitorio luego de una jornada larga de estudios y trabajo, más tareas hechas en la biblioteca de la facultad debido a la falta de internet en casa. Si bien parecía que mis intentos eran exitosos, yo los sentía en vano, porque el poco tiempo que compartíamos no podía evitar pensar en lo que podríamos ser y nos perderíamos por nuestras diferencias, en lo injusto que era el destino al hacernos nacer en tiempos tan diferentes. Desde nuestra conversación fuera de la iglesia nos dirigíamos la palabra solo lo justo y necesario, luego cada quien se adentraba en sus propios pensamientos para escapar de esa cruel realidad.

Las cosas parecían irnos bien así, por muy doloroso y masoquista que fuera, hasta que papá el martes en la noche anunció que, si todo iba bien, al día siguiente en la noche llevaría a Jorge de regreso a su época.

—Por fin volverás con los tuyos y podré probar a una comisión de científicos mis hallazgos ¿no es eso emocionante? —comentó papá mientras se sentaba a la mesa con nosotros para cenar, un acto que no hacía desde mucho tiempo atrás. Era como si nunca se hubiese enojado conmigo, así como nació su ira, esta desapareció sin más palabras de por medio.

—Sí que lo es, Cristián. Espero que esto le de la fama y honor que merece por todos sus esfuerzos que por fin dan frutos.

—Esperemos que sí, Jorge, como también espero que a ti la vida te trate bien en tu época, que tengas un matrimonio largo y feliz.

—Agradezco sus buenos deseos.

Me sorprendió que papá estuviera al tanto de un hecho que yo creí que era la primera en saber, pero al final era de esperar. Ellos se conocieron primero y pasaron un tiempo a solas antes de que conociera a Jorge, a lo que se suma las largas horas que yo estoy ausente cumpliendo con mis labores estudiantes y en la zapatería. Además, en un principio ellos fueron más cercanos de lo que yo fui con él. La envidia me invadió al ser consciente de ello.

—Mañana tienes que estar temprano aquí, Kemi —todavía no hablábamos del desastre con el que se encontró solo unos días antes, sin embargo parecía ser un hecho para él olvidado, causándome cierta incomodidad pues esperaba cierto resentimiento aún—. Vamos a darle a Jorge una cena de despedida y celebrar este logro, un avance para la ciencia.

La despedida. Parecía mentira que ya estuviéramos a puertas de decirnos adiós. Pese a todos los inconvenientes, seguía pensando que era injusto que justo el chico que me gustara fuera de otra época, que justo la persona a quien me hiciera cercana y le entregara mi cariño estuviera prohibida. Jorge, por más que quisiera ocultarlo y actuar frente a mi padre, no me podía mentir a mí, se le notaba que la idea de regresar no le emocionaba tanto como en un principio. Y a mí tampoco.

Esa noche, el único que hablaba era papá, tornándose su discurso en un monólogo acerca de lo exitoso que podría ser su invento y las maravillas que podría hacer en el futuro, cuando ya estuviera patentada y comprobada su eficacia y bajos riesgos. Nos pintaba el futuro como una película de ciencia ficción en la que él era el científico genio que cambiaba la humanidad para siempre. Una vez que terminamos pedí permiso y en mi cuarto me encerré, ahí lloré las lágrimas reprimidas por todas las emociones del último tiempo.

Acostada en la cama me acomodé cientos de veces a la espera de que el sueño me venciera, intentando hacer a un lado los recuerdos construidos junto a Jorge, hasta que sin darme cuenta las horas pasaron por fin y sonó mi alarma. Era momento de prepararme para un nuevo día, pero no tenía los ánimos suficientes para levantarme. Si ese era el último día que pasaría con Jorge, quería disfrutarlo, sin embargo, por más que quise no pude, no tenía excusas que darle a papá y él mismo fue a hacerme marchar a clases, pues era inconcebible que perdiera materia, por mucho que fuera del área humanista.

InolvidableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora