La puerta del ascensor se abrió y yo salí de él con la bolsa del pan colgando de mi mano. Papá había salido a comprar algunas piezas que necesitaba para la máquina, que esperaba que fueran las correctas y la hicieran funcionar de una vez por todas. Por esas razones, Jorge se había quedado solo en el departamento. Le di instrucciones de no tocar nada cuyo uso desconociera, le prendí el televisor y le entregué el control remoto para que se entretuviera mientras yo me ausentaba y esperaba encontrarlo así, como buen niño obediente sentado en el living sin haberse movido siquiera un milímetro. Por eso me sorprendí cuando, al llegar a la puerta, un charco de agua salía por debajo de esta. Al sentir que chapoteaba abrí rápidamente y entré a mi hogar, encontrándome con todo el piso mojado.
—¿Qué rayos?... ¡Jorge!
Caminé lo más rápido que pude resbalandome en un momento, pero alcanzando a recuperar la estabilidad antes de caer. Se escuchaba del baño la ducha, pero no el sonido que hace normalmente cuando cae en la tina, era un ruido más alocado, como si alguien peleara con ella. Cuando me asomé por la puerta del baño me encontré con el chico mojado de pies a cabeza, luchando con la ducha sin saber en qué posición ponerla para que no siguiera cayendo agua donde no correspondía. Cómo había terminado así, ni me lo imaginaba, en ese momento mi prioridad era acabar con todo ese desastre.
—¿Qué haces? —pregunté escandalizada.
—No puedo cerrarla, ¿cómo se apaga?
Dejé la bolsa del pan sobre la mesa del comedor y volví para ayudarlo, mojándome también en el intento. Me quejé al sentir el agua caliente una vez que cerré la del agua fría, pero, luego de mucho esfuerzo, el flujo se detuvo y quedé ahí, entre la ducha y el suelo del baño con mi ropa goteando. Respiré hondo en un intento por tranquilizarme y no gritarle al chico, mas fue inevitable no hacerlo una vez que me giré y vi el desastre que había. Agua en el suelo, el espejo salpicado, gotas resbalando por la pared, el papel confort inutilizable y no quería imaginar cómo estaba el resto del departamento si el charco llegaba hasta la entrada.
—¡¿Pero qué mier*a haz hecho?!
—Yo solo quería...
—¡Nada! —Lo corté y vi cómo miraba al suelo avergonzado, aquello me impedía ver su rostro—. ¡Te dije que si no sabías cómo se usan las cosas, no las usaras! ¿Por qué no esperaste a que llegara papá para que te ayudara a regular el agua? —Hice una pausa para tomar aire y esperar a que respondiera algo, pero su silencio y mirada gacha se mantuvieron, aumentando mi enojo—. ¿Eres tontito, acaso? ¿No entiendes lo que te digo?... ¡Respóndeme!
—Lo siento... —murmuró.
—¿Lo sientes?... Ya, está bien, siéntelo, pero ahora ¡¿cómo limpio todo este desastre?! ¿Crees que no tengo nada que hacer?
La rabia poco a poco comenzaba a bajar para ser reemplazada por el estrés y desesperación de saber las tareas que debía terminar para la universidad y el tiempo que había gastado ya en mi trabajo y el que perdería limpiando el departamento. Mi corazón se escapaba de mi pecho por la rabia y una lágrima estaba por caer cuando noté que por el rostro de Jorge ya corrían dos, y no eran del agua que escurría su cabello. Respiré hondo una vez más y hablé más tranquila:
—Oye... no llores... mejor limpiemos esto —propuse sin saber bien cómo tratar al chico, la primera vez que lo vi llorar y lo abracé terminamos en una situación algo incómoda, a lo que se sumaba que antes de él nunca había estado con una persona que se echara a llorar frente a mí, por lo que no sabía bien cómo consolarlo. La situación me incomodaba más de lo que debería.
—Es que enserio lo siento —confesó ya mirándome a la cara. Su rostro lo decía todo, sus mejillas y ojos estaban rojos y en ellos pude ver la tristeza e impotencia que sentía. Una presión en el pecho me hizo dar cuenta de lo culpable que me sentía por mi trato a él. —Estoy cansado de depender de ustedes para hacer todo, incluso para cuando me quiero dar un baño, pero es que es tan diferente este mundo al mío... y no lo entiendo.
ESTÁS LEYENDO
Inolvidable
Teen FictionLuego de la muerte de su madre, Kemi pasa los días de forma rutinaria, estudiando y trabajando en una estresante zapatería para ayudar en la casa, sintiendo el peso de la soledad debido al trabajo como científico de su padre, el cual lo mantiene ocu...